Las figuras del
número 13
Por Gerardo Robles
Ayer mi
silencio cruzó la arena a piel libre, y el llanto, en otra latitud,
resistía
la palabra confusa de la tempestad brava,
pero
mis huesos siguieron en su orientación y no se perdieron ni se quedaron atrás;
visto
sin tantas pantallas, es un regreso a la vida diariamente y se olvida mirar el
rumbo
(el gracioso oficio de ser humano sin credenciales para ejercer;
ilegal
(pluri)versado;
revés de lo
eterno).
Lanzarse al mundo sin código,
sin arrepentimiento tampoco por lo
que debo y me deben
‒sin peso en la consciencia‒;
me lanzo al mundo limpio,
porque no me importan las barreras,
ni humanas, ni de concreto,
solo las dulces olas de la libertad,
desparramada así sin pudor por todos
los espacios que aquí se presentan.
Definitivamente somos más humanos que ángeles;
más humanos que racionales
criaturas;
más humanos que potenciales uniones;
tan humanos que nos asusta la
tranquilidad y
vamos directo a los errores, como si
viviéramos
para ese momento en el que
despedazamos la confianza, la armonía, y todo, por nada.
Pero yo me lanzo, sin prestar atención más a esos dolores delineados en mi
querella.
No tengo estrella, no tengo planeta
que me alumbre, no tengo rumbo ni fin,
no tengo hogar en el fuego; me ha
dejado la suerte a un lado suyo
y me ha negado la compañía.
Impacto ahora en lo que digo;
aunque mis palabras vuelvan de su
descuido a detenerme y hacerme ver la ironía,
no hay manera de dar un paso más
falso que los que atrás voy dejando.
Me lanzo al mundo,
como una hoja que baila en la
espalda de una libélula moribunda;
sin razón, sin espectadores, sin
nada más que el momento más fugaz
de dos cuerpos débiles que carecen
de nombre.
Gerardo Robles estudio letras españolas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UACH, ha publicado varios libros y es autor de otros tantos. En 2019 ganó el Premio de Literatura Rogelio Treviño que otorga la Secretaría de Cultura del Gobierno de Chihuahua.
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