los martes
Papalote
Por Andrés Espinosa Becerra
Desde pequeño aprendí a hacer papalotes; mi
hermanita Conchis, que era nuestra líder, me enseñó; no tenía amigos, los que
tenía eran mis hermanos. Cerca de la casa había una tienda de piñatas y
papalotes; ahora le llamarían artesanía, pero no teníamos dinero, era más fácil
ir a la pequeña papelería a comprar pliegos de papel de china, las varitas de
carrizo era muy fácil encontrarlas, hasta de una canasta vieja, a mi madre le
robaba harina, y me ponía a hacer engrudo como pegamento, el truco consistía en
elaborar la cola del papalote: si no estaba bien hecha, el papalote se venía en
picada de un lado para otro. El patio se me hacía inmenso, pero no lo era, más
bien se trataba de mi universo, ahí mismo lograba elevarlo un poco hasta que se
alejaba de mí y empezaba la fascinación, se iba, se alejaba, se elevaba,
soltándole más hilo que también le robaba a mi mamá. Lejos de mí el papalote
flotaba suavemente, en lo que alcanzaba a ver el hilo, este hacía una curva
hermosa, negra, el disfrute era jalar suavemente y el ave papalote se movía,
era como una respuesta. Fue la primera vez que inicié a conocer el cielo, y
flotar. Llegó la tragedia. En esas temporadas de viento ligero, era costumbre
ver el cielo lleno de papalotes. Había muchachos más diestros que acercaban su
papalote al mío y lo enredaban y ahí terminaba su vuelo; conocí que había
guerritas de papalotes, eran crueles. Los colores del papel de china eran
hermosos, morado, amarillo, rojo, verde. Ver esos colores en el cielo era
maravilloso, lograba levantar el papalote a una altura considerable, diría que
en físico era lo más cerca que podía acariciar el cielo.
También hubo eventos jocosos. Una ocasión mi
hermano Pablo construyó su papalote, lo llevó a la calle frente a la casa, tomó
distancia, salió disparado viendo hacia arriba el inicio del vuelo, de repente,
¡madres!, salió rebotado hacia atrás porque chocó contra la parte trasera de un
camión refresquero que estaba estacionado un poco adelante. Mal vuelo.
Andrés Espinosa Becerra, Córdoba, Veracruz 1958, hizo estudios de literatura hispanoamericana. Tiene tres libros de poesía publicados: Quinteto para un pretérito (1996), en coautoría con otros autores; Los días que no duermen (2004) y Una casa con silencio y patio (2019). En 1996 gana el premio Cuauhtémoc de poesía con Domingo Siboney. Tiene algunos proyectos en espera de aparecer, como El ramalazo de los recuerdos y El árbol de los ciruelos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario