Arte de Alberto Carlos
Caminos de ayer
Por Alberto Carlos
Nuestro mundo occidental, lo mismo si se trata de
sajones, latinos, germanos o güegüenches, carga un lastre de antecedentes nada
edificante, que digamos. Somos un mundo históricamente lamentable en lo que
atañe a nuestros personales intereses y despiadados zancadilleros (las mulas de
mi compadre) y meimportamadristas con relación a los intereses de los demás.
Nuestra historia es un estira y afloja entre tirios y troyanos, católicos y
protestantes, montescos y capuletos, girondinos y montañeses, liberales y
conservadores, el santo contra la mujer vampiro, etcétera. Somos un solar con
vecinos enfrascados en perpetuo cisma.
Por otro lado, si alguien quiere darse una enteradita
sobre la corrupción en grande, no de ahora sino de antaño, nada más remítase al
siglo XIV, por ejemplo, para que vea lo que es bueno... o malo, ara ser más
exactos. Iglesia y estado, nobles y plebeyos, caballeros y villanos, pobres y
ricos, todos a una, fueron una caterva de corruptos, tramposos y mala leche a
nivel energuménico. No por nada sospechaban de la “muerte negra” (peste
bubónica), exterminadora de casi la mitad de la humanidad en ese siglo, como un
castigo de Dios por sus “enormes pecados”. Así andarían de la conciencia los
inocentes trecentistas.
Llegó a haber dos Papas, y no por cuestiones
teológicas, que ese era el cuento, sino por lo que hoy llamaríamos zona de
influencia: Urbano VI, “intratable y mal hablado” en Roma y Clemente VII, “el
carnicero de Cesna” en Aviñón, acusándose mutuamente de anticristos y sacándose
sus trapitos al sol como dos comadres de vecindad, lo cual divirtió mucho al
cotarro europeo en medio de las mil y una calamidades del “siglo nacido para el
dolor”, según expresión lírica y telenovelera de los optimistas de aquellos
tiempos. Porque los pesimistas consideraban el despiporre como “el fin del
mundo”.
Los burgueses acusaban a las cortes de corruptas, las
cortes acusaban de lo mismo a los burgueses, acusaciones por lo demás, absolutamente
ciertas, como para pensar que no hemos cambiado nada, salvo en las maneras y
mañas para taparle el ojo al macho. Aquellas buenas gentes no se andaban por
las ramas; metían mano a los dineros.
Y los de ahora, para qué les digo. Tantito peor.
Alberto Carlos. Artista nacido en Fresnillo, Zacatecas,
avecindado en Chihuahua desde la infancia. Con medio siglo de trayectoria, su
vasta obra mural, escultórica y de caballete abarcó una diversidad de técnicas
y temáticas. Su natural inquietud y amplia cultura lo llevó a incursionar en la
literatura y el periodismo, en géneros como la poesía, el cuento, el ensayo, la
calavera, el epigrama y la columna, los cuales publicaba en periódicos como el
suplemento Tragaluz de Novedades de Chihuahua, El Heraldo de
Chihuahua, y en las revistas Tarahumara y Solar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario