jueves, 14 de agosto de 2014

kimball


Farfromover



Por Luis Kimball



Debajo de la sombrilla estamos la mesa, la silla, dos platos y yo. Como en el patio de un lugar bonito con jóvenes ineficientes y amables. Traigo puesta mi camisa limón claro de puño doble –sin mancuernillas–. Sobre la mesa también están mis lentes oscuros con moscas alrededor. Casi consuela que las moscas se conformen con cosas inertes: yo tengo unos buenos ojos tristes.
La decoración es tan sencilla que ni a mí me importa que las bocinas tengan cromo naranja; de hecho, van tan bien con el viciado Staying Alive, que me sonrío sin lograr la mueca.
Hace ese poco, Tony Manero era muy identificable, mi tío Salomón hacía maquetas estudiando arquitectura, y mi papá recorría los caminos de México, mientras sus hermanas juraban que se parecía a John Travolta [un poco]. Mi madre también fue mujer de ese momento, una de las que todo el mundo deseaba, con  cascadas de cabello oscuro, tetas a la vista y unos lentes más grandes que los míos. Ya murieron; ¿a quién coño le importa? Normalmente no le importamos a casi nadie.
Los otros están igual: usándonos para evocar sus historias, grabando en off las pequeñas cosas del día, para un pasado posterior. Habrá otro lugar como este y los Bee Gees seguirán sirviendo para que las moscas vayan sobre nuestros lentes de plástico.






Luis Kimball nació en Chihuahua en 1974. Vivió en Chihuahua, en Veracruz, en la ciudad de México, y ahora reside en Querétaro. Hizo estudios universitarios que no le satisficieron. Se interesa en el conocimiento y escribe desde joven, ha publicado en la revista Solar y en Manual del desierto. Es coautor del poemario Luna de hiel para tres, y autor de Puros de amor. Ha participado en la coordinación de espacios culturales y actualmente coordina el taller literario Escritura al día.

No hay comentarios:

Publicar un comentario