Arte de Alberto Carlos
Chihuahua querendón
Por Alberto Carlos
Algo tiene de querendón Chihuahua que son muy pocos los
que se van y muchos los que vienen de otras partes de la República y se quedan.
Se pone uno a buscar el por qué y no es fácil hallarle
la punta a la hebra.
¿Será el clima? ¡Hombre, por Dios! Entre el calorón de
verano, los ventarrones de primavera y las heladas de invierno, no hay a cuál
irle. Vegetación, lo que se dice vegetación, como para un relax bucólico, pues
no, como no sea el Parque Lerdo y algunas cosas popofonas muy reforestadas.
Monumentos, callejuelas pintorescas, rinconcitos
románticos, algo así como el Callejón del Beso en Guanajuato o el jardín de San
Marcos en Aguascalientes, ni en sueños.
Museos, farándula noctámbula, mercados exuberantes,
chacharerías, zonas rosas o fritangas, ni buscarle, porque no hay de piña.
Bulevares apantalladores tampoco, porque el Díaz Ordaz no está como para
verbenas. Vida barata ni hablar, estamos enclavados en una de las zonas más
caras del País.
Su gente es norteña a secas, sin aspavientos ni
exageraciones como ser yucateco o veracruzano. Entonces, ¿qué?
Pues eso, precisamente eso: como nuestros cerros
pelones que dejan ver su color auténtico; como nuestras llanuras que dejan
mirar hasta allá tamañas extensiones libérrimas; como nuestras montañas y
barrancas que regalan su bronca geografía sin delicados cumplidos, así es el
chihuahense mismo, ¡a lo pelón! sin maleza que cubra su autenticidad, sin una
flora que lo perfume y lo adorne demasiado.
Así de simple es la cosa. La carencia de distractores
demasiado específicos; la ausencia de focos de atención (ni la CFE se distingue
en esto), demasiado absorbentes. Permiten captar al Hombre en su dimensión
exacta, con todas sus cualidades y defectos a flor de piel.
Es fácil convivir con el chihuahuense. Cualquiera lo
ve. Cualquiera se siente aquí como en su casa; nadie se cohíbe porque a nadie
se le recibe con danzas ni guirnaldas de flores; tampoco con miradas hurañas ni
poses típicas. A nadie se le halaga demasiado y a nadie se le desprecia.
Mayo 1981
Alberto Carlos. Artista nacido en Fresnillo, Zacatecas,
avecindado en Chihuahua desde la infancia. Con medio siglo de trayectoria, su
vasta obra mural, escultórica y de caballete abarcó una diversidad de técnicas
y temáticas. Su natural inquietud y amplia cultura lo llevó a incursionar en la
literatura y el periodismo, en géneros como la poesía, el cuento, el ensayo, la
calavera, el epigrama y la columna, los cuales publicaba en periódicos como el
suplemento Tragaluz de Novedades de Chihuahua, El Heraldo de
Chihuahua, y en las revistas Tarahumara y Solar.
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