lunes, 23 de mayo de 2022

Un pollo, un rayo, una mochila azul... Almudena Cosgaya

 

Dintel de Almudena

5. Un pollo, un rayo, una mochila azul...

 

 

Por Almudena Cosgaya

 

 

El edificio, situado en la zona industrial, no era diferente a las demás naves en cuyo interior miles trabajaban jornadas laborales y turnos extras. Y algunos otros se quedaban de moradores en la eternidad.

De vez en cuando algún curioso forzaba los velos astrales y aquello hacía nacer las leyendas.

Tres jóvenes de mantenimiento quedaron atrapados durante una tormenta. Intentaban reparar el cielo para evitar que el agua llegará al piso de producción. El arduo trabajo en equipo rindió fruto. Se echaron al suelo para descansar un momento, pero el cansancio no dio tregua y se quedaron dormidos.

Un alarido los despertó con sobresalto. Escucharon pasos en la planta superior. Parecía que hubiera varias personas moviéndose hacia adelante y hacia atrás, hacia adelante y hacia atrás. Entonces fueron más conscientes de su entorno. Las paredes estaban espantosamente húmedas, y en todas partes había un olor horrible, como de cadáveres que se hubieran acumulado durante generaciones. Nunca había luz, de modo que recurrieron a sus celulares, solo para darse cuenta de que estaban sin batería.

Oyeron a una mujer gritar. El gemido les helo la sangre y el temor comenzó a paralizarlos. Amplias y lúgubres sombras; espantosas vigilias entre dos luces, donde los verdaderos gigantes agitan silenciosamente sus torcidas extremidades. Oscuros pasadizos en los que solo se podían distinguir telarañas y sombras.

Una puerta, o mejor dicho un hueco se abrió en el piso superior, y de nuevo la mujer gritó:

—¡No! —Sonaba como si estuviera llorando con gran aflicción—. Tiene que ser una pesadilla.

—¡Solo hacían su trabajo! —gritó un hombre, y el piso tembló mientras él intentaba tomar algo.

Entonces se hizo el silencio. Todo el lugar a su alrededor se inundó con el rumor de los muertos. Cuando el sonido por fin se detuvo, los jóvenes de mantenimiento escucharon a alguien descender arrastrando algo pesado que emitía un golpe seco. Lo oyeron recorrer tres sitios cercanos. Luego regresó por la cavidad y todo quedó en murmullo.

De repente, una extraña luz como la de un relámpago iluminó el sitio. Un rostro espantoso contempló a los jóvenes de mantenimiento desde el pasillo. Aterrorizados, los hombres huyeron de aquel sitio escapando por el hueco, perdiéndose en la luz.

Amelia y Malik miraban la escena. En espera de que los hombres volvieran sobre sus pasos. Los estímulos provocados por anormales experiencias y aventuras sinuosas provocaban en ellos aquella espantosa necesidad de emociones.

—¿Esto es siempre así? —preguntó Malik, con vergüenza y timidez.

—No siempre —respondió Amelia—. Pero es odioso el sendero de los saqueadores de tumbas.

La locura cabalga a lomos del viento… ¿puedes escucharla?







Almudena Cosgaya descubrió su gusto por las historias desde niña; hacía fanfics de relatos ajenos, lo cual fue para ella un excelente entrenamiento para escribir luego sus propios cuentos, al darse cuenta de que en algunos de sus relatos de fanfic había creado un personaje que merecía su propia historia. Es autora de poemas y de prosa narrativa. En 2017 publicó La maldición del séptimo invierno, su primera novela.

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