Arte de Alberto Carlos
Herederos
del destino
Por Alberto Carlos
Por el
título, querido lector, parece que se espera en este trabajillo un culebrón
telenovelístico de mucha lágrima, pero no, no hay por qué asustarse; es otra
onda. Cualquier ama de casa que ponga sus ojos en este rollo, por el
encabezado, más vale que ahí le corte, porque se va a decepcionar.
Se
trata de la raza cósmica, de nosotros, pues, recordando en el primer centenario
de su natalicio a don José Vasconcelos, quién es el autor de tan astronómico
epíteto basándose en la miscelánea racial que llevamos en la sangre. Somos como
el mole poblano cuya cantidad o variedad de chiles lo hacen un platillo suculento;
o como la capirotada cuaresmera, delicia de los glotones fanáticos del postre
candela. Los cosmopolitas por excelencia. La síntesis, el concentrado genético
más completo de la creación. Como quién dice, de surtido rico. Somos indiscriminables
porque cualquier raza que intente discriminarnos se discrimina a sí misma.
Merecemos la capitanía vitalicia de la ONU para que todos los pueblos estén
representados. ¿O no?
Además
de la herencia genética que el destino nos deparó, llevamos a cuestas una doble herencia cultural que no
hace malos quesos. Por un lado la grecorromana y por el otro la judeocristiana,
bueno, ya me salió cuádruple aunque por dos vías de transfusión. Con semejante
acervo en nuestro haber, se comprende que nuestra responsabilidad ante las
naciones es abrumadora; nuestro destino manifiesto es componer el mundo en su
totalidad y no nada más el tercero, como lo han intentado varios presidentes
nuestros con más voluntad que fortuna.
No es
por nada, pero tenemos lo necesario para quedar bien con tirios y troyanos: Por
la Vía Apia le pegamos al raciocinio y por el Viacrucis a la gimnasia
sentimental. Estamos capacitados para dar a Dios lo que es de Dios y al César
lo que es del César. Le tiramos a la vez al más acá y al más allá. Con el
decálogo y el Derecho Romano estamos completos. Los diez mandamientos y la
constitución, por igual, nos hacen los mandados. Y es que la legislación divina
y las paganas juntas son mucha carga para una sola idiosincrasia. Pero somos
aguantadores y ahi la llevamos poniendo la otra mejilla para luego querellarnos
en averiguaciones previas. Por allá lo esperamos todo de un milagro; por acá lo
esperamos todo del gobierno. ¡Viva la Virgen de Guadalupe! ¡Viva Zapata!
Total
que pues somos los elegidos y no la vemos llegar. Tenemos a nuestra disposición
la paz divina y la paz romana. Como quién dice, dos sopas que, si las
aprovechamos, nuestros chicharrones van a tronar más fuerte que los anunciados
en la tele. Si no les sacamos jugo nos quedaremos como el perro de las dos
tortas o como dice la raza cósmica: sin Juan y sin las gallinas. ¡Órale,
México! ¡No te arrugues, cuero viejo, que te quiero pa’ tambor! ¡A darle, que
es mole de olla! ¡Mira nomás que suerte: un guadalupano y un soldado en cada
hijo te dio! Le pegamos al gordo sin comprar billete.
Lo que
no sé ni pienso averiguar, para eso están los antropólogos, es si aquella
multiplicidad genética y esta dualidad cuatripartita (válgame Dios, ya me hice
bolas) va con nuestra personalidad o nomás la cargamos de adorno para darnos
cran; si somos un puro y celestial relajo a la romana o puro golpe de pecho a
la cristiana, si oscilamos entre el cielo y la tierra, a Dios rogando y con el
mazo dando o, como dicen los abogados, conciliamos los intereses para salir de
la bronca.
Con
menos atributos que los nuestros, ¡y sin petróleo ni PRI! otros la han hecho.
¿Por qué nosotros no? No faltaba más. Todo es cuestión de que ¡ya le vamos
dando!, y el reino de este mundo y del otro nos llegarán por añadidura en menos
que canta un gallo, aunque, a decir verdad, el del otro mundo no nos corre
prisa.
Agosto 1982
Alberto Carlos.
Artista nacido en Fresnillo, Zacatecas, avecindado en Chihuahua desde la
infancia. Con medio siglo de trayectoria, su vasta obra mural, escultórica y de
caballete abarcó una diversidad de técnicas y temáticas. Su natural inquietud y
amplia cultura lo llevó a incursionar en la literatura y el periodismo, en
géneros como la poesía, el cuento, el ensayo, la calavera, el epigrama y la
columna, los cuales publicaba en periódicos como el suplemento Tragaluz
de Novedades de Chihuahua, El Heraldo de Chihuahua, y en las
revistas Tarahumara y Solar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario