jueves, 29 de noviembre de 2018

Iván Carlos

José Fuentes Mares: del personaje al ser humano

Por Iván Carlos

Transcurridos 100 años desde la llegada al mundodel escritor chihuahuense y universal José Fuentes Mares, nacido en la calle Libertad de la ciudad de Chihuahua un 15 de septiembre de 1918, su obra continua siendo referente obligado cuando de la historiografía de México se trata, sin menoscabo de su obra puramente literaria como fueron sus novelas, ensayos, cuentos y obras dramáticas, y de su importante labor como promotor de la cultura y las artes en su estado natal, donde junto con otros hombres comprometidos con su tiempo marcaron un parteaguas en la forma de rescatar, promover y difundir lo mejor de las expresiones del espíritu y la inteligencia humanos.
De entre sus más de treinta libros publicados destacan, por su impacto en el momento de su publicación y por su trascendencia, la tetralogía en torno a la figura de don Benito Juárez, Juárez y los Estados Unidos, Juárez y la intervención, Juárez y el imperio, Juárez y la República, antologados por primera vez por editorial La Prensa bajo el nombre de Y México se Refugió en el Desierto, y más recientemente por el Instituto Chihuahuense de la Cultura y la UACJ en el tomo 1 de la colección Obras Históricas, textos en los que aborda al Benemérito de las Américas desde diferentes ángulos en los que el personaje de bronce es bajado de su pedestal y presentado de carne y hueso con claro oscuros incluidos, como un hombre producto de su tiempo y de sus circunstancias.
En este mismo tenor, humanizar personajes históricos hasta entonces intocables, libros como  Miramón, el hombre, Cortés, el hombre, Lerdo de Tejada y el amor, Santa Ana, historia de un comediante, Génesis del expansionismo norteamericano, La revolución mexicana, Poinsett, historia de una gran intriga, México, biografía de una nación, Las memorias de Blas Pavón, La emperatriz Eugenia y su aventura mexicana, entre otros, generaron en su momento grandes controversias, dado el carácter irreverente y el estilo novelado con que el escritor revestía sus textos que, dicho sea de paso, eran producto de serias investigaciones en archivos de México, Europa y Estados Unidos, donde al lado de su incansable y solidaria esposa, doña Emma Peredo, indagaba durante largos y costosos viajes, durante extenuantes jornadas navegando entre papeles, fotografías, libros y documentos; el resultado: obras literariamente ricas e históricamente revolucionarias, generadoras de opiniones encontradas que iban desde la admiración por la forma tan dinámica, asequible y divertida de presentar la historia a los lectores, hasta agudos y apasionados señalamientos por parte de algunos historiadores que aducían una falta de rigor histórico en las obras. Estas polémicas y encontronazos al final solo contribuían a coronar los libros de Fuentes Mares con un importante posicionamiento en los anaqueles de las librerías de México, España y Latinoamérica, donde alcanzaba un gran volumen de ventas. Algunos de estos libros continúan siendo editados en la actualidad de manera individual o a través de antologías realizadas por programas editoriales universitarios, gubernamentales, e incluso por editoriales comerciales.
Su paso por la dramaturgia fue breve pero también exitoso: La emperatriz: desvarío de amor en tres actos, La joven Antígona de va a la Guerra, Su alteza serenísima y La amada patidifusa fueron en su momento éxitos de taquilla en su natal Chihuahua y en algunas otras regiones del país. Algunas de ellas continúan hoy día formando parte del repertorio dramático de grupos de teatro mexicanos.
Renglón aparte merece su paso por el ensayo, manifestado en obras como Ley, sociedad y política y Kant y la evolución de la conciencia, entre otros editados formalmente como libros o disertados en sus excelsas conferencias donde hacía gala de una extraordinaria retórica, matizada con un gran sentido del humor, y un fino pero asequible manejo del lenguaje.
Gran amigo de sus amigos, y hábil –como buen taurino– en el manejo del capote ante las embestidas de sus detractores, José Fuentes Mares era un hombre culto de convicciones firmes, capaz de sobrellevar con gracia cualquier discusión en torno a la literatura, las artes, el vino, la buena mesa, la política y la cultura en general. Su seductora teatralidad le colocaba más allá de la categoría de persona, en la de personaje. Su carácter de hispanista y su gran apego a la cultura europea, notorio desde su bigote a la inglesa y su capa cordobesa utilizada en ocasiones especiales, hasta su tono españolizado, le acarreaba abundantes críticas por parte de algunos sectores del ámbito literario y político, sobre todo en corrientes como el nacionalismo, la izquierda y el indigenismo que lo señalaban como malinchista, ultraderechista o racista, entre otras etiquetas igualmente acusatorias.
De este aspecto de su controversial personalidad se desprenden algunas anécdotas como la de su breve paso por la rectoría de la UACH, a la que tuvo que renunciar debido al descontento de algunos sectores que no estaban de acuerdo con su ideología y que lograron consolidar un movimiento importante en contra de su nombramiento; otra del programa Contrapunto, donde su amigo Jacobo Zabludovsky, con quien colaboró en los setentas con cápsulas culturales filmadas en su estudio en Chihuahua, lo invitó a un panel de debate con el tema Hernán Cortez: héroe o villano, junto con otros historiadores del momento, programa que, dicho sea de paso, obtuvo ese año el Premio Rey de España. La discusión alcanzó una temperatura muy alta y en su punto más crítico, Miguel León Portilla dijo “es que cuando los españoles bajaron de sus barcos…”, a lo cual fue abruptamente interrumpido por Fuentes Mares quien le increpó diciendo “Miguel: ten cuidado con lo que vas a decir porque yo bajé en uno de esos barcos”.
En su última entrevista, precisamente con Jacobo Zabludovsky, en el noticiero 24 horas, cuatro meses antes de su deceso, el escritor dio muestra de su agudeza mental y de su ingenio, y una entrevista que tenía por objetivo la simple promoción de su entonces más reciente libro de cuentos, Las mil y una noches mexicanas II, se convirtió en todo un manifiesto de su ideología. En esa ocasión habló de su visión de la historia a la que consideraba como una espiral en donde las mismas situaciones se repetían una y otra vez con diferentes protagonistas; que los humanos, a diferencia de los caballos, siempre tropezábamos con las mismas piedras. Ante esto, el periodista le pregunto si es que los caballos eran más inteligentes que los humanos, a lo cual Fuentes Mares dijo “no es que los caballos sean más inteligentes, es simplemente que los caballos están fuera del concepto de la historia”. En referencia al libro presentado, se habló también de cómo él dotaba de fantasía episodios históricos y los convertía en cuentos, y ante la pregunta de cuál era la diferencia entre la fantasía y la mentira, don José argumentó que “el mentiroso es un enfermo, en cambio el fantasioso es un soñador”.
Llama la atención cómo explica el génesis del héroe, al decir que para que el hombre, un “bípedo implume”, se vea convertido en un “mito posible”, necesita tener un partero que ponga en juego las circunstancias propicias para el alumbramiento de ese mito, y ejemplifica diciendo que Victoriano Huerta era el partero de Madero; el de Juárez, Napoleón III, y el de Miramón era Juárez, y remata con una frase lapidaria: “y para acabar, que Judas fue el partero de Jesús; sin Judas no cabría hablar del Cristianismo”.
Capítulo aparte merece la figura de José Fuentes Mares el sibarita, el sommelier amante de los buenos vinos, el excelso cocinero de paellas y otros suculentos platillos, el que organizaba reuniones de queso, pan y vino con sus amigos en las que el sabor de las viandas era sazonado con nutritivas y enriquecedoras conversaciones; su libro Nueva Guía de Descarriados da cuenta de esa faceta.
Se le recuerda como el hombre que escribía su libros en una antigua máquina Remington ‘intravagando’ en la soledad de una cabaña en el paradisiaco Cumbres de Majalca, parque nacional que recorría por las mañanas en largas caminatas en las que era imposible seguirle el paso; el que soltaba el volante de su Jeep en la carretera para acentuar o puntualizar su apasionada conversación, el que se hablaba de tu con reyes y presidentes lo mismo que con el más humilde paisano a quien trataba con respeto, el que ironizaba sobre nacer en el desierto con apellidos acuíferos,  el que burlonamente se refería como “doña Leucemia” a la enfermedad que un día 8 de abril de 1986 lo llevó a la tumba; el que en un eventual ejercicio como poeta escribió:            
“¡Que no duerma el fuego!
Estamos de vuelta todos.
Hogar de viejos leños y pájaros escondidos.
Domesticado cataclismo.
¡Que no duerma hasta morir yo con él!
Hasta volverme ceniza compartida.
¡Que no duerma el fuego!
¡Que no duerma mientras vivan raíces, troncos y retoños!”








Luis Iván Carlos Hernández es licenciado en ciencias de la comunicación por la Universidad Veracruz de Guadalajara, fue productor en la estación Radio Noticias 920 en Nueva Era Radio, donde realizó y condujo el programa de revista cultural Corredor Central. Ha sido profesor en los planteles 3 y 4 del Colegio de Bachilleres de Chihuahua y funcionario del Instituto Chihuahuense de la Cultura; condujo durante un año el programa Chihuahua en la cultura, trasmitido por Radio Universidad. Actualmente conduce el programa Voces de Chihuahua. Ha publicado artículos en periódicos y revistas de Durango, Jalisco, Chihuahua, CdMx y colaborado como redactor en diversos productos editoriales y documentales digitales e impresos; fue coordinador editorial del programa de publicaciones del Ichicult. En 2014 la editorial Poetazos publicó su plaquette de poemas Huellas de polvo y olvido. Es autor de dos publicaciones independientes como editor y compilador: los testimoniales Josefa Díaz Chávez, un siglo de historia y Alberto Carlos Díaz, bienvenidos al caos.

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