Licenciado Vázquez
Por Heriberto Ramírez
Luján
Las clases de
filosofía del licenciado Vázquez eran aburridas, vacunadas contra cualquier
chispa de ingenio; acostumbraba dictar una breve síntesis de cada filósofo y a manera
de evaluación revisaba los apuntes, al menos no recuerdo ningún otro tipo de
examen. Con todo, era nuestro mejor maestro en aquella preparatoria que se
ubicaba a la orilla de la loma con el Río Bravo pasando a sus pies, justo
frente al rancho de Charles Spencer del lado americano; desde ahí podían
apreciarse las obras de reencauzamiento para recuperar un pedazo de territorio
que por un cambio natural del río había quedado del otro lado.
Las clases
transcurrían en medio del tedio hasta que en el marco de una contienda política
por la presidencia municipal nuestro aburrido maestro se vio envuelto en una
agitada aventura política. Figuraba como secretario de Ernesto Poblano, por el
PAN. Fue un triunfo apretado que se dirimió en los tribunales electorales, en
gran medida por la valentía del árbitro don Carlos Luján Bagues. Como
resultado, el licenciado Vázquez fue despedido, a raíz de lo cual se inició una
huelga estudiantil. Nunca más regresó a la prepa y tardé mucho tiempo para
verlo, supe después que dejó de ser secretario cuando Poblano se fue al PRI,
para luego ser detenido, acusado de narcotráfico. También oía de él que le llevaba algún asunto
legal a mi papá.
Ya había terminado la
prepa y, a diferencia de algunos de mis compañeros que continuaron la escuela
en la Universidad de Chihuahua, tuve que quedarme por falta de fondos, pues mi
padre como agricultor estaba lejos de poder financiarme. Pero, quizá sin saber
de mis ambiciones, no se resignó y me recomendó con él como mandadero, tal vez
abrigaba la esperanza de tener un abogado en la familia. Fue así como volví a
verlo, llegué a su oficina en un invierno, lo recuerdo porque tenían un
calentón Calorex de petróleo que se mantenía siempre encendido.
El ambiente de la
oficina era apacible, se respiraba una calma total pues no tenía muchos casos,
su amable esposa que trabajaba en la telefónica, contribuía mucho a esa
tranquilidad. La oficina estaba rodeada de libros y, a falta de trabajo o
mandados por hacer, me la pasaba leyendo, tenía todos los agachados de Rius
perfectamente encuadernados. Al saber de mis intenciones de estudiar derecho,
me regaló Introducción al Derecho, de
García Máynez. Ese ambiente oficinesco y un libro de derecho, así como el no
recibir ni un quinto de salario, no lograron cautivarme para nada y dejé de ir.
Al paso del tiempo he
debido reconocer cuán importante fueron mis conversaciones con él, pues así me
enteré de que existía una Escuela de Filosofía y un maestro Ferro Gay que
enseñaba italiano en la Escuela de Derecho, iba al cine varias veces a la
semana y patrocinaba uno de los más aguerridos equipos de basquetbol de los que
tenga memoria; hoy es un personaje emblemático y de una amplia reputación ética
e intelectual.
Heriberto Ramírez Luján, filósofo mexicano, redacta la lógica
con precisión de cirujano. En sus ensayos y libros de filosofía y también en
sus textos literarios. Sobrio y elegante profesor, el estoicismo es divisa de
su estética. Y de su gran estilo.
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