El sueño de los brutos / Chávez y Cárdenas
Por Lorena Sosa
Que contenta me siento de estar en casa y más por la
ocasión, presentar el libro de mi apá Chávez y de su amigo Rafael Cárdenas
Aldrete. Muchas gracias por la confianza.
Pero Chávez, tengo primero que nada tres reclamos:
1.
No me lo dedicaste, ya ni porque me adoptase como hija espiritual.
2.
No hay un cuento en el que te hayas inspirado en mí.
3.
Cárdenas que celos siento de ti, este ejercicio creativo que ha culminado
en el libro me hace sentir celosa del proceso, se nota que la pasaron muy bien.
Jajaja.
Dicho lo anterior ahora si voy a pasar a contarles
un poco sobre El sueño de los brutos
Treinta y tres microcuentos, aunque algunos más
extensos, que nos llevan de la mano de voces narrativas de los protagonistas o
ese testigo de la ciudad, el flaneur norteño
que muestra escenas cotidianas de la calle o bien un narrador omnisciente que
se cuela en los espacios de las casas captando un instante.
Conforme iba leyendo el libro me recordaba a los entremeses
españoles, esas puestas en escena cortas que escritas a manera de critica se envuelven
de humor. Historias que guardan tragedia, momentos cómicos y también por
momentos de cursilería, que se encuentran por ejemplo en las historias “Con el
blues a todo lo que da” o “Ay, señor apache”.
Sin embargo lo que predomina definitivamente es el relieve
del elemento bestial, animal en el que los personajes se van revelando o bien
se refleja el humano. Ejemplos de ello son: “Donde termina el paisaje”, “Novillo”,
“Escribano”, “Línea de producción”, “Jurásico era y es” o “El gato viejo del vecindario intelectual” y “El
zumbidito”. El despertar sexual, la explotación laboral, los defectos sociales,
los que revelan nuestro lado animal.
Y en este sentido quiero enfatizar que, aunque
varias veces me reí a lo largo de la lectura, al final un sabor agridulce me
quedaba ¡Cuanta desdicha envuelta en un tono jocoso! Un estilo que parece fácil
de escribir pero que pocas veces resulta ameno y verdaderamente espontaneo,
porque a pesar de haber un trasfondo crudo en muchas de las historias, e
incluso mostrarnos los resultados de la holgazanería, los vicios e
infidelidades, no es un libro panfletario.
Al final me quedo con los personajes femeninos, que
aunque son más secundarios tienen mayor agencia en sus vidas; a pesar de
encontrarse con hombres rodeados de muchos defectos, logran tener mayor control
de sus vidas y sus destinos. Vicentita es la heroína de todas las mujeres que
se sienten burladas; Belén también muestra a una mujer que llena su casa de
amor y esperanza. Y yo creo que ahí les viene lo de “brutos”: tantas buenas
oportunidades con mujeres así como para salvarse de la desdicha y al final los
personajes masculinos terminan embrutecidos por el alcohol y sus demonios.
Y ya para culminar hubo dos aspectos que más
llamaron mi atención: la mezcla de lenguaje y referencias de dos épocas, la del
rock de los setenta y la era actual de las tecnologías. Este es un buen libro
que aplica el progreso y el desarrollo de dos escritores que han sabido
amalgamar ambos contextos.
Y el segundo elemento es la musicalidad en los relatos,
la música es el otro personaje silencioso, que se escurre y crea el tono
narrativo. Una play list que acompañe este libro es imperante, nos la dejan a
deber al final; ojalá que luego pudieran compartir en sus redes, sobre las
canciones que acompañan a estos fabuladores personajes.
María Lorena Sosa Rodríguez estudió letras españolas en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Chihuahua. Ha publicado en la revista Once, de Hermosillo y en la antología literaria Las misiones del padre Kino. Durante algunos años escribió la columna Llavero en el periódico El universitario de la ciudad de Chihuahua. Es autora del libro María cabeza de empanada. Recientemente terminó una maestría en escritura creativa en La Universidad de Texas en El Paso.
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