laurent lit
Zen
Por Patricia
Laurent Kullick
Cuando yo
creía que hacer más millonario al millonario era lo más importante de mi vida,
es decir, trabajaba en una compañía muy grande de Monterrey, siempre tenía
mucha prisa.
No sé por qué
pero todo el mundo tiene mucha prisa en los trabajos importantes. Y si no la
tienes te la inventas.
La cuestión
es contestar varios teléfonos simultáneamente, teclear en la computadora
mientras le preguntas al jefe si ya das la orden de que el buque petrolero
salga del Golfo Pérsico y si llevará a su esposa al
congreso de Estocolmo para comprarle un boleto también.
Pero en casa las cosas no cambiaban.
Las hermanas nos dábamos de golpes por el uso de la secadora,
el turno de la regadera o porque a la más chaparrita se le ocurrió cortar tu
falda del uniforme para que a ella le quedara.
Mi madre siempre lidió con esto usando su particular
filosofía caguama zen que poco entendíamos entonces. Un día me tocó ir a
recogerla a casa de la abuela. Con la inercia de la prisa, empecé a pitar
porque no salía. Finalmente salió gritando:
―¡Patricia! ¡Yo te esperé nueve meses a que nacieras y tú no
me puedes esperar dos pinches minutos!
Modelos de la foto: Lorena Isela y Jesselle.
El mundo de las mujeres puede ser industrial y corporativo y al mismo tiempo llegandito a casa tan sutil y peleonero como lo que en tiempos ya remotos se le llamaba machamente el eterno femenino.
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