Rollos cortos
El crimen que obligó a la creación del 911
Por Luis Raúl Herrera Piñón
Nueva York, marzo de 1964. Kitty Genovese, de 29 años, regresaba de su trabajo de gerente de un bar. Eran más de las tres de la madrugada. Estacionó su coche cerca del conjunto de apartamentos donde vivía con su pareja en Queens. Apenas llegó a la acera, un individuo la apuñaló dos veces por la espalda. Genovese gritó “¡Dios mío, me ha apuñalado, ayúdenme”. El grito fue desgarrador.
Algunas luces de los apartamentos de enfrente se encendieron y un vecino le gritó al agresor que dejara a la mujer en paz. El individuo así lo hizo. Kitty, mal herida, pudo llegar a la puerta que conducía a los apartamentos donde estaba el suyo, pero nada más cruzar la puerta se derrumbó. El asesino, al ver que ningún vecino iba en rescate de la víctima, fue a rematarla acuchillándola de nuevo.
Entre el grito inicial de Genovese y su muerte pasaron 35 minutos.
Poco después el New York Times publicó que 38 testigos habían visto el asesinato y que ninguno había llamado a la policía. Los psicólogos Darley y Latané pudieron confirmar con este crimen las hipótesis de sus experimentos de lo que llamaron “efecto espectador”, que refiere que entre más sean los testigos de un crimen, menos posibilidad existe de que alguien intervenga porque las responsabilidades se diluyen.
Lo sucedido a Genovese causó gran malestar y preocupación en la sociedad estadounidense, pues quedaba en evidencia la apatía y el desinterés por lo que le sucedía al prójimo. Esto motivó campañas de vecinos vigilantes y hubo presión de la ciudadanía y de políticos para la creación de un número telefónico de respuesta inmediata ante una emergencia.
Así, en enero de 1968 se anunciaba la creación del número de emergencias 911. Antes de su aplicación, la gente debía marcar el número “0” y una operadora la ponía en contacto con la estación de policía más cercana.
La trágica muerte de Kitty Genovese ha sido parte de la cultura popular de Estados Unidos y más allá de sus fronteras. Una película de Dinamarca, titulada “37” y dirigida por Puk Grasten en 2016, cuenta la historia desde el punto de vista de los testigos del crimen. El director se limita a contar las historias separadas de los testigos –durante el día y la noche del suceso– sin adentrarse en hipótesis o teorías sobre el por qué no actuaron en los momentos posteriores al primer ataque sobre Genovese. Esto le resta tensión al filme, que se convierte en una especia de documental sin gran interés, pues tampoco aporta algo nuevo sobre los hechos.
En cambio, el documental The witness es un emocionante y duro recorrido por los lugares en que ocurrió el asesinato de Kitty, realizado por su hermano, William Genovese.
Muy bien planeado y mejor realizado, el documental muestra a los testigos que quedaban vivos en 2015, a los periodistas que cubrieron la noticia y a las autoridades encargadas del caso. Poco a poco, William va descubriendo que en realidad la historia sobre la muerte de su hermana no fue como la contó el New York Times, además de conocer cosas que desconocía de la vida de Kitty.
Por cierto, hay una película francesa titulada 38 témoins, de 2012, dirigida por Lucas Belvaux, que cuenta una historia similar a la del asesinato de Kitty Genovese, y que obviamente está basada en el hecho real.
Sin duda, un documental estremecedor que vale mucho la pena ver.
Título original: The Witness. Duración: 89 minutos. Año: 2015. País: Estados Unidos. Director: James D. Solomon. Reparto: Documental, intervenciones de: Kitty Genovese, Shannon Beeby, William Genovese. Dónde ver: Disponible en Netflix y en Youtube con audio y subtítulos en inglés: https://www.youtube.com/watch?v=kepwlL44Neo
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