El tren de Jairo
Por Jaime Chavira Ornelas
Conocí a Jairo en el tren. Fue cosa del destino, pues ese
día de enero me iba a quedar de guardia en la jefatura, pero se enfermó Toribio,
el que saldría rumbo a Creel esa mañana, y yo tuve que ir en su lugar. Mi número
de asiento era el 34b pero a última hora me lo cambiaron por el 44c y luego supe
que a Jairo le había tocado el 22b pero se lo cambiaron por el 44d.
Él también viajaba a Creel para comprar artesanía de
la región.
La primera impresión que tuve de Jairo fue de que era
una persona abierta y sincera, de sonrisa tatuada y dispuesto a servir al
prójimo. Se presentó muy educado y entabló la conversación contándome a qué se
dedicaba, dándome detalles de sus compras y los pros y contras que se
presentaban. Su plática fue interesante, pues eso era nuevo para mí, y también
para los que escuchaban alrededor.
Después de un rato Jairo seguía hablando de la
importancia del material con que se fabrican las artesanías, y que los
artesanos se han convertido en esclavos de la publicidad, marionetas del
negocio turístico. La plática había tomado otro curso, pues Jairo hablaba ya en
un serio. Noté que su rostro era más rígido y su boca tenía un leve tic
nervioso, aunque no perdía la sonrisa.
Sin embargo, ya hablaba de otro tema. La gente
alrededor iba como aletargada y yo, por mi parte, solo escuchaba de unas
espacies raras de animales que habían encontrado en África y Australia, con
tres cabezas y ocho patas y de colores amarillos y naranjas llamados
Otorrinocerontes, encontrados en cuevas de completa obscuridad. Al contar eso, babeaba,
tanto así que tuve que taparme la cara para no ser bañado por su baba, la me mojó
las manos.
Luego cambió de tema diciendo que él había sido
abducido por extraterrestres cuando era niño; lo llevaron a un planeta en otra
galaxia a una distancia de miles de años luz viajando por agujeros negros; los
seres eran reptilianos y lo analizaron todo el tiempo que estuvo en la inmensa
nave espacial donde viajaron.
En ese momento me di cuenta de que él solo hablaba al
aire, ya no era una plática, más bien estaba hablando a todos los de carro del
tren, los niños tenían los ojos muy abiertos y sus mamas les tapaban los oídos,
los adultos habían despertado de su letargo y lo escuchaban atónitos.
Yo por mi parte no podía moverme ni articular palabra,
pues parecía que estaba hipnotizado o polarizado por el asombro de lo que
estaba oyendo.
Terminó ese tema diciendo que no supo cómo regresó,
pero despertó en su recamara sentado en la orilla de su cama, no le conto a
nadie hasta que ya fue mayor.
Se calló por unos minutos.
Luego empezó a decir que él se consideraba poliglota,
pues hablaba más de siete idiomas y cuatro dialectos. Empezó a hablar en
diferentes idiomas y lenguas raras, todos estábamos sorprendidos o asustados
por la gran dinámica que emanaba, movía sus manos en círculos y de arriba abajo
y ya no estaba sentado sino caminaba de un extremo al otro y de nuevo cambió de
tema como si se tratara de respirar.
Ahora decía que él había estudiado varias carreras
universitarias, era abogado, psicólogo, licenciado en filosofía y letras
españolas, antropólogo social y no sé cuántas mas dijo. De pronto corrió al
extremo del vagón y gritó con tanta fuerza que posiblemente se oyó en toda la
sierra
“También puedo ser invisible”. Y desapareció.
Todo quedó en silencio, solo se oían las ruedas de
tren contra la vía y nos veíamos unos a otros incrédulos. Alguien empezó a
gritar “¿A dónde fue, donde esta?”. Me levante y recorrí los diferentes carros
del tren, pero Jairo no estaba por ningún lado, busque en los baños, el comedor,
pero Jairo no estaba en ninguna parte.
No tenía ninguna explicación lo que había pasado.
Cuando regresé al carro donde desapareció, estaban
todos como locos preguntándose a gritos donde estaba Jairo. Los niños lloraban
y algunas mujeres reían nerviosas, yo caminaba como zombi sin saber que
realmente había pasado.
Me senté y aun sentía la presencia de Jairo hablando
en diferentes idiomas, filosofando, hablando de justicia y compras de todos los
artículos en el mundo, explicando la logística de las grandes cargas marítimas
y terrestres, diciendo qué presidentes eran masones y quienes
ultraconservadores. De pronto todos nos quedamos callados y aletargados, pues
nos invadió un sueño hipnótico y nos dormimos.
Nos despertó el boletero gritando ¡próxima estación
Creel, próxima estación Creel! Desperté como de un sueño largo y cansado. Ya
quedaban pocos pasajeros; agarre mi mochila y bajé como si flotara, nada parecía
real y pensaba que aún seguía dormido soñando. Soñando que Jairo desaparecía. Caminé
por las calles hasta llegar a la jefatura.
A lo lejos oía el tren partiendo a otro sueño, otra
realidad.
Jaime Chavira Ornelas es un sobreviviente de la desintegración familiar; estudió comunicación y manejo de negocios en el Colegio Comunitario de Maricopa en Phx. Az USA; tiene diplomados en exportación, importación y manejo de aranceles por Bancomext, también varios cursos de inteligencia emocional y lingüística. Trabajo para empresas a nivel gerencial. Actualmente es pensionado por el IMSS. Escribe cuentos cortos y poemas ácidos.
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