Una mañana con matices púrpura y naranja
Por Fructuoso Irigoyen Rascón
Al fin, he logrado abrir una ventanita al mundo. La luz penetra al interior del huevo. Una mañana con matices púrpura y naranja. Olor a hierba mojada. Ampliar la abertura será lo siguiente, tal vez el cascarón se parta entonces por la mitad y pueda yo saltar hacia fuera, al centro del nido.
Y así lo hago.
Tengo hambre pero algo me dice que mamá ya viene con un gusanito en su pico. Miro alrededor y veo fragmentos no solo de la cáscara del huevo del que salí yo, sino de tres o cuatro más.
Pero, ¿dónde están mis hermanitos?
¿Mis hermanitas?
Después lo sabría: fue la comadreja, ese malvadísimo animal, que se los había zampado. No tuvieron oportunidad de nacer. Y me pregunto: ¿por qué ellos y no yo?
Mientras llega mamá con mi gusanito, miro otra vez los trocitos de cascarón esparcidos por el nido, deben haberse visto hermosos aquellos huevecillos de color azul pálido con motitas blancas.
Pero ahora la pregunta es: ¿quién llegará primero? ¿Mi mamá o la comadreja a terminar su desayuno?
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