Arte de Alberto Carlos
Concursos y discursos
Por Alberto Carlos
A las autoridades de Educación Pública les ha dado por
decretar la organización de concursos e inaugurarlos con sus correspondientes
discursos o arengas para animar a la chavalada. Profesores, alumnos y padres de
familia se parten el alma y el presupuesto para salir adelante con los
bailables, cantables, recitables, deportes, rondas, escoltas y otros que se me
escapan. Esos trotes ya forman parte ineludible del currículum escolar, por
órdenes de arriba.
En los deportes no hay problema; se gana por canastas,
golpes o puntos y ni hablar, los chamacos asimilan los triunfos y las derrotas,
ahora sí que deportivamente. No obstante, a veces hay protestas contra el
arbitraje, pero son prietos del mismo arroz. No pocas veces compiten los niños
de una colonia precarista que apenas pueden con los tenis, contra bodoques muy
bien alimentados de un fraccionamiento popis, lo cual es como ponerlos contra
Sanzón a las patadas pero, como dijo el compañero Chincoya, lo importante no es
ganar, sino mentarles la madre a los ganadores.
Cuando entramos a las competencias “culturales”
empiezan los asegunes.
Donde un jurado, cuyo fallo es inapelable, decide quién
ostentará los lauros del triunfo, se patina sobre un terreno con más baches que
la 20 de Abajo. Me ha tocado chuparme unos rollos declamatorios tan
trasnochados como un velador de multibanco. He visto a los señores jurados conmoverse
hasta las lágrimas con Por qué me quité
del vicio, como si fuera una sesión de Alcohólicos Anónimos. La Chacha Micaila todavía anda por ahí
rompiendo corazones líricos. Algunas recitaciones mal llamadas poesías disque
patrióticas, dichas a grito pelado y puño enhiesto, levantan ámpula, crispan
las manos y erizan el pelo de los honorables jurados y claro, ahí está el gane,
siempre que el competidor (se dan casos) no sea un chamaco preparado y
presentado por un profe disidente porque, si es así, no gana ni con México, creo en ti, recitación
levantadora de animosidades patrióticas insustituibles.
Aparte gustos y trafiques, el resultado es, en todos
los casos, uno o dos lepes orondos por el triunfo y un montón de frustrados por
la derrota. A los primeros, una vez premiados, ya no los aguanta ni su abuelita
porque se sienten la trompa de la máquina. Ya exigen desayuno especial y
privilegios de Premio Nóbel. Los segundos, que ya odian al premiado, acosan con
sus quejas a medio mundo, pues consideran ser merecedores y aseguran que les
jugaron rudo. Y las mamás de estos no se diga: —tan bonito que mi hijo declamó Mamá, soy Paquito y vino a perder. Claro,
tenía que ganar el muchachito ese. Como su papá es influyente y es de una
escuela popis...
Algo hay de eso.
En rondas, bailables y escoltas no es muy remoto que
los honorables jurados caigan en la finta de un vestuario lucidor. En estos
casos, es la lana de los papis la ganadora. Y esto de la lana es otro cuento:
hay que ver el sacrificio hecho por los padres excluidos del por cápita para
ver a sus retoños concursar más o menos presentables con unas cuantas garritas
más el IVA. Encima de eso, ¡perder! no hay derecho. Sé de casos en los cuales
los profes, de su propio peculio, han vestido a grupos enteros porque los
padres no tienen ni para el camión.
En fin, aquí lo importante es la chaviza participante
por decreto para llenar el programa de actividades, la cual no saca nada en
claro, salvo, repetimos, que Pepito la hizo y los demás salieron bailando. Aunque
hayan bailado bien y recitado mejor. Conformes pocos, inconformes muchos.
Cultura... pues depende. Gastos y horas clase perdidas, nomás échele números.
Bueno, yo nada más digo, no me hagan caso. Son puras ganas de chupar la sangre.
¡Eppur, si muove!
Alberto Carlos. Artista nacido en Fresnillo, Zacatecas,
avecindado en Chihuahua desde la infancia. Con medio siglo de trayectoria, su
vasta obra mural, escultórica y de caballete abarcó una diversidad de técnicas
y temáticas. Su natural inquietud y amplia cultura lo llevó a incursionar en la
literatura y el periodismo, en géneros como la poesía, el cuento, el ensayo, la
calavera, el epigrama y la columna, los cuales publicaba en periódicos como el
suplemento Tragaluz de Novedades de Chihuahua, El Heraldo de
Chihuahua, y en las revistas Tarahumara y Solar.
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