viernes, 3 de mayo de 2024

Las arrugas del alma. Leoncio Acuña Herrera

Columna de Acuña

Las arrugas del alma

 

 

Por Leoncio Acuña Herrera

 

 

En su conocida obra Homo Deus dice Yuval Noah Harari, escritor israelí contemporáneo ‒aplaudido por unos, denostado por otros‒, que el ser humano ha aspirado siempre a dos grandes ideales: la felicidad y la vida eterna, esto es, vencer las enfermedades y la muerte para siempre.

Y en ese afán la ciencia se ha lanzado como proyectil, ansiosa de alcanzar esos sueños. Todos quisiéramos ser como el Dorian Gray de Oscar Wilde, esconder la vejez en el alma y mantener la juventud en la cara.

Hay algo muy evidente: inevitablemente la juventud tiene siempre algo de belleza, porque es la vida en plenitud. No es casual que sea tendencia subir al Facebook fotografías de cuando no pasábamos de los treinta. Y la vejez, seamos sinceros, no tiene nada de atractiva.

De ahí el morbo por ver cómo se han transformado las celebridades, lo vemos hoy en día en abundantes publicaciones banales, sobre todo en redes sociales, pero muy socorridas. ¿Ya viste como está ahora Demi Moore? ¿Qué le pasó a Alain Delon? Y así por el estilo.

Al llegar a los cuarenta me preocupaba tapar un poco la panza de cervecero y luego descubrí que esto no es solo consecuencia de la falta de ejercicio o de exceso de carbohidratos, sino también en gran parte una consecuencia natural del cuerpo, al dejar de crecer.

Hace ya tiempo veía cómo hombres que llegaban a los sesenta se pintaban el pelo para aparecer menos viejos, o se insertaban bisoñés para ocultar la calvicie, y yo me imaginaba la escena en sus familias o con sus amantes, “querido, quedaste de maravilla”, “papá, pareces de veinte”.

No se diga el caso de las mujeres que compran cremas caras o se ponen en manos de cirujanos plásticos, a veces con consecuencias mortales, o si les despliegan los ojos, terminan con una mirada extraña, o con cuellos altos para disimular el cuello.

La moda más reciente es cambiarse el rostro en los perfiles en Facebook o en redes sociales, en ponerse filtros para reducir los años o suavizar el cutis.

Pienso que de todos modos esto ello es infructuoso, que es más sabio resignarse al paso inevitable tiempo y que la felicidad nunca podrá ser completa porque no sabríamos apreciarla.

A lo más que podemos aspirar es a vivir saludablemente y a paliar las pesadas enfermedades que inevitablemente se agudizan conforme el cuerpo pierde su vigor.

Es preferible mostrarse uno como es, de todos modos nadie se fija tanto en los otros como uno consigo mismo.

Aquella vieja frase medio bobalicona de que la “verdadera belleza se lleva por dentro”, ‒y que yo atribuía como un consuelo: “eso lo dicen los que son feos”‒, finalmente tiene algo de razón, vale mucho la pena la paz interna.

Porque siempre aparecerán arrugas en la piel y sobre todo marcas en el alma. Hay que dejarlas ahí, de todos modos ninguna inteligencia artificial las va a atenuar y, como sea, marcan claramente el mapa de lo que hemos sido, ese es nuestro verdadero espejo.

 

Recomiendo este artículo de Irene Lebrusán en el El País, es de abril pasado “La IA y el no tan nuevo ideal de belleza imposible” https://elpais.com/proyecto-tendencias/2024-04-12/la-ia-y-el-no-tan-nuevo-ideal-de-belleza-imposible.html

 

3 mayo 2024

 

 

 

Leoncio Acuña Herrera, periodista y escritor, es licenciado en ciencias de la comunicación. Ha sido reportero en Novedades de Chihuahua, subdirector editorial de Norte de Chihuahua y jefe de información de El Heraldo de Chihuahua. Actualmente cursa la maestría en periodismo en la UACH.

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