Arte de Alberto Carlos
Gracias, doctor
Por Alberto Carlos
Si usted se machaca un dedo al cerrar la puerta del
automóvil, aparte de recurrir a su repertorio folklórico de maldiciones
aprendidas al correr de la perra vida, se ve obligado a recurrir al médico
cuando la curación casera no es efectiva.
Pero ya no se puede recurrir al doctor así nada más,
como en otros tiempos. Ahora deberá consultar con el digitólogo. Este, a su
vez, lo remite al radiólogo, al bacteriólogo y al hematólogo para que le hagan
los estudios y análisis correspondientes y sacar de toda esa documentación el
diagnóstico de su mal. Regresa usted con sus radiografías, análisis y estudios
con el digitólogo (previo pago de nueva consulta), y lo remite a un colega
cirujano dactilar de los dedos índice y meñique (usted se machacó el índice) y
le prescriben seis puntadas después de una semana de antibióticos, porque ya se
le infectó su maltrecho dedo.
A estas alturas ya lleva usted su calculadora japonesa
de bolsillo para ir calculando cuánto va a pedir prestado al banco, agregar el
aguinaldo y estar listo para afrontar la contingencia. A los ocho días, vuelta
al cirujano dactilar. Su herida ya es un asco y necesita anestesia total. Deberá
ir con el cardiólogo para ver si aguanta la dormida.
Luego visita al nutriólogo para que le prescriba los
ayunos preparatorios y, bajo la sospecha de que la cosa va para largo, espera
usted el ramalazo final de gastos de hospital cuando al fin lo internen.
Por supuesto, en los interines ya consultó con un
ecónomo para que le aconseje si los prestamos los hace a largo, mediano o corto
plazo; a un corredor de bienes raíces, sobre si hipoteca la casa que le hizo Infonavit,
antes de que se derrumbe y no le presten ni maíz; a un comprador de chueco a
ver si le compra el automóvil, causante del desastre, y el cual posee usted de
contrabando con placas de un carro yonqueado de su compadre y, finalmente, como
recurso desesperado, a su suegro para que lo haga fuerte en caso de fallar las
otras opciones.
Para entonces trae su dedo como as de bastos de baraja
española y, mientras son peras o manzanas, su abuelita le aplica unas
cataplasmas de cebolla asada con vinagre, las cuales le dejan su dedo como
nuevo en 24 horas. Y como lo caido, caido, ya pagó, según su calculadora de
bolsillo, el equivalente a cuatro quincenas con 40 centavos. Raudo y veloz
acude al banco a sacar una tarjeta de crédito, aunque no vaya con su
personalidad, para meterse en otro berenjenal del cual no va a salir muy bien
librado, que digamos.
Alberto Carlos. Artista nacido en Fresnillo, Zacatecas,
avecindado en Chihuahua desde la infancia. Con medio siglo de trayectoria, su
vasta obra mural, escultórica y de caballete abarcó una diversidad de técnicas
y temáticas. Su natural inquietud y amplia cultura lo llevó a incursionar en la
literatura y el periodismo, en géneros como la poesía, el cuento, el ensayo, la
calavera, el epigrama y la columna, los cuales publicaba en periódicos como el
suplemento Tragaluz de Novedades de Chihuahua, El Heraldo de
Chihuahua, y en las revistas Tarahumara y Solar.
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