José Fuentes Mares: del personaje
al ser humano
Por Iván Carlos
Transcurridos 100 años desde la
llegada al mundodel escritor chihuahuense y universal José Fuentes Mares,
nacido en la calle Libertad de la ciudad de Chihuahua un 15 de septiembre de
1918, su obra continua siendo referente obligado cuando de la historiografía de
México se trata, sin menoscabo de su obra puramente literaria como fueron sus
novelas, ensayos, cuentos y obras dramáticas, y de su importante labor como
promotor de la cultura y las artes en su estado natal, donde junto con otros
hombres comprometidos con su tiempo marcaron un parteaguas en la forma de
rescatar, promover y difundir lo mejor de las expresiones del espíritu y la
inteligencia humanos.
De entre sus más de treinta libros
publicados destacan, por su impacto en el momento de su publicación y por su
trascendencia, la tetralogía en torno a la figura de don Benito Juárez, Juárez y los Estados Unidos, Juárez
y la intervención, Juárez
y el imperio, Juárez y la
República, antologados por primera vez por editorial La Prensa bajo el nombre de Y México se Refugió en el Desierto, y
más recientemente por el Instituto Chihuahuense de la Cultura y la UACJ en el
tomo 1 de la colección Obras Históricas,
textos en los que aborda al Benemérito de las Américas desde diferentes ángulos
en los que el personaje de bronce es bajado de su pedestal y presentado de
carne y hueso con claro oscuros incluidos, como un hombre producto de su tiempo
y de sus circunstancias.
En este mismo tenor, humanizar
personajes históricos hasta entonces intocables, libros como Miramón, el hombre, Cortés,
el hombre, Lerdo de Tejada y el amor, Santa
Ana, historia de un comediante, Génesis del expansionismo norteamericano, La
revolución mexicana, Poinsett, historia de una gran intriga, México,
biografía de una nación, Las memorias de Blas Pavón, La
emperatriz Eugenia y su aventura mexicana, entre otros,
generaron en su momento grandes controversias, dado el carácter irreverente y el
estilo novelado con que el escritor revestía sus textos que, dicho sea de paso,
eran producto de serias investigaciones en archivos de México, Europa y Estados
Unidos, donde al lado de su incansable y solidaria esposa, doña Emma Peredo,
indagaba durante largos y costosos viajes, durante extenuantes jornadas
navegando entre papeles, fotografías, libros y documentos; el resultado: obras
literariamente ricas e históricamente revolucionarias, generadoras de opiniones
encontradas que iban desde la admiración por la forma tan dinámica, asequible y
divertida de presentar la historia a los lectores, hasta agudos y apasionados señalamientos
por parte de algunos historiadores que aducían una falta de rigor histórico en
las obras. Estas polémicas y encontronazos al final solo contribuían a coronar
los libros de Fuentes Mares con un importante posicionamiento en los anaqueles
de las librerías de México, España y Latinoamérica, donde alcanzaba un gran
volumen de ventas. Algunos de estos libros continúan siendo editados en la
actualidad de manera individual o a través de antologías realizadas por
programas editoriales universitarios, gubernamentales, e incluso por
editoriales comerciales.
Su paso por la dramaturgia fue breve
pero también exitoso: La emperatriz:
desvarío de amor en tres actos, La joven Antígona de va a la Guerra, Su alteza
serenísima y La amada patidifusa
fueron en su momento éxitos de taquilla en su natal Chihuahua y en algunas
otras regiones del país. Algunas de ellas continúan hoy día formando parte del
repertorio dramático de grupos de teatro mexicanos.
Renglón aparte merece su paso por
el ensayo, manifestado en obras como Ley,
sociedad y política y Kant y la
evolución de la conciencia, entre otros editados formalmente como libros o
disertados en sus excelsas conferencias donde hacía gala de una extraordinaria
retórica, matizada con un gran sentido del humor, y un fino pero asequible
manejo del lenguaje.
Gran amigo de sus amigos, y hábil –como
buen taurino– en el manejo del capote ante las embestidas de sus detractores,
José Fuentes Mares era un hombre culto de convicciones firmes, capaz de sobrellevar
con gracia cualquier discusión en torno a la literatura, las artes, el vino, la
buena mesa, la política y la cultura en general. Su seductora teatralidad le
colocaba más allá de la categoría de persona, en la de personaje. Su carácter
de hispanista y su gran apego a la cultura europea, notorio desde su bigote a
la inglesa y su capa cordobesa utilizada en ocasiones especiales, hasta su tono
españolizado, le acarreaba abundantes críticas por parte de algunos sectores
del ámbito literario y político, sobre todo en corrientes como el nacionalismo,
la izquierda y el indigenismo que lo señalaban como malinchista,
ultraderechista o racista, entre otras etiquetas igualmente acusatorias.
De este aspecto de su
controversial personalidad se desprenden algunas anécdotas como la de su breve
paso por la rectoría de la UACH, a la que tuvo que renunciar debido al
descontento de algunos sectores que no estaban de acuerdo con su ideología y
que lograron consolidar un movimiento importante en contra de su nombramiento;
otra del programa Contrapunto, donde
su amigo Jacobo Zabludovsky, con quien colaboró en los setentas con cápsulas
culturales filmadas en su estudio en Chihuahua, lo invitó a un panel de debate
con el tema Hernán Cortez: héroe o
villano, junto con otros historiadores del momento, programa que, dicho sea
de paso, obtuvo ese año el Premio Rey de España. La discusión alcanzó una
temperatura muy alta y en su punto más crítico, Miguel León Portilla dijo “es
que cuando los españoles bajaron de sus barcos…”, a lo cual fue abruptamente
interrumpido por Fuentes Mares quien le increpó diciendo “Miguel: ten cuidado
con lo que vas a decir porque yo bajé en uno de esos barcos”.
En su última entrevista,
precisamente con Jacobo Zabludovsky, en el noticiero 24 horas, cuatro meses antes de su deceso, el escritor dio muestra
de su agudeza mental y de su ingenio, y una entrevista que tenía por objetivo
la simple promoción de su entonces más reciente libro de cuentos, Las mil y una noches mexicanas II, se
convirtió en todo un manifiesto de su ideología. En esa ocasión habló de su
visión de la historia a la que consideraba como una espiral en donde las mismas
situaciones se repetían una y otra vez con diferentes protagonistas; que los
humanos, a diferencia de los caballos, siempre tropezábamos con las mismas
piedras. Ante esto, el periodista le pregunto si es que los caballos eran más
inteligentes que los humanos, a lo cual Fuentes Mares dijo “no es que los
caballos sean más inteligentes, es simplemente que los caballos están fuera del
concepto de la historia”. En referencia al libro presentado, se habló también
de cómo él dotaba de fantasía episodios históricos y los convertía en cuentos,
y ante la pregunta de cuál era la diferencia entre la fantasía y la mentira, don
José argumentó que “el mentiroso es un enfermo, en cambio el fantasioso es un
soñador”.
Llama la atención cómo explica el
génesis del héroe, al decir que para que el hombre, un “bípedo implume”, se vea
convertido en un “mito posible”, necesita tener un partero que ponga en juego
las circunstancias propicias para el alumbramiento de ese mito, y ejemplifica
diciendo que Victoriano Huerta era el partero de Madero; el de Juárez, Napoleón
III, y el de Miramón era Juárez, y remata con una frase lapidaria: “y para
acabar, que Judas fue el partero de Jesús; sin Judas no cabría hablar del
Cristianismo”.
Capítulo aparte merece la figura de
José Fuentes Mares el sibarita, el sommelier amante de los buenos vinos, el
excelso cocinero de paellas y otros suculentos platillos, el que organizaba
reuniones de queso, pan y vino con sus amigos en las que el sabor de las
viandas era sazonado con nutritivas y enriquecedoras conversaciones; su libro Nueva Guía de Descarriados da cuenta de
esa faceta.
Se le recuerda como el hombre que
escribía su libros en una antigua máquina Remington ‘intravagando’ en la
soledad de una cabaña en el paradisiaco Cumbres de Majalca, parque nacional que
recorría por las mañanas en largas caminatas en las que era imposible seguirle
el paso; el que soltaba el volante de su Jeep en la carretera para acentuar o
puntualizar su apasionada conversación, el que se hablaba de tu con reyes y
presidentes lo mismo que con el más humilde paisano a quien trataba con
respeto, el que ironizaba sobre nacer en el desierto con apellidos
acuíferos, el que burlonamente se
refería como “doña Leucemia” a la enfermedad que un día 8 de abril de 1986 lo
llevó a la tumba; el que en un eventual ejercicio como poeta escribió:
“¡Que no duerma el fuego!
Estamos de vuelta todos.
Hogar de viejos leños y pájaros escondidos.
Domesticado cataclismo.
¡Que no duerma hasta morir yo con él!
Hasta volverme ceniza compartida.
¡Que no duerma el fuego!
¡Que no duerma mientras vivan raíces, troncos y retoños!”
Estamos de vuelta todos.
Hogar de viejos leños y pájaros escondidos.
Domesticado cataclismo.
¡Que no duerma hasta morir yo con él!
Hasta volverme ceniza compartida.
¡Que no duerma el fuego!
¡Que no duerma mientras vivan raíces, troncos y retoños!”
No hay comentarios:
Publicar un comentario