sábado, 20 de junio de 2020

Fernando Suárez Estrada. Su relato Rina y Rito en Los Alamitos


Rina y Rito en Los Alamitos

Por Fernando Suárez Estrada

Alamitos, con raíces en el cielo, abrazan a sus hermanos de la Tierra. ¡Asombro universal!
Rina y Rito, los dinosaurios voladores más famosos de la Laguna de Bustillos, que con sus aleteos hacían bailar cadenciosamente a los frondosos alamitos del arroyo San Antonio, escucharon, desde las nubes, vientos entrerramados, poéticos, y una voz de niña tarahumara que, en los jarales escondidos bajo el manto de unos tallos cubiertos con delicados abrigos de hojas otoñales, canturreaba con mucho sentimiento un corrido que le había compuesto a la isla Atlántida:  “cunita de mis ancestros/ rayo de sabidurías/ te canto en los alamitos/ caricias del corazón...”
Invitada se sintió la pareja voladora a tararear esas coplas a la tierra sagrada de la que provenían también sus ancestrales reptiles alados, los que, después de alzarse sobre aquella isla mágica que se hundía, llegaron a prodigar sonrisas y apapachos a este nuevo y seductor pueblo pluricultural, y a su hechicera y bulliciosa Laguna, de los que se enamoraron perdidamente.
Era de dinosaurios de bien corresponder a lancheros y a aquel azulado estanque –y sus ventiscas amorosas–, quienes un lluvioso día de San Antonio los invitaron a vivir en sus arenosas riberas, muy parecidas a las de la Atlántida de sus melancolías.
Alamitos arrulladores... ¡Vámonos a conocer tus sueńos!
Al bajar con revoloteo de sombrillas, se acercaron también al follaje una violinista de cabellos ensortijados y un carialegre menonita con su acordeón recargado en la panza.
El pasto seco se emocionó y alzó sus sus bracitos al cielo al escuchar los  versos musicales de aquellos y al ver también al líder de los rancheros, don Belisario, presto ahora no para organizar montajes de revolucionarias obras teatrales al aire libre –en noches de veladoras y lámparas de petróleo–, bajo la inspirada dirección de su solidaria y muy respetada esposa Luisa, ni tampoco para moderar asambleas deliberantes, en esa extendida alfombra petatera, sino para elevar sus elegías al lado de aquella comunidad unida bajo las cúpulas del Templo de Los Alamitos que tanto han servido siempre, y no se diga en esta histórica ocasión, de sagrados oratorios, a liberales respetuosos de todas las creencias religiosas y de quienes las profesan o no, a fervorosos católicos, a metodistas como Pascual Orozco padre y Pascual Orozco hijo, a seguidores de Menno Simons, a orientales que ahora amenizaban con flautines, también esta singular reunión bajo aquellas sombras, agradeciendo a sus Dioses y a las sencillas familias de esta localidad por el recibimiento que se les dio para convivir y trabajar todos en armonía.
―¡Ay, alamitos, si tus ramales y hojas hablaran! ―dijeron los dinosaurios al abrazar y acurrucar en sus cálidos pechos a esos troncos curtidos por el Sol y su amiga la Luna.
Incluso este par de luminarias sentimentales se reunía a platicar y darse de besitos al amparo de esos árboles plantados por Dios en este terruño sagrado...
“... te canto en los alamitos/ caricias del corazón...”
El crespo arroyo, el volcancillo polveador de noches estrelladas, la laguna atrayente y los traviesos escuincles que cargaban en sus hombros una jarilla de alamito con dos baldes de agua cristalina para calmar los berrinches y la sed de sus parentelas, aportaron  sus murmullos a la algarabía alamesca de San Antonio de Arenales. 
Un concierto de rancho hizo llorar a la humanidad y a los coyotes de las montañas, a las multicolores aves cantarinas y a los  perritos chihuahueños que vigilaban el Barrio Viejo, su estación de tren de bandera y a algunas vacas  pintas que pastaban serenamente en los alamitos fraternales, ¡escribientes!, inspiradores, rimbombantes y fosforescentes.





Fernando Suárez Estrada hizo la licenciatura en periodismo en Escuela de Carlos Septién García, se tituló con su tesis El espacio ambiente nos informa, y la licenciatura en derecho en la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Chihuahua, donde se tituló con su tesis Consideraciones generales en torno al derecho a la información. Es autor de las siguientes obras publicadas: Cuentos tarahumaras (1975), en la revista Comunidad, editada por la Universidad Iberoamericana, y los libros Jesusita y otros relatos (2001), Caminos del villismo, de la hacienda de bustillos a la epopeya” (2005), Milagro en los alamitos, novela histórica sobre el nacimiento de Cuauhtémoc, Chihuahua (2012) e Identidad cuauhtemense. También es coautor del libro colectivo De San Antonio a Cuauhtémoc, herencia de grandeza” (2019). Es Notario Público número dos para el Distrito Judicial Benito Juárez, Patente expedida el 12 mayo 1989.

1 comentario:

  1. Plasmado, En Poesía, esa Hermosa Laguna. Me Fascina. Poeta, Escritor. Gracias y Felicidades.

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