Dintel de Almudena
2. El auto
Por Almudena
Cosgaya
Martin y Amelia
trabajaban en maquiladora, él era el jefe de producción y ella la supervisora a
cargo del primer turno. La relación era cordial, llamadas por material y por
zonas a las que ella debía prestar más atención.
Aquel día en
particular Martín se sintió extraño, pues sentía que había algo fuera de lugar.
Amelia lo acompañaba en el auto cuando normalmente eso no sucedía, y, sin
embargo, ahí iban los dos conversando trivialidades del trabajo.
—Tenía tiempo
deseando salir de la rutina —confesó Amelia—. Gracias por el aventón.
—Con mucho gusto
—repuso Martín—. Nada me costaba darle un aventón a su casa.
—Desde el
accidente no me había percatado de lo hermoso que es afuera. Y supongo que es
porque nunca se valora lo que ya no se puede tener.
Martín condujo
hasta toparse con la entrada a la maquila.
—¡Que extraño!,
pensé que ya lo habíamos cruzado.
—Puede que desde
hace rato. Mejor, ¿por qué no me dejas aquí? —propuso Amelia—. Tal vez de esa
manera puedas irte... Yo regresaré caminando.
Con una extraña sensación
en la boca del estómago, Martín se detuvo.
—Amelia, mañana
espero nos pueda acompañar en el recorrido para la próxima visita. Y.… cuídese.
La mujer asistió
con la cabeza y se alejó. Él la siguió mirando por el retrovisor, hasta que una
repentina niebla la oculto.
Después de que
Martin se marchara, se percató que nuevamente se volvió a encontrar con la
caseta de entrada a la maquila. Algo dentro de él se estremeció.
¿Qué está
pasando? Algo anda mal. Será mejor volver a la planta.
Condujo lentamente
por el estacionamiento hasta encontrar su cajón habitual. Cuando se disipo la neblina,
vio los restos de un auto. Era una Toyota negra y tenía pinta de haber sido
embestida por otro auto. Había humo saliendo.
Cuando Martín se
dirigió a la Toyota, pudo ver a dos personas atrapadas en su interior. La
sangre se le helo, al ver que se trataba de Amelia. Retrocedió, mientras una
gama de imágenes le revelaba los hechos fatídicos de aquella tarde.
—No hay
resentimiento. Ya estaba escrito— dijo la mujer colocando su mano sobre el
hombro de Martín. Te esperábamos.
—Y la eternidad,
ya no está a la vuelta de la esquina —dijo el otro pasajero.
—¡Amelia! ¡Leo!
—murmuró Martín.
Los ecos siempre
regresan, a veces juntos y otras veces uno a uno...
Almudena Cosgaya descubrió su gusto por las historias desde niña; hacía fanfics de relatos ajenos, lo cual fue para ella un excelente entrenamiento para escribir luego sus propios cuentos, al darse cuenta de que en algunos de sus relatos de fanfic había creado un personaje que merecía su propia historia. Es autora de poemas y de prosa narrativa. En 2017 publicó La maldición del séptimo invierno, su primera novela.
Muy interesante, e intrigante.
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