Tintanueva
El despertar del lápiz. Presentación
Por Federico Corral Vallejo
Tengo poco tiempo de conocer a las familias Maytorena Rios y Rios Amézquita, partiendo de que mis amistades datan de 20 a 30 de añejamiento; sin embargo, desde el día uno y gracias a Angélica Enciso, aquí presente, llegué a sus vidas; recalco que desde el día uno me hicieron sentir como parte de su familia. Infinitamente gracias por su amistad, por su confianza y sobre todo por su cariño.
Augusto Rodin decía que “El arte es la gran verdad de la naturaleza vista a través del conocimiento humano”, y esa gran verdad viene a rebasar nuestra capacidad de asombro. Es el caso de El despertar del Lápiz. Partiendo de que el arte es después de todo un lujo, pero un lujo incluyente porque está al alcance de cualquier ser humano cuyo ingenio y sensibilidad sea capaz de despertar su inspiración, aún y cuando “La inspiración nunca duerme…” su magia nos cobija de luz, color, palabra, sonido, ritmo, acción, trazo, gesto, silencio y gracia –adjetivos, verbos y sustantivos que proceden de lo arcano y lo divino–.
El despertar del Lápiz presenta una obra literaria que va más allá del estereotipo de una antología convencional, pues dentro de su coraza encontramos diversos géneros literarios como la poesía, la minificción, el cuento y el tautograma, solo por mencionar algunos. Su compiladora y guía, Hilda Iliana Maytorena Rios (así sin acento), ha llevado a buen puerto a sus talleristas, con quienes la une no solo los ríos de sangre (este sí con acento), sino la convicción de la creatividad, pues además de escribir; también poseen los dones del canto, el baile, la música, la composición… No cabe duda que el arte es su ángel de la guarda.
El mayor vaso comunicante de este grupo de personas, cuyo numen siempre los está rebasando, es sin duda el amor que los une más allá de las letras y sus diversos talentos que les permite desplegar estos destellos poéticos y narrativos, cuya tensión literaria respalda cada texto aquí incluido donde cada página es un cuadrilátero de emociones impresas de formas comunes, pero con fondos extraordinarios, al menos dentro del canon literario personal. Recordemos que el arte no es identificación sino representación, que no es entendimiento sino sentimiento. Dejemos pues que El despertar del lápiz nos sorprenda de la piel hasta el alma y del corazón a la memoria.
Iniciaré entonces por orden de aparición de acuerdo con el índice.
Iliana Rios Maytorena: amiga entrañable y creativa en todos los sentidos y creadora en todos los aspectos, cantautora, escritora, músico, maestra, líder, generadora de arte en toda la extensión de la palabra, es a ella a quien le debemos esta maravillosa idea que de sueño pasó a ser realidad, plasmada en esta obra antológica, literaria y familiar.
El editor mexicano Juan Carlos H. Vera dice que: “El propósito de cualquier antología es dar a conocer nuevos autores”, y esta no es la excepción, sobre todo cuando la mayoría hasta el día de hoy hayan sido inéditos. Rescatar y dar la posibilidad y el espacio a noveles autores es una apuesta que tiene muchas posibilidades de ser ganada, apoyado en esta cita y con la moneda girando en el aire sobre esta apuesta, Hilda Iliana Maytorena Rios, te cedo la palabra.
Elizabeth Rios. Es la primera autora que muestra su trabajo tanto poético como narrativo, quien a lo largo de los apartados que conforman El despertar del lápiz va creciendo pian pianito hasta llegar a un nivel de escritura en forma. Su dedicación y esmero se hacen notar de manera sustancial en su cuento “Semanario” que dentro del todo es la parte de su quehacer literario, pues “Semanario” es la muestra fehaciente de su crecimiento escritural; esto lo digo con base en el eco y entendimiento de nuestra gran Rosario Castellanos quien pensaba qué: “Alguien me reveló que eso que yo hacía se llamaba literatura”; y esto es lo que hace Elizabeth, cito: La recámara es de techos altos con alfombra morada, cortinas gruesas color verde oscuro, y varios espejos con marcos dorados… Él la avienta sobre el colchón, le arranca las pantaletas y… Enhorabuena Liz, el micrófono es tuyo.
Fernando Rios. Él es la segunda voz, la segunda instancia, el segundo autor de este despertar, pero para mí como lector, como crítico y como literato, debe ser la primera apuesta, pues al leer, releer y desleer su obra me permite entrar en contacto con los vasos comunicantes entre poesía y prosa; y es en los blancos donde se esconde el mensaje de sus letras, en cada frase se percibe un compromiso consigo mismo, pues se aprecia el gozo de quien ama apasionadamente el oficio de escribir, como dice el autor argentino, Roberto Juarroz: “No escribo para codearme con Shakespeare o Cervantes… escribo simplemente porque amo la vida y la vida es poesía”. Sin quitarle peso a su labor narrativa, comparto este tautograma poético titulado: “Luto lunático”: La locura lucha, late lentamente… / La luz libera la lóbrega lápida. / Ligero, Lisandro, lanza lánguidas lágrimas. / Las luciérnagas, lamen lirios / lacran las letras… la loza lo lamenta: / “Loca Lucrecia, loca”. Estimado Fernando, es un gusto reconocerte, pues ya te conocía a través de tu literatura, adelante es tu momento para deleitarnos con tu palabra.
Hilda Rios. No cabe duda de que Hilda es narradora por naturaleza, pero es poeta por vocación. Su cuidado y dedicación en la rima y la métrica lo demuestran, pero más allá de toda técnica necesaria en el menester de la poesía. La narrativa le se sale hasta por los poros de su mirada, transparente y lúcida. Su escritura manifiesta libertad, compromiso y seriedad. Amén de la calidez que transmite desde el fondo del alma, porque según Gregory Corzo: “Uno es la palabra que escribe, ya sea poesía o prosa, no importa si está vestida de imagen o metáfora, uno siempre es la palabra que escribe”. Esto no significa que todo cuanto salga de su pluma sea biográfico, pero si trae consigo una parte del alma y de la piel que respaldan su historia. En los subgéneros del cuento, la minificción posee suma importancia, y es dentro de este terreno que Hilda logra dejar una profunda huella literaria cito: “Hay de polvos a polvos”: Quisiera ver la cara del droguero cuando descubra que intercambié los frascos del bicarbonato y el cianuro”. Enhorabuena, querida Hilda, te cedo cariñosamente la palabra.
Martín Maytorena. Ludismo y reflexión, milagro y magia, es lo que Martín nos devela en cada participación de El despertar del lápiz. Por un lado, su autorretrato y su amor discordante, y por el otro lado, su tiempo a destiempo. No cabe duda de que el ingenio de este novel autor tiene mucho que dar, pues al leerlo descubrimos que como acota Juan Bosch en sus Apuntes sobre el arte de escribir cuentos que: “Cuento quiere decir llevar cuenta de un hecho. La palabra viene del latín computus, y es inútil tratar de rehuir el significado esencial que late en el origen de los vocablos… Llevar la cuenta es ir ceñido al hecho que se computa, el que no sabe llevar con palabras la cuenta de un suceso no es cuentista.” Esto él lo intuye y por tanto lo pone en práctica, cito: La chica se quedó atónita, no daba crédito a lo que veía a través del orificio de la pared de su oficina. Por meras cosas del azar, estaba clavando un clavo para colgar un cuadro… Estimado Martín: es tu turno.
Sabrina Maytorena. Dicen que no hay quinto malo y Sabrina es la quinta autora de esta antología. Ella es una caja de sorpresas: canta, armoniza y compone. Ciertamente es la revelación del libro.
Dos textos narrativos son su incursión a la literatura. Su lenguaje es desparpajado, contemporáneo y genuino, no hay temor de ser y estar, la palabra en toda la extensión es su forma de confort. No hay que quitarle el ojo porque tarde o temprano conoceremos más de su pluma, que tiene la capacidad de metaforizarse aún y cuando escriba prosa.
El escritor español Rafael Gutiérrez Girardot cree: “que la metáfora tiene una función intelectual; es la misma que tiene el lenguaje en su concepción habitual: la de expresar verdades ocultas…” de manera frontal y sin tapujos, cito: “¡Me lleva la chingada! Qué bien se ve… ¡Claro! Si yo me pasara dos horas poniéndome toda la tlapalería encima, también me vería así… Seguramente mejor. ¡Uta! Siempre abre con la misma canción… ¿No se harta de tocar siempre lo mismo?”. Señoras y señores con ustedes: Sabrina.
Miguel Maytorena. Hablar de un autor por un solo texto recopilado en este Despertar del lápiz no es tarea fácil y este es el caso; sobre todo por la brevedad del mismo, lo que sí me complace es que forme parte de la columna vertebral de la antología citada, que sin duda es: “Última parada”: Los pasillos del Infierno (Parafraseando el orden del buen Dante).
Donde todos los antologados, incluida la recopiladora, forman un cuentario en torno a los pecados capitales y Miguel desarrolla su visión sobre la ira, cito: “Ira, ira, que se estira. Tanto vamos estirando la liga de lo que es conveniente en términos sociales, que, al no manifestar la ira de manera regular, llega el momento de ruptura de esa liga…” como podemos apreciar el ritmo y la cadencia del texto tiende a una melodía rapera. Miguel el micrófono te espera.
Estamos en la recta final, recuerde que un libro puede ser su mejor amigo, un gran viaje al interior de nuestra vida. Los libros no son producto de la magia sino del tesón, nos dan un placer infinito gracias a la música que poseen las palabras, y qué más allá de la catarsis es un vehículo de sanación y salvación.
Me resta agradecer la presencia de ustedes. Están convidados al brindis y al ambigú, pero sobre todo a la compra del libro que está a la venta. Muchas gracias Familia Maytorena Rios y Familia Rios Amézquita. Gracias amigos, familiares, alumnos y maestros, por acompañarnos esta tarde.
Federico Corral Vallejo
4 mayo 2024
Ciudad de México
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