Dintel de Almudena
El hombre sin sombra
Por Almudena Cosgaya
En el ocaso del Día de San Juan, cuando el sol se hunde tras los cerros y la bruma se alza como un velo, yo danzo. Mis pies descalzos se hunden en la tierra fría y húmeda, la noche se carga de magia. Mi corazón late con alegría, como si los susurros del viento me llamaran.
Los ancianos del pueblo advierten sobre esta hora. Dicen que los velos entre los mundos se desgarran y las criaturas del otro lado pueden cruzar. Pero yo no temo a los espíritus ni a las leyendas. Mi risa desafía la oscuridad.
“¡Que vengan los que quieren hacer contacto!” grito con el alma, desafiando lo desconocido.
Los augurios están por venir, me digo. La cosecha será abundante, el amor encontrará su camino hacia mi corazón y la prosperidad llenará mis cuentas. Pero al regresar a casa, la euforia se desvanece. La oscuridad se ciñe sobre mí, siento que alguien me observa. Giro mi cabeza en todas direcciones, me ha abandonado la valentía.
En el espejo del pasillo veo que mi reflejo parece distorsionado. Mi sombra se alarga, retorciéndose como una serpiente. Mi corazón se acelera, pero hay otra figura detrás, una silueta sin forma. No tiene sombra. No tiene rostro. Solo ojos vacíos que me perforan el alma como si leyeran mis secretos. No tiene boca, pero sí una sonrisa aterradora.
«¿Me has invitado?» susurra dentro de mi cabeza, y un escalofrío recorre mi columna.
“Jamás”, alcanzo a decir, recordando el círculo sagrado y mi danza desafiante.
“¿Por qué me sigues?” le pregunto al hombre sin sombra, pero no hay respuesta. Solo luces parpadeantes y un aire espeso que me asfixia.
Las fuerzas llegan de golpe, y corro bajo las sábanas, sabiendo que no puedo escapar. El hombre sin sombra está en todas partes. Sus palabras llenan la habitación y su frío toque quema la piel. ¿Qué quiere de mí?
Quizás debería haber temido a los espíritus, después de todo. Quizás debería haber escuchado a los ancianos. Pero ahora es tarde. El hombre sin sombra me ha atrapado y no puedo escapar de su mirada.
Así que aquí estoy, escribiendo estas palabras en la penumbra. Si alguien encuentra este relato, por favor, recuerde mi nombre. Soy Guadalupe y he bailado sobre el círculo sagrado en el Día de San Juan mientras visitaba a mi madre en el pueblo. Si alguna vez hallas al hombre sin sombra no te atrevas a mirarlo a los ojos. No te atrevas a danzar en su círculo. Porque una vez que lo haces, él nunca te dejará ir. Y tal vez ahora te está viendo.
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