Anita niña maravilla. Novela seriada, episodio 8
Por Fructuoso Irigoyen Rascón
Otro compás de espera. El número llega, después de unos minutos, eternos otra vez.
Marca con cuidado.
―¡Aló! Soy Ricarda. Como ves no estoy. Déjame un mensaje y te marco cuando lo oiga. O si prefieres textéame. De cualquier forma, mucho amor.
―¡Por el amor de Dios! dinnos si tienes allí a Ana. ¡No tardes!
VII
―Soy el teniente Godínez. De Homicidios.
―Pero no se trata de un homicidio. Es una niña perdida.
―Oh, perdón, es que soy de homicidios pero estoy prestado a Secuestros. De cualquier manera muchas veces lo que comienza…
«Mantecoso infame, que ni lo diga porque entonces sí que habrá un homicidio» pensó Aurora con una expresión semejante al emoji de ira cambiando a suma preocupación.
―Y ¿como se llama la niña perdida?
―Ana.
―¿Señas particulares? ¿tatuajes?
―Tiene solo ocho años.
―¿Señas particulares?
―No, ninguna ―dijo Alfonso, corrigiéndose inmediatamente después― está en silla de ruedas, trae AFO’s.
―¿AFO’s? ¿Qué es eso?
Aurora tomó la palabra y explicó al gordo policía de que se trataba.
―Había oído de los UFO’s pero no de los AFO»s. ¿alguna otra cosa que sea peculiar de la niña?
―Si la oye hablar, parece que es una adulta. Usa un vocabulario muy…
―No creo que eso nos sirva de mucho para encontrarla. Digo, bueno por ella..
Había Godínez advertido que justo en frente de donde estaba él sentado había una mesita y sobre ella un confitero de cristal con pistachos recubiertos de chocolate, se le hizo agua la boca pero no se atrevió a tomar uno, y menos a pedirlo.
Pasando a describir a la sospechosa ―ahora llamada persona de interés.
―Bien formada, guapa, elegante… ―dijo Alfonso.
«Ahora resulta» ―pensó la celosa, es decir Aurora― «bien formada, guapa, elegante y se robó a mi hija«.
―¿Y de dónde la conoce usted?
―Era la secretaria de la psicóloga de mi hija.
A punto estuvo de corregirlo ―nunca fue su psicóloga, solo la vio para una evaluación― pero no tenía caso.
Pasó entonces a explicarle por qué sospechaban de ella.
El detective preguntó:
―Ricarda ¿Ricarda qué?
―No sabemos, pero la psicóloga de que le hablamos debe saber su apellido ―dijo Aurora dándole al obeso detective aquella misma tarjeta que trajo Anita de su primer visita. Aurora también le escribió en una hoja de papel las direcciones y números de teléfono que tenía. Pensó podrían ser útiles para dar con la niña.
―¿Tienen ustedes más hijos?
La expresión emoji que recordaría ver la cara que puso Aurora era la de ¿y a este qué le pasa? Más fácil contestar:
―Sí, la mayor Aurelia de doce años y el chiquito Alberto de cinco.
―¿Todos con A?
― Sí todos con A.
―¿Puedo hablar con ellos? ―mirando la expresión de Aurora y la aparente sorpresa de Alfonso, el hermético [ por si no nos habíamos dado cuenta era hermético] detective sintió que debía explicar
―Muchas veces cuando los papás no saben dónde están sus hijos, sus hermanos sí lo saben… ―no les gustó la explicación, él lo notó y dijo
―No se inquieten, la principal línea de investigación y persona de interés sigue siendo la señorita Ricarda.
Tal como Aurora lo había anticipado, el interrogatorio de los niños no proporcionó ninguna información nueva [para el detective, pues para Aurelia y Alberto fue novedad el saber que su hermana estaba desaparecida].
―¡Qué no se habían dado cuenta!
―Es que como la traen de aquí para allá y de allá para acá…
Aurora miró a Alfonso ―»hasta ellos nos culpan, ¿ves?«― debió decirlo, pero solo lo pensó y se soltó llorando. Emoji de suma tristeza.
―No llore señora. Ya verá que la encontramos.
«Faltaba que dijera viva o muerta«, después de todo era el teniente de Homicidios. Emoji de profundo dolor ahora matizado de enojo.
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