La presa El marqueño
Por Heriberto
Ramírez Luján
Habíamos preparado
los instrumentos para la pesca: anzuelos, cáñamo, carnada, red, y las obligadas
provisiones. Era una expedición emocionante porque no recordaba haber salido
con mi padre desde niño. Ahora se daba la ocasión de conocer un lugar del que
se hablaban maravillas en cuanto a pesca.
Salimos en
compañía de algunos amigos suyos, viajando en la parte trasera de una pick up.
En una hora llegamos por un camino de terracería a una pequeña presa derivadora,
aguas abajo del Río Bravo.
Empezaron a
desplegar la red y arrastrarla por las aguas poco profundas, atrapando algunos
peces de proporciones medianas. Con una destreza asombrosa mi padre empezó a
atrapar otros más, a mano pelona entre las piedras que conformaban la presilla.
Mi padre me habla y me muestra un pez medio destrozado, luego me dice:
–Esta variedad es
única y solamente se encuentra en este lugar.
En efecto, se
trataba de un ejemplar de color plateado con piel áspera que nunca había visto.
No era ni el clásico robalo escamoso y con espinas, ni el bagre o chato, ni el
azul. Pero todavía más, aclara:
–Tienen una piedra
en el interior de su cabeza.
Para mi sorpresa,
exhibía la “piedra” en su mano, se trataba de una clase de hueso duro y esférico
del tamaño de una canica. En mis adentros pensé que se trataba de una prueba
excesiva de naturalismo campirano.
Heriberto
Ramírez Luján, filósofo mexicano, redacta la lógica con precisión de cirujano.
En sus ensayos y libros de filosofía y también en sus textos literarios. Sobrio
y elegante profesor, el estoicismo es divisa de su estética. Y de su gran
estilo.
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