sábado, 3 de noviembre de 2018

José Luis Domínguez. Fuga de abismos antología juarense

Fuga de abismos antología juarense

Por José Luis Domínguez

  El silencio eterno de esos espacios infinitos, me espanta.
Blaise Pascal.
                                                                          
Fuga de abismos es una antología compuesta por dieciocho poetas y narradores surgidos de la experiencia de un taller literario en la ciudad fronteriza norte de Chihuahua. Resulta esperanzador encontrar en ella las primicias de una creatividad colectiva que nos habla de un amor por la palabra escrita. Una antología resulta ser, antes que otra cosa, una apuesta contra el tiempo, un testimonio y un acontecimiento. De hecho, toda antología literaria debería llamarse así, “Fuga de abismos”, de ahí el epígrafe de Blaise Pascal que acompaña a la presente presentación, “Les silences éternal de ces espaces inifini, m¨effraie”, el silencio eterno de esos espacios infinitos me espanta, porque enfrentarse a la página en blanco es lo mismo que enfrentarse a un espacio infinito, o ya de plano, enfrentarse al abismo, pero no a cualquier abismo, sino al abismo de sí a través de la escritura. Cada página abismal, que a la vez resulta ser un espejo donde nos reflejamos, se nos va convirtiendo, merced al tesón y a la terquedad, en una “misce en abyme”, puesta en abismo. Estoy de acuerdo con el poeta amigo Edgar Rincón Luna cuando afirma que la literatura es una carrera de honda y alta resistencia. No bastan el talento o el deseo; hacen falta también el coraje, la valentía, la insistencia.
Resistir, primero que a nada, a un gobierno apático a la importancia que tienen las Bellas Artes, al humanismo; apático a los problemas serios a los que se enfrentan los creadores artísticos; resistir, en segundo lugar, en un país con un altísimo índice de corrupción y miseria, cuyos gobernantes se han vacunado contra toda clase de sensibilidad artística y humana y a los que les encanta el disfraz, la máscara, la doble moral; resistir a esas trampas de la fe con la que escribimos, dudando a veces de que lo nuestro importe; resistir a un mundo que canta, como sirenas griegas, su loa ciega al confort y a la enajenación; y para el colmo, resistir en un país de tan pocos lectores y de tan pocas ganas de hacer las cosas bien. Escribir es resistir. Incluso el lenguaje mismo que utilizamos, a la hora de escribir parece ofrecernos todo tipo de resistencias.
No quisiera creer que esta “Fuga de abismos” terminará por convertirse en abismos en fuga. Lo cual, lo querramos o no, tendrá que ocurrir de manera irremediable. Mis veintiséis años coordinando talleres literarios en el estado de Chihuahua respaldan esto que digo. La pregunta obligada es ¿cuántos de estos dieciocho autores juarenses persistirán en su empeño escritural? Ojalá que todos, ojalá que ninguno diga no, ojalá que cada uno de ellos se emperre en este cruel y excelso oficio de las bellas letras, y que pronto puedan darnos sus frutos de manera individual. Chiva el que se raje.
Aún sin haber leído a Ludwig Wittgenstein, quien ha dejado claro que los límites de nuestro lenguaje son los límites de nuestro propio mundo, nacemos al filo de nuestra lengua. Poemas de amor y de odio, de amor y de extrañeza, de amor y de erotismo, de anticipación y gozo. ¿Acaso no son estos tiempos posmodernos los idóneos como para mirar el mundo con esa misma lupa que lo agranda, pero que a la misma vez puede incendiarlo? Para escribir poesía usamos la lengua, los dientes, el oído y el silencio, sobre todo el silencio. Utilizamos la exaltación de los sentidos para percibir esas múltiples realidades que se agitan en nuestra existencia. El texto titulado “Plaza”, por ejemplo, tiene un ritmo asonantado, nos habla de una poeta que sí sabe cantar. Uno de los poetas sigue la senda de la imaginación y de la inteligencia y en sus líneas hemos creído escuchar la “interminable voz del aire”. La crudeza de Violenta resulta encantadora, su órgano central es el ojo, no el oído. Violenta, la Gorgona capaz de convertirte en lector de piedra luego de leerla, que es lo mismo que mirarla. Violenta, la gata que para convencerse de que el gato existe tiene que hacerlo pedazos antes de incendiarse. Es la jodida vida, lo sé. Dos gorriones vuelan y la vida se nos va. Y en la “Contradicción” me quedo con ganas de seguir leyendo, pero solo son dos dos textos. No hay más, qué remedio. “No quiero ser una matricida”, pero mi madre sigue ahí, chinga que chinga. ¿Quiénes se hacen llamar aquí Guillotina, Alukandra, Koko Dianto? Diantre de Koko, diantre de Dianto, alegórica. Describir una bola de cristal, una bicicleta y el acto de encabronarse consigo mismo en un solo poema resulta contradictoriamente tierno. La infancia de todos está ahí, y de golpe regresa. Aparece en un autobús el tema de la pistola de Anton Chéjov, y tarde o temprano habrá de ser disparada en ese crimen moral y crimen físico. La imagen del paso casi angelical de una joven que lee en el transporte colectivo desciende, se escapa, dejando en nosotros un no sé qué que queda balbuciendo, por no decir babeando o con un halo de tristeza. Las prostitutas también se suben al camión. Todo cabe en un urbano sabiéndolo acomodar. El verbo, corazón, tuétano de toda trama, impera. El amor homoerótico hace su aparición, lo cual comprueba que hay otros mundos eróticos, pero están en éste. Tampoco me había fijado que quienes cazan son las leonas. La camioneta en que los beodos cargan gasolina también puede convertirse en un mirador filosófico. Hay una loca asfixia en el mundo que se reduce hasta el paroxismo vía la embriaguez, la locura y los microespacios. El tedio existencial se encuentra hasta en la muerte de un simple colchonero. Y en el campo parecen no ocurrir cosas más trascendentales que las rosas. El drama se gesta al interior del ser. El ojo narrativo también es la clave, Guilile es una excelente muestra. Una chica que tiene nombre de gato y un gato que tiene nombre de persona, es el colmo. Triángulo amoroso entre garras y por lo mismo, desgarrador. En fin, esto y más encontrarán ustedes en “Fuga de abismos”, enhorabuena por todos nosotros los lectores.




José Luis Domínguez es escritor y promotor cultural, autor de poesía, cuento, ensayo literario, crónica, leyendas y novela. Premio Chihuahua de Literatura 2001, Premio Internacional de Poesía Gilberto Owen Estrada 2007 además de una lista larga de otros premios literarios. Ha publicado los libros Jonás,  Universidad Autónoma de Chihuahua, 1996; Quinteto para un pretérito, Instituto Chihuahuense de la Cultura, 2000; El jardín del colibrí, Instituto Chihuahuense de la Cultura, 2002; Los dedos en la llama, Instituto Chihuahuense de la Cultura, 2006; El barrio viejo de mis recuerdos, Presidencia Municipal de Ciudad Cuauhtémoc, 2006; El amor destruye lo que inventa, Universidad Autónoma del Estado de México, 2008; Diez leyendas de Cuauhtémoc, Edición del autor, 2008; Un corps de femme, tiede et deux…Mantis Editores / Le Écrits des Forges, Quebec, Canadá, 2009; Déjá Vú y otros cuentos Instituto Chihuahuense de la Cultura, 2016; 17. Manual de poética para universitarios: los diversos senderos hacia una poética personal, Instituto Chihuahuense de la Cultura, 2016 y 18. La otra historia de los menonitas, Instituto Chihuahuense de la Cultura, 2016.

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