José Fuentes Mares y el periodismo
Por Raúl Gómez Franco
En el verano de 1980, el país se encontraba en plena ebullición. Aquel
demagógico anuncio de José López Portillo de “preparémonos para administrar la
abundancia” no pasó de ser otra de sus famosas frases matonas, porque México se
le fue de las manos por más que intentó congraciarse con todos los sectores del
país, que habían terminado bronqueados con Luis Echeverría.
Su eslogan de “la solución somos todos”, su Alianza para la
Producción, su rompimiento explícito con Echeverría y varios ex funcionarios,
sus variados intentos por granjearse a los grandes empresarios del país,
contrastaron con su excesivo gasto de los excedentes petroleros, el crecimiento
desaforado de la deuda externa, los compromisos con el FMI, la contención de
los salarios, restricción del crédito y del gasto público, la creciente
dependencia del financiamiento internacional, las políticas que depreciaron aun
más el peso y dispararon la inflación.
En verano de 1980 la inflación ya superaba el 30 por ciento anual
(llegaría al cien por ciento en 1982) y el peso se vendía a 23 por dólar
(cuando López Portillo cerró su sexenio, la moneda estadounidense se compraba
en 70 pesos).
Abrumado por la debacle que se cernía sobre el país, López
Portillo culpaba a los banqueros y a los “sacadólares”, se desligaba del
hundimiento financiero (decía: “soy responsable del timón, pero no de la
tormenta”), y se preparaba para nacionalizar la banca.
Por esos días, Jorge Sánchez Mejorada, a la postre presidente del
Consejo Coordinador Empresarial del país, definía la posición de los hombres de
negocios con, entre otros puntos, “dirigir el esfuerzo empresarial a las áreas
conflictivas en que se amenaza la libertad: educación, medios de comunicación y
política electoral…”.
No resultó, pues, nada descabellado que, en este contexto, el
dueño de Banco Comercial Mexicano y presidente del Grupo Chihuahua, Eloy
Vallina, fundara un periódico impreso en esta ciudad, en sociedad con Novedades de México de Rómulo O’Farrill.
Para dirigir Novedades de
Chihuahua fue llamado José Fuentes Mares, polémico intelectual,
historiador, escritor, dramaturgo, ex rector de la UACH.
Aun cuando Fuentes Mares publicó durante décadas artículos y
colaboraciones editoriales en medios como Excélsior,
Siempre y Proceso, no había ejercido el periodismo diario, operativo, hasta
que se hizo cargo de Novedades de
Chihuahua a partir de junio de 1980.
Sin duda muchos se habrán preguntado, y lo seguirán haciendo, si la
evidente carga ideológica y los propósitos del citado grupo empresarial al
abrir un periódico en Chihuahua –con una esperada y lógica línea pro empresarial–,
condicionaron el trabajo propiamente periodístico de José Fuentes Mares al
dirigir el diario Novedades.
Basado en mi experiencia y en la estrecha relación con el maestro
durante el año y medio que estuvo al frente del periódico, me atrevo a asegurar
que las presiones que pudo haber recibido del grupo propietario, las supo
sortear con inteligencia y con un buen quehacer periodístico al grado de que,
sostengo, abrió un parte aguas en la historia del periodismo regional porque
aplicó políticas editoriales y acciones inéditas en el ámbito de los medios
locales, con lo que también creó una escuela basada en la ética y en el rigor
periodístico que aún pervive a través de quienes fuimos sus discípulos.
Sería un error histórico regatearle a Fuentes Mares su gran
aportación al periodismo local, a pesar de que su paso por este campo fue
relativamente breve, apenas de año y medio.
Espíritu libre como lo fue hasta su muerte, ocurrida en 1986,
durante el lapso en que nos dirigió, Fuentes Mares aplicó al pie de la letra su
declaración de principios publicada en la portada de la primera edición de Novedades, el 6 de octubre de 1980, a
manera de editorial. Es un documento que debe conservarse como referencia clave
en cualquier historia del periodismo en Chihuahua.
Ese día, precisamente cuando José López Portillo llegó a inaugurar
el nuevo edificio de Novedades (donde hoy se ubican oficinas de la Junta de
Agua, frente al Canal Chuvíscar), el editorial de Fuentes Mares lo recibió con
estas palabras: “La posibilidad de ser un país realmente moderno naufragará de persistir en
no escucharnos. Tratamos de arraigar el diálogo, pero el diálogo, no la
demagogia del diálogo en país de sordos. Hasta hoy, en México, el llamado
diálogo ha sido parloteo unilateral, monólogo dogmatizante y embrutecedor…”.
Amparado por una reforma política federal que en 1977 abrió por
primera vez el espectro a todas las fuerzas políticas del país, algunas de
ellas proscritas, como el Partido Comunista Mexicano, Fuentes Mares concretó la
que debe ser misión fundamental de cualquier medio de comunicación: la libertad
de expresión. Y por ello ventiló las páginas del nuevo periódico para que
circularan el pluralismo y el intercambio de ideas.
La página editorial del nuevo medio, expresó Fuentes Mares en su
manifiesto, “se propone expresar las inquietudes sociales y políticas de nuestro tiempo,
mas no en abstracto sino tan concretamente como esas inquietudes se reflejan en
Chihuahua y en México. Para ese fin contamos con un grupo de primeras figuras
de las letras a nivel nacional, y con otro de calado no menor en el ambiente
regional”.
Entre las firmas locales que por primera vez tenían la oportunidad
de expresarse en un medio de comunicación, estaban los históricos líderes Antonio
Becerra Gaytán, del Partido Comunista Mexicano y Guillermo Prieto Luján, del
PAN, además de Carlos Chavira Becerra, Hildebrando Gaytán Márquez, Jorge
Mazpúlez, entre otros.
Cuando Novedades
irrumpió en el panorama periodístico local, era costumbre arraigada que las
gacetillas pagadas por los gobiernos de turno definieran en gran medida las
líneas o políticas editoriales en las portadas de los medios impresos
existentes.
Fuentes Mares se refirió a ellos en su editorial: “Novedades de Chihuahua pretende ser
diferente y mejor, no frente a sus colegas, tan respetables a nuestros ojos que
nos abstenemos de emitir gratuitos juicios de valor a su respecto, y menos de
acuñar pretensiones triunfalistas en nuestro beneficio…”.
“Ni las notas de interés público ni las opiniones del periódico
tendrán jamás un precio –agregaba su manifiesto–. Novedades de Chihuahua se propone vivir de la publicidad, no de
vender información, y menos aún de torcerla caprichosamente a tantos pesos la
línea. El lector de Novedades de
Chihuahua sabrá que si al analizar hechos y actuaciones erramos, el
desacierto habrá de atribuirse a fallas de juicio, nunca a miseria moral”.
Fuentes Mares también escribió que ejercería –y lo concretó en la
práctica– la libertad de análisis y opinión que “confieren nuestras leyes”,
además de “no ceder a temores para señalar yerros, ni a dádivas para exaltar
virtudes”.
Acorde con esa política editorial, y para evitar que sus
reporteros cayéramos en el acendrado vicio del chayote, embute o mordida de
parte de las fuentes informativas o de las figuras del poder con el propósito
de orientar la información reporteada, una de las primera acciones de Fuentes
Mares fue pagarnos un salario más que decoroso. Yo, que venía de laborar
durante un año en una oficina burocrática por unos pesos mientras cursaba el
primer año de letras españolas, vi aumentar mis ingresos de manera sustancial.
Pero eso no fue todo. También introdujo otra modalidad: de cualquier publicidad
que ingresara al periódico de las fuentes que cubríamos –sin tener nosotros qué
intervenir en absoluto para conseguirla o promoverla–, se nos pagaba de manera
automática el 10 o 15 por ciento de comisión.
Por si no fuera suficiente, otro elemento
que introdujo Fuentes Mares para sus reporteros fue otorgarnos cada mes
estímulos económicos consistentes en moneditas de oro a quienes publicaran la mejor
nota informativa, el mejor reportaje y la mejor fotografía. Ningún medio
impreso del país aplicaba estas políticas para sus reporteros.
Lógicamente, para tener a gente tan bien pagada y que le redundara en un
trabajo informativo profesional, Fuentes Mares fue muy selectivo y, por
supuesto, también aplicó acciones poco vistas en los medios de entonces.
Aún recuerdo aquella tarde de junio de 1980, ya para finalizar el año
escolar, cuando Luis Nava Moreno –mi maestro de estilo literario en
Filosofía y Letras–, se acercó a mí para decirme que iba a
iniciar en la ciudad un proyecto periodístico, por si me interesaba aplicar.
Apliqué. Y creo que fuimos más de cien los aspirantes que durante el mes de
julio de 1980 nos presentamos al local donde alguna vez fue el Café de la
Esquina, en Victoria e Independencia, y a todos nos entrevistó personalmente
Fuentes Mares. Después de un primer cedazo nos quedamos un grupo de entre
veinte y treinta, a quienes durante las últimas dos semanas de julio se nos
impartió capacitación sobre géneros periodísticos con periodistas que trajo de
la Ciudad de México.
Finalmente quedó establecido el primer equipo de reporteros con el que
trabajaría Fuentes Mares, a quienes durante dos meses más –agosto y
septiembre–, antes de
que el periódico saliera a las calles, se nos capacitó y entrenó diariamente,
además de que preparamos reportajes para las primeras ediciones, el primero de
los cuales, por cierto, fue un muy crítico análisis del sexenio de Manuel
Bernardo Aguirre que levantó ampollas en el gobierno estatal saliente
(realizado por Jaime Pérez Mendoza, Raúl Gómez Franco y José Ríos Galarza).
Entre quienes recuerdo de ese primer grupo estaban Jaime Pérez Mendoza,
Héctor Varela Unive y Eduardo Moreno Fernández de Castro, los tres ya
fallecidos, así como a José Ríos Galarza (hoy sacerdote de la diócesis de
Juárez), Verónica Fuentes Mares Peredo, Edith Barajas, Verónica Torres Reza,
Eduardo Fernández, Homero Alba Mireles y un servidor. Seguramente olvido
algunos por lo que pido disculpas. Nuestro primer jefe de información fue
Javier Contreras, hoy director de El
Heraldo.
Para mí, estas fueron otras dos aportaciones del Maestro al periodismo
regional: la profesionalización del medio y la capacitación constante. Fuentes
Mares le dio su cabal significado a la actividad del reportero, lo elevó al
estatus que le correspondía, porque pasó de ser un oficio a una profesión, y
para ello eligió a puros jóvenes con carrera universitaria, medida que
posteriormente fueron aplicando los demás medios.
Y es que Fuentes Mares era consciente del papel fundamental que juega el
reportero en el proceso informativo, como materia prima del periodismo. Sabía,
y eso nos lo inculcó, la gran responsabilidad social que tenemos quienes nos
dedicamos a informar. Así como los médicos, los abogados y las demás
profesiones no pueden improvisar en la ejecución de su trabajo, tampoco los
periodistas debemos hacerlo. De nuestro trabajo depende en gran medida la
credibilidad del periódico. Y la credibilidad es el principal capital que puede
tener cualquier medio de comunicación.
Mas no bastaba con que contáramos con una licenciatura. Fuentes Mares nos
insistió en la necesidad de estar actualizándonos constantemente, siempre estar
leyendo libros, acudir a cursos, conferencias, no dejar de leer los diversos
medios de comunicación. Porque periodista que se duerme o se acomoda, se
pierde. Esta enseñanza la he tratado de poner siempre en práctica y lo mismo he
instruido a los estudiantes que he tenido a mi cargo.
Una de las lecciones que más le agradezco a Fuentes Mares es el uso
estratégico de las herramientas del periodismo para expresar la verdad sin
necesidad de agredir o atacar. Fue con un caso concreto. Yo estaba publicando
un reportaje seriado sobre un tema político. Me habló a su oficina y me dijo:
―No te voy a
pedir que dejes de escribir lo que estás haciendo, porque tú sabes bien que
nunca lo haría. Solo te pido que le bajes un poco, que lo redactes de otra
manera sin dejar de decir lo que quieres decir. Es que ya me trae Gobernación
federal y me amenaza con quitarme el papel, por este trabajo tuyo y otro que
anda haciendo Jaime (Pérez Mendoza).
En ese entonces todos los medios impresos del país tenían que comprar su
papel a Pipsa (Productora e Importadora de Papel, S. A.), empresa paraestatal y
única que producía papel periódico en México. Cuando un medio se salía del
huacal, de inmediato era amenazado con suprimirle el suministro de papel.
Con esa plática que tuvimos aquella tarde, Fuentes Mares me enseñó que si
bien siempre hay que buscar la verdad, en ocasiones también hay que expresarla
de una manera que no confronte directamente, ni a las fuentes involucradas ni,
incluso, a la misma línea editorial del medio. Es decir, que a veces hay que
hacer periodismo pasando incluso por sobre decisiones unilaterales de dueños o
sobre rigurosas líneas editoriales sin que se note que las trasgrediste, porque
sabes que estás haciendo lo correcto de acuerdo con tu ética personal y con la
ética periodística, y sobre todo, por el bien de los lectores que exigen estar
bien informados.
De ahí la importancia de, como reporteros o editores, estar bien preparados
para saber usar nuestras herramientas, en este caso, un manejo adecuado del
idioma escrito.
Fuentes Mares también nos daba indicaciones personales como la de
contrastar bien la información con diversas fuentes, o la de escuchar a todas
las voces involucradas en cualquier situación para evitar la parcialidad,
enseñanzas que vine escuchando hasta 15 años después cuando en 1996 la UACH nos
abrió la primera licenciatura en periodismo, que cursamos periodistas de varios
medios locales, y que luego yo he inculcado también a mis estudiantes.
Por lo demás, Fuentes Mares nos dio un impulso y una confianza que
difícilmente he visto en otros medios. Nos permitió a algunos de nosotros escribir
los editoriales diarios del periódico (incluso alguno mío llegó a ganar un
premio estatal de periodismo en 1981), estaba abierto a propuestas de
reportajes, escuchaba, nos enviaba a cursos, pero sobre todo, respetó nuestro
trabajo. A mí, como supe de varios compañeros de entonces, nunca me cambiaron
una coma de mis textos, no obstante que los cinco años que estuve en Novedades siempre cubrí las fuentes
políticas y le di bastante voz a la izquierda. Nunca, tampoco, recibimos
consignas para atacar a alguna persona o institución, porque ese no era el
estilo del Fuentes Mares periodista.
“Frente a cualesquiera manifestaciones de poder –dijo en su
editorial inaugural–, nuestra actitud será la de amistad condicionada. En el
caso de los personajes políticos a ninguno juzgamos mal de antemano, pero
tampoco bien. Solo su actuación nos dará su verdadera estatura intelectual y
moral. Solo sus actos normarán nuestra conducta periodística”.
Una jornada que todos los que laboramos en aquella histórica
redacción siempre recordaremos, fue la del lunes 27 de julio de 1981, cuando un
avión de Aeroméxico se accidentó al tocar pista, se quemó por completo y se
llevó 32 vidas con él. No estábamos preparados para cubrir un suceso de tal
impacto, pero se desplegó un operativo que atacó todos los ángulos de la
noticia. Era una tarde muy tranquila en la redacción –afuera llovía–, cuando recibí
la primera llamada: “¡Se cayó un avión!”, escuché a la persona que se comunicó.
De inmediato le dije a Javier, mi jefe de información, y junto con doña Gudelia
Andrade, que era la laboratorista porque no había ningún fotógrafo en ese
momento, corrimos al aeropuerto y entre el zoquete llegamos hasta la aeronave
que todavía ardía, mientras los demás compañeros se dirigían a hospitales, a
las casas de las familias, a las salas del aeropuerto, con las autoridades
encargadas. A las diez de la noche nuestra sala de redacción bullía de
actividad, mientras Fuentes Mares nos observaba a través del cristal que
rodeaba nuestro espacio. Fue una edición inolvidable la que apareció al día
siguiente.
En la mañana amaneció pegado en ese mismo vidrio un escrito de
Fuentes Mares en el que elogiaba nuestro trabajo. Ese era Fuentes Mares, ese
era el impulso que le daba a la gente que colaboraba con él. Igual nos enviaba
oficios de felicitación cuando nuestras notas de ocho columnas tenían fuerte
impacto en la ciudad, de las cuales yo conservo al menos una.
Otra cosa que también le agradezco a José Fuentes Mares es que por
su iniciativa comenzamos a integrar un grupo de periodistas que, a mi parecer,
tuvo impacto en el desarrollo posterior del periodismo regional.
Un día, después de que salió del periódico José Ríos Galarza
porque se regresó a Ciudad Juárez para ordenarse sacerdote, me llamó el Maestro
y me pidió:
―Tráeme a más
muchachos como tú y Pepe―. Le pedí que se explicara.
―Tráeme
chavos que tengan formación, que sean críticos, que sepan pensar, que sean
honrados.
―O sea,
quiere que le traiga ex seminaristas ―le precisé―. Antes de entrar a Novedades
yo había estudiado media carrera de ingeniero químico, había concluido filosofía
en el Seminario Regional del Norte y terminado el primer año de letras españolas.
―Sí ―me contestó―, tráeme más ex seminaristas.
Y así fue como poco a poco fueron llegando al periodismo Leo
Zavala, Ángel Otero, Juan Manuel Andazola, Luis Silva, Juvencio Estrada,
Francisco Xavier Ortiz, Carlos Mario Alvarado, un grupo generacional con el que
comulgaron otros buenos periodistas como Jaime Pérez Mendoza, Alejandro
Gutiérrez, Elías Montañez, Olga Aragón, Verónica Torres Reza, Alejandro Salmón,
Raúl Lechuga, Gabriel Valencia, Dora Villalobos, los hermanos Jorge y Juan
Carlos Caballero, entre otros.
El paso de Fuentes Mares por el ejercicio informativo diario fue breve
(entre junio de 1980 y diciembre de 1981), pero ese lapso fue suficiente para
que la visión del periodismo que teníamos quienes hacíamos el periódico, y la de
quienes lo leían, cambiara en la ciudad. Se le dio voz a quienes antes la
tenían pero no eran escuchados. El quehacer cultural y los creadores se vieron
reflejados de manera profusa en las páginas de Novedades. Como intelectual honesto, Fuentes Mares actuó más
conforme a los requerimientos del buen periodismo que a las consignas
empresariales de sus patrones. Y si bien no llegó a 1983 como director de
facto, en los hechos su manejo y legado periodísticos influyeron para que ese
año se diera la primera alternancia política en el gobierno municipal, y poco después
en el estatal.
En aquel verano de 1980, Fuentes Mares comenzó siendo nuestro
director y maestro. A finales de diciembre de 1981 terminó siendo nuestro
amigo. Por ello, para concluir esta participación, solo quiero leer un breve
texto que me hizo llegar hace apenas un mes mi amiga Vero Fuentes Mares Peredo.
Es el último párrafo de la renuncia que presentó hace 37 años a su cargo como
director, en diciembre de 1981:
“De ese periódico, de esa experiencia, resultó singular prodigio
de cariños. Desde el arranque compartí mi vida con Jaime (Pérez Mendoza) y
Verónica (Torres Reza), con Raúl (Gómez Franco) y Humberto (Payán Franco), con
Aída (Berliavsky), con Eduardo (Moreno Fernández de Castro) y con Ricardo
(Luján). Si me sintiera viejo, diría que les veo como a mis hijos. Pero me
siento joven y les veo como hermanos. Gracias a todos, a quienes llegaron
primero y a quienes llegaron más tarde. Que la vida les colme de alegrías.
Quiero vivir lo suficiente para verlo”.
(Noviembre 9 de 2018).
Raúl Gómez
Franco estudió filosofía, teología, teatro, letras españolas y periodismo.
Tiene maestría en periodismo de investigación
por la Universidad Internacional de Florida. Comenzó su trayectoria
periodística en Novedades de Chihuahua
en 1980. Ha laborado en El Diario de
Chihuahua, Ahora y Diario de Juárez. Ha sido reportero,
jefe de información, corresponsal, editor de diversas secciones, coordinador de
investigaciones especiales, capacitador de becarios, editor de portada,
columnista, editorialista, subdirector y director, así como maestro de diversas
materias de periodismo en la UACH y en la UACJ. Es autor de los libros Ciudad Juárez, una frontera en crisis y La buena nueva, teatro.
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