Una
industria sin buenas instalaciones
Por Jesús Chávez Marín
¿Alcanzan
a ver al tipo que está allá arriba sentado leyendo muy a gusto en el balcón de
aquel departamento frente al mar? Pues ese soy yo, o más bien, era. Permítanme
contarles mi historia.
Al
iniciar el siglo me gradué con honores en el Tecnológico de Chihuahua; a los
tres meses me titulé y para entonces ya tenía trabajo en la industria, porque
un amigo de mi mamá, que era ejecutivo de Audi, me dió un empleo de película
con un sueldazo que apenas me lo podía creer. Me di el lujo de meter a trabajar
allí a casi todos mis compañeros de generación y ya de repente eran mis
subordinados, je je, procuré que no se me subieran los humos y seguí siendo el
hombre sencillo de campo que siempre he sido.
Todo
iba sobre ruedas pero un día, del que a pesar de todo no me arrepiento, me metí
a un taller literario. Siempre me gustó leer, desde niño aprendí el placer del
texto porque mis padres tenían un montón de libros en casa. Por eso ahora
también le agarré gusto a escribir. Dos años después gané un premio literario
con una novela que la verdad me quedó muy bien. Fue entonces que decidí quemar
las naves y cambiar por completo de actividad. Pedí mi liquidación en la
empresa y de allí en adelante me he dedicado a escribir, hasta el día de hoy en
el que ya no estoy tan seguro de si habré de seguir, porque ahora estoy frito
de deudas, a pesar de que ya tengo cinco libros terminados, dos publicados y
tres navegando entre dictámenes y cartas de “su novela está muy bien pero no es
la línea de nuestra editorial, muchas gracias”.
La
verdad no sé cómo le hacen los escritores para sobrevivir en este país de
escasos lectores; este es el peor negocio del mundo. Los ve uno muy orondos en
los congresos literarios como si fueran la gran cosa, se mueven en la miel
sobre hojuelas, felices de la vida a pesar de andar vestidos con ropa barata y
fumando cigarros de a tres pesos la cajetilla. Hacen sus reuniones pero nunca
tratan algún asunto que pueda mejorar su economía, las ventas o algo que
pudiera hallar soluciones para los muy escasos ingresos. Se mantienen
concursando y solicitando las becas miserables que otorgan los programas de
gobierno y en el fondo esperan que mañana mismo llegará un suceso milagroso que
los hará conocidos y rentables y así se pasa la vida entera sin que no pase
nada más allá de las parrandas literarias que está muy bien pero que al final
se repiten igualitas y hasta el aburrimiento, los mismos chistes, las mismas
glorias del pasado.
Ya
basta, este es el último relato que escribiré; hoy se terminan mis últimas
vacaciones y me regreso a la industria. Tres años me duraron el gusto y los ahorros.
Allá me espera mucho trabajo también, pero de perdida allí pagan por la
producción. Bye, lectores, si es que hubo alguno.
Jesús Chávez Marín nació el 8 de junio de 1953 en Chihuahua, fue profesor de literatura
en la Escuela Preparatoria Ángel Trías, en el Centro de Educación Artística
David Alfaro Siqueiros y en el Colegio de Bachilleres, planteles 1 y 4. Ha
publicado los libros Te amo Alejandra
cónicas, Aventuras de coctel crónicas,
Yo soy tu hora del recreo, Coralillo, Tecomblates, Mudanza de
Jazmín, Rocío de historias, Voces de viajeros, Nueve leyendas de Chihuahua, El
tren Chihuahua al Pacífico, Claroscuros
de un Chihuahua musical y Siluetas en
la resolana. Actualmente es empleado de la Dirección de Extensión y
Difusión Cultural de la Universidad Autónoma de Chihuahua. Publica relatos en
el periódico digital Enlagrilla y
crónicas en la revista Oserí. Coedita
con Javier Chávez Bejarano la revista blog Estilo
Mápula.
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