Cuquis Lit
El eco perenne de mi madre
Por Cuquis Sandoval Olivas
Sufrió los embates del tiempo inclemente,
su piel tan lozana se fue marchitando,
arrugas y canas estaban presentes
su paso y sus fuerzas se fueron menguando.
Su fulgor, su brillo, sufrió contratiempos
como flor marchita pétalos tirando
medía sus pasos, tomaba sus tiempos
su voz y firmeza estaban abdicando.
Cambio su terruño, cambió su aposento
dejando su casa, hábitos, costumbres,
su rostro a veces mostraba descontento
por sendero incierto con incertidumbres.
Y llegó ese día que no tuvo aliento
fuerza y confianza desvaneciendo,
se postró en la cama, no ingirió alimento
y todo su mundo se fue oscureciendo.
Espíritu y alma buscaban la luz
Poquito a poco volaba del mundo
como cuando Cristo abrazaba la cruz,
su cuerpo con llagas, con dolor profundo.
Y entonces exhaló el último aliento
paz y tranquilidad en su rostro inerte
emigró hacia el cielo cual suspiro al viento.
El dolor de su ausencia ¡es un frío de muerte!
Lo más subsecuente al perder su esencia
como pesadilla fluyen los momentos
velatorio, flores, y amable presencia
llantos desgarrados y tristes lamentos
Perdimos su vida, también el sosiego,
consejo oportuno, guía y dirección,
huérfana de madre sin luz como un ciego
la busco en el cielo. No tengo otra opción
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