Mario Vargas Llosa, el último gran novelista
con el peso político y social que tuvo un Víctor Hugo en Francia o un Charles
Dickens en Inglaterra
Por Daniel Salinas Basave
1- Y finalmente, el último de los titanes
dijo adiós. Cierren la puerta y enciendan las luces. Ahora sí se acabó la
función.
2- Cuando estoy de viaje trato de no estar al
pendiente de las noticias, pero fue imposible no enterarme de la muerte del
último gran Novelista con mayúsculas, de la misma forma en que me fue imposible
no emocionarme con el cardiaco triunfo de los Tigres en el clásico.
3- Acaso algún día (suponiendo que aún haya
mañana) recordaré el helado mediodía en que al salir del cementerio de Okunoin,
en Koyasan, recibimos la noticia de la muerte de Mario Vargas Llosa. Minutos
antes, frente a la tumba del shogun Oda Nobunaga, Carol y yo hablábamos del
sentido de la muerte entre los budistas y del verde musgo eternamente renovado
sobre piedras centenarias.
4- En uno de tantos cursos y seminarios de
periodismo que tomé en mi época de reportero, un editor español nos recomendó
(al puro estilo de Sostiene Pereira) ser previsores y emprender por adelantado
una sección de obituarios por venir. Hacer una lista de grandes personalidades
al borde de la muerte e ir preparando el perfil, el desglose de su vida, las
fotos de antaño y toda la parafernalia que rodea a la muerte de un gigante. Yo
estoy seguro de que el obituario de Mario Vargas Llosa ya estaba preparado en El
País y en las grandes publicaciones liberales de habla hispana y es sin
duda el último de ese tamaño dedicado a un escritor. En el futuro (tal como ya
es en el presente) la muerte de un novelista latinoamericano será solo una nota
breve a pie de página. Vargas Llosa fue el último en parar prensas. Recuerden
este día porque es el último en que el adiós de un literato es noticia global.
5- Sí, con Vargas Llosa se fue el último gran
novelista latinoamericano, o acaso (con perdón de Salman Rushdie, Coetzee,
Orhan Pamuk o De Lillo) el último gran novelista del mundo occidental. Un
novelista con el peso político y social que tuvo un Víctor Hugo en Francia o un
Charles Dickens en Inglaterra. Claro que se pueden escribir (y sin duda se
escribirán) grandes novelas en el Siglo 22, pero es la última vez que la muerte
de un novelista pone a los jefes de estado y a los jerarcas del mundo a mandar
pésames oficiales. Vaya, también Daniel Sada escribió novelas descomunales,
verdaderas obras de arte, lo que no impidió que su muerte fuera una nota breve
lamentada por unos cuantos cientos de nerds literarios. En el 2050 podría
escribirse un Quijote y no pasaría nada, absolutamente nada.
6- Yo empecé con Los cachorros en la
adolescencia. La tragedia de Pichulita Cuéllar fue mi debut y recuerdo que
seguí con Elogio de la madrastra, con la catorceañera curiosidad de leer
una novela caliente. A partir de entonces ya no paré. Y para cuando llegué a Conversación
en La Catedral intuí estar frente a un tótem que también podía ser
inmensamente divertido, pues La tía Julia y el escribidor me hizo reír
muchísimo. La única de sus obras mayores que leí recién salida de la imprenta
fue La fiesta del Chivo que compré en Librería El Día cuando era un
recién llegado a Tijuana y que devoraba en el asiento trasero de las guayinas
en el largo trayecto entre Playas y la redacción de Frontera.
7- Tal vez después del Chivo no volvió
a escribir una obra mayor, pero yo sí disfruté y me reí con Las cinco
esquinas y con Las travesuras de la niña mala. Y, aunque no me
maravillaron El paraíso en la otra esquina y El sueño del Celta
cumplieron con interesarme en la vida de los personajes que desconocía como son
Flora Tristán y Roger Casement. Harina de otro costal son los ensayos, de los
cuales me encantan La verdad de las mentiras y La orgía perpetua.
Por Vargas Llosa descubrí y dimensioné a Flaubert.
8- ¿Algo qué decir sobre su rol político?
Caray, colegas, con brutal honestidad debo confesar que yo coincidía en no
pocos temas con él. En mi caso, las filias o fobias políticas no influyen en
que acepte o rechace a un escritor. Si haces buena literatura, te leeré aunque fueras
un ser repugnante. Pero si tu creación es un bodrio no perderé tiempo en leerte
aunque seas un dechado de virtudes y nobles causas. Se es el liberal en todas
las circunstancias y Vargas Llosa lo fue.
9- Hace un par de meses, en una helada tarde
en Ciudad Juárez, pepené en una librería de viejo una primera edición de La
casa verde en Seix Barral. Fue mi última serendipia vargasllosiana
10- Esta noche volveremos al cementerio y
está pronosticada tormenta. Cae la tarde en Koyasan y albergo la ligera
sospecha de que, a falta de pisco peruano, beberé un whisky japonés a la salud
del último gran novelista.
Daniel Salinas Basave es licenciado en derecho, periodista y escritor. Ha colaborado en Esquire, Gatopardo, Milenio y Replicante, entre otras publicaciones. Trabajó como reportero en El Norte de Monterrey y en Frontera, de Tijuana. Actualmente tiene espacios editoriales semanales en Semanario InfoBaja, Suplemento Cultural Palabra, Síntesis tv y San Diego Red. Es Premio Estatal de Literatura Baja California 2010 por Réquiem por Gutenberg. Premio Bellas Artes de Ensayo Literario Malcolm Lowry 2014 por Cartografías de Nostromo. Relatos de espías, embajadores y embusteros. Premio Gilberto Owen de Literatura 2015, en la categoría de cuento, por Días de whisky malo. Premio Bellas Artes de Ensayo Literario José Revueltas 2015 por El lobo en su hora. La frontera narrativa de Federico Campbell. Ganador del Certamen Internacional de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz 2015, en el género de ensayo, por el trabajo titulado Bajo la luz de una estrella muerta.
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