Arte de Alberto Carlos
Don
Fidel y el Plan de Campeche
Por Alberto Carlos
Don
Fidel Velázquez está muy enojado porque en Chihuahua los bateadores de derecha
del PAN le pegaron un cuadrangular al PRI con las bases llenas, y algunos toleteros
zurdos le pegaron de hit y lograron algunas bases por bola. Como un Júpiter no
muy tonante o un Zapata de escritorio, don Fidel inauguró un nuevo estilo
revolucionario: micrófono de por medio en Campeche entonó una especie híbrida
de canción de protesta, arenga, berriche y proclama, llamando a un futuro
levantamiento armado, esta vez con obreros en lugar de campesinos.
La
originalidad de don Fidel va más allá del surrealismo al anunciar con años de
anticipación, en vivo y a todo color, lo que pasará a los libros de texto
gratuitos como el Plan de Campeche. Solamente Nostradamus se anticipa tanto. Me
imagino que nuestro caudillo incluirá entre sus huestes a los burócratas,
aunque no logro imaginarme a estos dejando el escritorio para cruzarse en el
pecho unas cananas y agarrar las agrestes serranías de Chihuahua (pues aquí
será la bronca ¡otra vez!), acompañados de sus oficinistas soldaderas para que
les preparen el rancho a base de hotdogs, licuados y cafecito express.
En fin,
don Fidel sabe su cuento y no sería remoto verlo, dentro de algunos años,
montado en briosa silla de ruedas empujada por un asistente, como general en
jefe del neo ejército libertador, al grito de ¡no elecciones!, para darle
vuelta a la tortilla.
Es una
lástima que don Fidel no haya hecho sus declaraciones en algún lugar más
folkórico para agregar a la historia de México un plan más cotorro y menos
campechano. Si lo hubiera hecho encaramado sobe una roca en algún viejo cerro
de por ahí, tendríamos ¡pero ya! el Plan de Cerro Viejo con más probabilidades
de enriquecer la historia patria, junto con el de la Noria, el de Agua Prieta y
otros muchos que dan colorido a nuestras cívica existencia.
Es más:
si a lo anterior agregáramos la presencia del caudillo don Fidel ataviado con
un buen traje de charro, que le sentaría de perlas, y una cachucha de
ferrocarrilero en lugar del galoneado sombrero ancho, acompañado de su estado
mayor con Mar de la Rosa de lugarteniente, ya nada más era cuestión de llamar a
Casasola para la foto de rigor y ¡vámonos a la bola! mis charros obreros, mis
burócratas campiranos!
Hay que
cuidar la imagen ¡qué caray! y tener sentido de la historia, ¡no hay que ser!
Agosto
1983
Alberto Carlos. Artista nacido
en Fresnillo, Zacatecas, avecindado en Chihuahua desde la infancia. Con medio
siglo de trayectoria, su vasta obra mural, escultórica y de caballete abarcó
una diversidad de técnicas y temáticas. Su natural inquietud y amplia cultura
lo llevó a incursionar en la literatura y el periodismo, en géneros como la
poesía, el cuento, el ensayo, la calavera, el epigrama y la columna, los cuales
publicaba en periódicos como el suplemento Tragaluz de Novedades de
Chihuahua, El Heraldo de Chihuahua, y en las revistas Tarahumara
y Solar.
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