jueves, 16 de septiembre de 2021

Viviana Mendoza Hernández. En la Noche Todos los Santos


 

En la Noche Todos los Santos

 

 

Por Viviana Mendoza Hernández

 

 

Ahora que en las huertas se ven las calabazas crecer en espera de la noche de Todos los Santos también conocida como Halloween y el otoño se acerca con sus cambios de color, recuerdo las veces en que vi las enormes hojas de la planta cubrir las flores amarillas que fueron una ensalada en la casa, y al dueño del vivero que cuidó de las ventas no logradas y consiguió que la calabaza creciera en todo su esplendor.

Lo conocí antes de saber su nombre, todo paciencia, sonrisas y humo de cigarro. Con una amable y alegre muletilla que he olvidado y muchos consejos para cada planta que le compraban.

El señor Peña fue alguien extraño que me recordó a la gente de campo que conocí cuando era pequeña.

Me regaló plantas silvestres que arrancó de raíz, cuando le dije que me gustaban por su forma de girasol enano, y la puso en una maceta con tierra renovada, un par de árboles nativos que nadie le habría comprado y una bienvenida, aunque nada le comprara.

Sabía yo habría de volver por más y más plantas.

Se volvió una terapéutica adicción ir a visitarlo durante estos años, antes y durante la pandemia.

¡Claro que te estoy hablando en pasado! 

Con un poco de la tristeza que nos deja el fin de la primavera.

De los otros recuerdos de su vivero están los perros que me recibían mientras él atendía alguna otra clienta: Bruno el posesivo enano dorado que amaba que le acariciaran las orejas, y Junior, el genio de los envases vacíos y las pelotas viejas.

Permíteme ahora mezclar la realidad con las leyendas.

Bruno se adelantó al señor Peña en el camino a Mictlán, se fue como pasa como casi todos los perros que vagan sin correa. Unos días desaparecido, un llamado a la comunidad para encontrarlo y descubrir que la muerte llegó a su cuerpo con el impacto de las ruedas de un conductor distraído.

Por gratitud a su memoria, no mostraron a nadie esa evidencia.

Pasaron las semanas, subieron y bajaron las alertas de la epidemia.

El invierno llegó.

Se fue el señor Peña.

Un cáncer que había negado extendió sus raíces hasta debilitarlo. Tal como pasa con la mala hierba cuando nos descuidamos.

Llegó un nuevo año y los clientes regresamos, también don Prisci, su amigo, que extiende el vivero al caminar con las plantas en un carro.

Su familia tuvo que explicarnos la ausencia.

Ellos siguen buscando mantener su legado.

Las estaciones continuaron su paso.

La bella y florida primavera, con sus brotes esmeralda y el multicolor de los campos, el caluroso verano con la lluvia tan desesperada que alimentó los frutos de un otoño que apenas se está asomando.

Esta vez sin el tren de flores amarillas y anchas hojas de la calabaza en la huerta macetera, ni las redondas promesas de las que se quedaron en el terreno abierto entre las plantas en oferta.

El año se va, el invierno se acerca.

Pronto será tiempo de dejar el altar para los que son recordados.

Algo como ese en la esquina de la sección de plantas de interior, donde la foto del señor Peña aún muestra su gusto por las piedras y recibir a quienes buscan algo verde y vivo para sus espacios.

Se acerca la noche de Todos los Santos y es posible que él regrese con el viento que se cuela entre las ramas y juega con las hojas que se están secando.

Se asome a las casas de su familia y pruebe algún bocado.

Quiero apoyarme en la tradición mexicana.

En esa donde los niños reciben calaveras de azúcar blanca.

Levantar un caballito de mezcal y brindar por los ausentes.

Y, si pasa por mi casa, en su camino al otro lado

decirle ¡Hasta siempre don Vicente!

como si lo estuviera saludando.

 






Viviana Mendoza Hernández es licenciada en letras españolas por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Chihuahua. Escritora, periodista y fotógrafa, ha publicado la novela Buscando una vida normal y numerosas colaboraciones literarias en varios medios. Actualmente es reportera gráfica para varios medios digitales e impresos.

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