jueves, 23 de septiembre de 2021

Gerardo Robles. Don de no estar

 

Don de no estar

 

 

Por Gerardo Robles

 

 

La vida da tantas vueltas, que siempre pasa lo mismo.

El giro de los objetos con los que aquí en la nube simple hacemos la coreografía trágica

se presenta casi involuntario,

como una duda que se apega al orden y lo fractura,

y lo lleva a perder la dirección

y lo construye de nuevo para que ya no se reconozca;

 

algo de esto le da razón a la necesidad de que cambiemos siempre,

porque amanece y la aurora tiembla en la lejanía, sin retorno.

 

Quiero plasmar este ardor en la llama de un cuento,

como cada ocasión que le presentamos nuestras puertas

a la extrañeza de los incontables muros alimentados en nuestra gloria y ego;

 

cada persona es una maquinaria ruda, inquieta,

que ya no puede entrar en sus propias medidas.

 

Ante este anhelo del exceso, ningún destino se arma a la sombra de la insistencia,

sino espera el reloj que el encuentro de sol y mar no destruya

ni apague ni erosione el trémulo reposo de las palabras

es solo la inestable estatura de las casualidades disponiendo de todo.

 

Se refiere este llanto a una esquina del alma incierta, vagante,

un lugar encantado sin cielo y sin edificaciones,

donde el único contratiempo es la eternidad del placer que se engendra

fuera del corazón y del mundo;

fuera de las cosas que son destinadas a identificarse.

 

Pareciera que se trata, no más, de una representación de lo que no es.

El don de estar donde no se encuentra, donde no se es,

donde no se instiga a nada o nadie de ser lo que evade o enfrenta;

 

pareciera que no es el camino lo que agota,

sino la diminuta consciencia del sentido.

 

Días antes de los anteriores que caben en el recuerdo latente,

hubiera dudado tal vez de cada minucia;

era infantil la creencia,

ardua la búsqueda de

una estampa,

imaginario el estímulo externo,

transparente la herida,

                                                                                   y el tiempo muy nuevo.

 

Recordando esos rostros, esas otras funciones de nuestra figura,

se van uniendo las razones para nuestro presente;

 

y no es que la memoria nos niegue

tampoco nos perdemos naturalmente en la época

pero se armó sola una nostalgia

y dejamos volver demasiado pronto el pasado.

 

Asegurar que no sigo un rastro de escorpiones me exenta solo del miedo,

pero me deja en el mismo viaje.

 

Sin alarmar, asintomático, como un embate de garra,

el (in)flujo de la energía nos determinó un encierro acá, entre las tantas trampas de la tierra.

Equivocados en el tiempo
             (como la orilla que no forma las mareas
              pero las contiene)
ya no tenemos fuerza ni intención de encontrarnos
a nosotros y otros;

 

solo hay días hacia atrás y canciones sueltas
                                            en la espera de un olvido temprano que madure las rutas.

Nos llegó la verdad, y no la queremos.

 






Gerardo Robles estudio letras españolas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UACH, ha publicado varios libros y es autor de otros tantos. En 2019 ganó el Premio de Literatura Rogelio Treviño que otorga la Secretaría de Cultura del Gobierno de Chihuahua.

No hay comentarios:

Publicar un comentario