El (t)error
Por Karly S. Aguirre
En el año 2015 Fernanda, quien era mi mejor amiga desde el kínder, me contó que yo le parecía linda a Esteban Arias, uno de sus amigos que me había visto en una foto donde aparecíamos juntas en Facebook. Sabiendo que Fernanda estaba rodeada de amigos muy apuestos de la Facultad de Medicina, le dije que le pasara mi WhatsApp a su amigo.
Pasó un mes y nunca recibí mensaje alguno del amigo de Fernanda. Durante ese tiempo yo había conocido a un muchacho con el que al cabo de dos semanas ya había quedado de novia. Muy buen tino tuvo Esteban al enviarme un mensaje justo cuando yo ya tenía novio.
Me cayó muy bien por mensajes, aunque al ver su foto de perfil me sentí aliviada de no estar disponible para salir con él, pues no era atractivo en absoluto, seguramente por eso no salía en ninguna de las fotos de Paloma, y sus amigos que sí eran guapos. Además, Esteban no estaba en Medicina, él estudiaba alguna Ingeniería que no recuerdo, en el Tecnológico de Chihuahua.
Me dio lástima el pobre chico, pero, aunque era feo tenía un gran sentido del humor, o quizá solo era el hecho de que estaba enamorada y todo lo veía con buenos ojos. Así que se me ocurrió la idea de presentarle a una de mis amigas, Camila, quien estaba soltera y me había dicho que le encantaría conocer a alguien. En mi cabeza era muy buena idea enjaretárselo a mi amiga, después de todo yo había sido quien le había pedido a Paloma que le pasara mi número.
Esteban empezó a platicar con Camila y pronto tuvieron su primera cita y comenzaron a salir muy seguido. A Camila le agradaba Esteban y como a mí me había caído bien, a veces intercambiábamos mensajes de WhatsApp. Una tarde, por casualidad, Daniel pasaría por mi preparatoria, que le quedaba de camino, así que quedamos en comer juntos después de mis clases. Para sacarle plática durante la comida se me ocurrió preguntarle si conocí a uno de mis tíos que daba clases en el Tec y que, por experiencia de una de mis primas, sabía que era todo un Severus Snape con sus alumnos.
—¿Te ha dado clases Antonio Mackintosh?
—Sí, ¿por qué? —respondió despreocupado.
—Es mi tío.
—¿En serio? —respondió asombrado, abriendo sus ojos de par en par.
—Sí —reafirmé tratando de aguantarme la risa.
Disfrutaba ver el rostro de los pobres estudiantes de ingeniería al decirles que mi temible tío era su profesor. El tío Antonio siempre había sido muy cálido y risueño, me daba curiosidad conocer más sobre su alter ego de maestro estricto y serio del que todos hablaban. Era normal que después de que las personas supieran quién era mi tío me trataran diferente, con más respeto y seriedad. Pero en Esteban la revelación de quién era mi tío había causado algo mucho más que eso.
Después de nuestra salida a comer, Camila me contó que Esteban la había terminado de una forma cruel. Después de coger, ella le propuso que fueran novios, después de todo hacían todo junto, se la pasaban bien, se gustaban y con él había perdido su virginidad, pero el patán de Esteban Arias le dijo que no, porque de quien estaba enamorado era de mí.
Camila me odió profundamente en secreto. A partir de ese día comenzó a portarse diferente conmigo, pasivo agresiva, intolerante, irritable y hasta grosera. Eso era el inicio del fin de nuestra amistad, porque comenzó una rivalidad unilateral de parte de Camila, quien se esforzaba de manera sobrehumana para ser mejor que yo en todo, y luego se hundía en rabia al no poder lograrlo. No desde su perspectiva.
Por otro lado, yo traía al loco de Esteban Arias persiguiéndome a todos lados. Después de mi graduación de la preparatoria me tomé un año sabático en lo que decidía que hacer con mi vida. Conseguí un empleo en una empresa de telecomunicaciones donde mi horario cambiaba cada semana. Así que me dio terror ver a Esteban Arias esperándome afuera de mi trabajo una noche ¿Cómo sabía a qué hora salía? ¿Qué hacía ahí?
Gracias a mis compañeras de trabajo, con las que caminaba en grupo a la estación de autobús, pude librarme de Esteban esa noche. Después empezó el ataque cibernético, recibía solicitudes de amistad en Facebook e Instagram a diario, pues todos los días bloqueaba sus cuentas y el enfermo todos los días volvía a crear una nueva. Luego dejó de insistir y por un tiempo creí que eso se había terminado, pero desde entonces una vez al año durante, un determinado tiempo vuelve al ataque con la lluvia de solicitudes de amistad y de mensajes para que lo acepte. La última vez que supe de él fue en el año 2020, a mitad de la pandemia, esa vez contesté a su mensaje:
“No me interesa tener ninguna clase de relación contigo, por si no te ha quedado claro todavía, maldito enfermo.”
Parece que ahora sí se ha ido para siempre, eso espero. Tengo la sensación de que Esteban Arias quería tenerme para de esa forma sentir una especie de dominio sobre mi tío, quien era uno de sus profesores más estrictos.
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