Besar
Por Jaime
Gardea
—¡Que no!
—Pero me
gusta un montón.
—Así pasa,
nos gusta mucha gente, pero entiende que la efervescencia del sentimiento dura
un ratito; dentro de quince días ni te vas a acordar de él.
—¡Claro que
no! Yo sé que persistirá. Y si no hago algo hoy, me arrepentiré toda la vida.
—¿Qué pretendes
hacer? ¿A qué te refieres con eso?
—Ay no, para
qué te dije.
—No, ahora me
dices ¿qué plan tienes?
—Ninguno.
—¡No te
hagas!
—Ay, ya,
bueno, pensaba robarle un beso.
—¿En dónde?
—No sé,
podría llevarlo a biblioteca y ahí entre los libros donde nadie alcanza a ver.
—Pareces de
preparatoria.
—¡Y tú de
secundaria!
—¿Te acuerdas
del otro muchacho? El que se peinaba de libro abierto.
—Ah, claro
que sí, me encantaba ese.
—¿Cuánto duró
el amor?
—No inventes
tonterías, yo no me enamoré de él.
—Juras y
perjuras.
—Cállate.
—Es a lo que
me refiero Lo mismo me decías de él y mira hoy, sales con otro.
—Este caso es
diferente.
—Para ti siempre
es diferente.
—Mira, sé que
no lo entiendes, pero tengo la certeza.
—¿Qué le ves?
—No sé.
—Está canoso
y la panza no le cabe en la camisa.
—¿Qué tiene
de malo?
—Nada, pero
no es tu estilo.
—Pues quizás
ahora lo sea.
—Uy, te van a
decir arrastra viejitos.
—No, porque
solo sería él.
—¿Sí sabes
que está casado, verdad?
—No asumas
cosas.
—Tiene hijos.
—Sí, pero eso
es muy diferente a casarse; puedes tener hijos y no casarte, es más, puede ser
divorciado.
—A lo que me
refiero es que no sabes en qué puedes meterte, capaz y te golpean.
—Sería un
duelo que valdría la pena.
—Dios
santísimo, mira cómo hablas, no te importaría luchar por una persona,
literalmente.
—Pos oye, si
me gusta debo hacer lo necesario.
—Lo necesario es que entiendas que las
emociones que sientes ahorita son de muy corta duración, apenas lo viste hace
dos semanas, y eso muy pocas veces.
—No hace
falta pasar mucho tiempo con alguien para desarrollar amor.
—No te voy a
contradecir en eso porque es cierto, pero en tu caso ocurre cada vez que entra
uno nuevo.
—Él no es
nuevo, simplemente no lo había visto.
—Es
frustrante hablar contigo cuando traes las emociones revolucionadas.
—Así sucede
en general, no solo conmigo.
—Total,
digamos pues, le robas un beso ¿y luego?
—Ah, pues
sabría cómo es la sensación de sus labios, sería feliz con saber que lo besé
aunque sea una vez.
—¿Eso es lo
que quieres?
—Pues, te
digo, quiero mucho más que solo un beso, pero eso es lo mínimo que pido.
—Dices que
serías feliz.
—Muchísimo.
—Solo con un
beso.
—Claro.
—No te
importa que sea casado…
—¡Que no está
casado, no tiene anillo! Solo tiene hijos.
—...No te
importa que tenga hijos.
—Los podría
criar si me lo pide.
—Me imagino
ya están grandes y pueden cuidarse solos.
—Total, nada
de eso me importaría.
—Eso es
magnífico, porque todo este rato estuvo en la bodeguita de aquí atrás.
—No es
cierto.
—Sí… Mira…
—¡Ay no!
—Ay, sí.
—Qué pena, de
verdad, no es cierto nada de lo que dije.
—Está tan
consternado que no puede hablar.
—Así
bromeamos, decimos que nos gustan los maestros de aquí, pero solo para pasar el
rato, nunca hablamos en serio, es más, yo ya tengo compromiso con alguien.
—¡Qué
mentira!
—¡Es verdad!
Yo no me metería con alguien que yo no sepa que pasa en su vida, respeto mucho
eso.
—A mí se me
hace que todo lo que dijiste antes no concuerda, mira su cara, no te cree.
—Bueno, la
verdad sí me gusta un poquito usted, pero no es más allá de lo normal,
simplemente, digamos, me gusta verlo más que a los demás.
—Uy, creo que
está molesto.
—Quizá lo que
dije del beso fue un poco exagerado, o sea, sí, quisiera darle un beso, pero en
el cachete o algo así, más por el lado amigable que del otro, no es para
malinterpretarlo.
—No se vaya,
usted forma parte importante de esta conversación.
—Si está
dispuesto a irse, hágalo con completa libertad, pero por favor, no le diga a
nadie de lo que escuchó porque son bromas tan pesadas que pueden nacer chismes.
—Uy…
—¿De verdad
fue tan grave? ¿Por eso me agarra de los hombros?
—No. Me.
Chin-gues
—...
—...
—...
—Simplemente
no lo creo.
—...
—Sí, pase,
que tenga buen día, nos vemos mañana.
—...
—Así de
fácil.
—...
—Vamos, di
algo, ya te besó.
—...Es que…
—¿Qué? Habla
más fuerte.
—...yo…
—Fuera para
que estuvieras dando brincos de alegría.
—No puedo
creer que pasara.
—Pues mira
que a quien no habla Dios no le oye, y tú estuviste hablando… bastante clarito.
—Es como un
sueño, no siento mi cuerpo.
—Total, se
hizo la magia y tu sueño se volvió realidad.
—Sí… De
verdad es un milagro.
—Sí…
—...
—...
—¡Ay mira a
ese que guapo está! ¡Me encanta! ¡Lo quisiera besar, aunque sea una vez!
—Que te vaya
bien.
Jaime Gardea es egresado de letras españolas de la UACH, ha trabajado en el Departamento de Redes Sociales y Publicidad del Comité de Literatura y Cultura del Norte de México y en el Encuentro Nacional Escritores Jóvenes Jesús Gardea. Ha escrito guiones teatrales para la Biblioteca Infantil de la Secretaría de la Cultura de Chihuahua.
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