Todas las visiones posibles de un mismo hecho
Por Guadalupe Ángeles
En memoria de Nicanor Parra.
¿Quién dormirá sobre los durmientes del tren sin temor al desmembramiento?
¿Quién desistirá de sí mismo y abrirá las puertas de su conciencia al fantasma despeinado que no se cansa de decir sus cosas?
¿Quién, como color desvaído, permitirá a su mente vacacionar para siempre?
Si tierna, como acurrucado feto, una pregunta le habita hasta desbordarle todo espacio físico o imaginario.
Ambicionaría el desparpajo del anticiudadano que aún corre por mi memoria con su nombre, enarbolándolo, como otros portan banderas.
Sí, me confieso afectada por el mal que le corroe aún muerto: la gana de morirse de risa.
Y si alguien preguntara ¿quién? Yo me partiría en trescientos, en tres millones, para encarnar cada uno de sus despropósitos, solo porque sí, porque la risa es más poderosa… él lo sabía: música concreta, melodía desmayada en azulejos florentinos entibiados por imposibles lluvias.
Así, sin pedir permiso, sin que nadie lo tome a mal, o crucificada por tal ambición antiiconoclasta, conversaría con su fantasma, aunque, ya sabemos, eso hago desde hace ya muchos renglones.
Hierve en mi pecho un ejército de preguntas, pero saben todas su inutilidad congénita, porque dejó todas las respuestas posibles en clave de farsa.
No ha sido su muerte un muro, sino una cascada.
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