Percusión
Por Jesús
Chávez Marín
El rural
desmontó frente a la Penitenciaría de la 20 de Noviembre y le dijo al cabo de
guardia:
―Que manden
a Beltrán a las cinco, hay dos fugitivos.
Trabajaba
entonces Beltrán de celador, allí estuvo hasta la jubilación, en el turno de
noche; era eficiente y frío, vigilaba tranquilo pero cuando hacía falta la
fuerza, la aplicaba con calma y sin coraje. Lo del cuartel de rurales era
trabajo extra y casi siempre le tocaba hacerlo a él, por su buena puntería.
Aunque nunca
ha sido legal sino todo lo contrario, la ley fuga mantenía a raya a los
malditos, la ciudad era tranquila en aquellos años. También sabía que algunos de
los ejecutados eran enemigos del gobierno, o alebrestados que trataban de
alzarse por ahi, invadiendo tierras que habían sido de muchos y ahora, ni modo,
eran de uno solo. Pero eso no era su asunto, él hacía lo que le tocaba hacer.
Esa tarde
llegó como siempre muy sereno, entró por una puerta pequeña que está en el
costado del edificio y pasó hasta el patio. De un veliz sacó la pistola, una
escuadra grande; le metió el cargador con las balas completas. Otros preferían
un rifle, más seguro y fácil de apuntar, pero a él le gustaba su arma, su
herramienta preferida. Cuando estuvo listo, le dijo los guardias:
―Suelten al
primero.
En la puerta
del centro se abrió una reja y salió corriendo un hombre, despavorido, hacia la
barda posterior que parecía lejanísima. Beltrán se tomó su tiempo y apuntó,
siguiendo el desplazamiento. Con un leve movimiento, casi una caricia, jaló el
gatillo y sonó el disparo; al mismo instante el hombre cayó en el polvo, dando maromas
antes de desplomarse.
―Suelten al
otro.
En fuga
apareció su hermano Darío, lo reconoció a pesar de que no lo había visto en
diez años, ¿por dónde habrá andado en todo ese tiempo? Lo pensó medio minuto, a
los rurales les extrañó que no se oyera el balazo, rápido y exacto como era su
estilo. Pero al fin tronó; el vivo cayó muerto dando vueltas, ya muy cerca de
la barda.
Qué lástima,
pobre Darío, pensó Beltrán. Pero es el trabajo, así es la cosa.
Jesús Chávez
Marín fue profesor en la prepa Ángel Trías, Cedart y Colegio de Bachilleres,
planteles I y IV. También enseñó literatura en el Taller de novela de ciudad
Jiménez, el Taller Banamex de mujeres cuentistas y en el Taller de textos
literarios quinta Gameros. Autor de Te
amo Alejandra cónicas (1995), Yo soy
tu hora del recreo (1996), Aventuras
de coctel crónicas (1997), Coralillo
(2001) y Tecomblates (2013). Es
editor en la Universidad Autónoma de Chihuahua y uno de los cuatro de esta
revista blog Estilo Mápula.
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