Visita a
la casa derruida
Por Reyna
Armendáriz González
Cuando
regresé buscaba entre lo viejo los andrajos de la memoria. Ya no tenía la
lengua la saliva. Iban las astillas lentas de la vida. Llevaba aliento como
humo. Ceniza de lo íntimo de la madera.
La casa
no se movió. De la ventana una cubeta de
silencio me hizo suspirar como a quien pasa sin que de veras nadie lo conozca.
Pero
apenas irme brotaron las presencias. Barullo para el desterrado.
A mis
espaldas pude oír correr a todas las palabras que años antes, en el alféizar de
otro mundo ya dicho, de otra alma, habían quedado polvo, vivas y olvidadas.
Antes allí soplaba el aire. Antes allí hasta la muerte era blanda como el pan.
Dije
adiós sin volver la cabeza. Me traje un hondo corazón de casa vieja y dos o
tres palabras fieles cuyos ladridos me alcanzaron.
Reyna
Armendáriz González es licenciada en letras españolas y maestra en
educación superior. Ha dirigido durante años columnas de poesía en El Heraldo de Chihuahua y en otros
periódicos de Chihuahua. Sus textos están publicados en antologías y revistas
literarias y en sus dos libros de poemas: Estuario:
remotas estancias y Yace partido el
puente de la niebla. Es profesora de literatura en la Facultad de Filosofía
y Letras de la Universidad Autónoma de Chihuahua.
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