41 páginas y el sueño termina
Por Martha Retana
Tu mi personaje
principal, te cree tal cual mi corazón te describía. Mi mente imaginaba tu
silueta, generaba ecos del tono de tu voz, a mis labios les dio el calor y el
sabor de tus besos, tus manos perfectas las desdibujaba suavemente al
acariciarme.
Esa tarde te di
vida, escribí cada palabra en este libro moldeando tus actos y dándote un guión
en la historia. Todo estuvo en ese plano de papel y sueños, mi alma se quedó
entrelazada en tintas y hojas de papel viejo, amarillentas y llenas del polvo por
los años. Me dediqué a darte diálogos bien definidos con sutil correspondencia,
pero no me di cuenta que de a poco te di vida, querías escapar y mis plumas te
encerraban en mis frases sin sentido.
–No he conocido a
ningún personaje que se haya enamorado de su autor. Al escribir sentí como una
fantasía en donde un muñeco de papel te mira fijamente con ojos escurridizos
tras las Times New Roman, estaba ansioso por presenciar su nuevo acto, su nuevo
párrafo, pero de pronto lo vi atrapado en interlineados de 1.5, que eran como
barras de hierro para él.
Amor o dominio, –qué
derecho tienes, escritora, de crear un personaje, encerrarlo y decirle qué
hacer, le diste vida, pensamiento y sentimientos, no te pertenece ya, o jamás
te perteneció; en cualquier momento podría escapar de tus plumas entintadas y
brincar a un libro nuevo, viajar entre planos imaginativos y reinventarse.
Un párrafo pudo ser
un capítulo eterno, interminable, infinito, dice mi corazón. Toda la vida te
anhelé, te encontré en imágenes viejas y trastocadas, un poco distorsionadas,
me dediqué a convertirte en el personaje principal, pero la tinta a veces era
derramada en la narración del sueño como sangre fluyendo en torrentes, como
ríos desbordantes. Escribir no era suficiente, pintar podría ayudar a
esclarecer las imágenes de los sueños, pero ninguno servía ya.
Tomé tu mano frágil
como de papel, acaricié tus ojos con mi mirada, te saqué de entre las frases,
escuché cada latido de tu corazón y te saqué de mi hoja de papel; ya eras un
hombre con deseos e inquietudes nuevas, intenté escribir cuando dormías, me
acerqué lentamente, rosé con mis labios tu oído, susurré una trama. En ese
momento un pensamiento me invadió, que quizá fuera la última vez que sentiría
tus latidos, me detuve, sentí el fracaso de mi inspiración, el fallo de mis
letras, estaba enamorada. Cuando viste el mundo real te asombraste, con temor
tus ojos mostraban confusión, regresar a tus párrafos y hojas amarillas era
confortable o escribir tus propios capítulos fuera mejor. Ahora enfrentas,
viajas a tus hojas amarillas y me ayudas a escribir las últimas 41 hojas de ese
libro que te creó.
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