Más vale sola y radical
Por Linda Flores
Ayer salí con un amigo con quien hacía tiempo no hablaba. Él es un teórico que se ha posicionando en las altas élites de la academia mexicana y hasta ayer, cuando lo leía en diarios nacionales, o veía su nombre escrito en libros de otros países –como el año pasado que vi en el FCE de Bogotá uno de sus trabajos–, me invadía la nostalgia por no haber dicho ¡Sí! a las propuestas decorosas que me hizo años atrás (con las indecorosas siempre obtuvo mejor respuesta).
Desde el sábado habíamos quedado de vernos pero, tomando en cuenta que él estará un par de semanas en Chihuahua, y una amiga que vive en Juárez estaría solo un día en la ciudad, decidí salir con mi amiga.
Cuando él me preguntó por mi salida del sábado le di detalles rápidos, le conté de una chica que estaba antes de mí en el baño y que a su salida llevaba vómito en la blusa, por ayudarla a limpiarse tuve que consolarla por un amor finiquitado y convencerla de que siguiera la juerga pero que ya nomás tomara agüita mineral. Él, después de halagarme diciéndome "buena feminista solidaria", entre bromas dijo:
―Es que tan pedas no se ven bien.
Pregunté:
―Y los hombres tan pedos ¿sí se ven bien?
Él es persona que evita la confrontación a toda costa, no me respondió y cambió de tema. De estar hablando de vómitos y bares, empezamos a hablar de las formas en que activistas y defensores de derechos humanos hacen invisible el trabajo de la gente más joven, y cómo las peleas entre ONG´s se van heredando.
Él, que está en las altas élites de los derechos humanos, me contaba “deslices” de activistas de generaciones previas a la nuestra. Le detallé cómo a nivel local sentí que habían invisibilizado el trabajo de unas jóvenes activistas. La conclusión del tema fue la jodida “adultocracia” y lo mucho que ambos nos esforzamos por no caer en ella.
Cuando empezamos a hablar de la gente que trabaja conmigo “discretamente” se sorprendió porque trabajo con hombres, y cuando le conté de las activistas me dijo:
―Déjame adivinar… son lesbianas.
Imagino que como buen stalkeador de redes sociales vio que, en efecto, dos de mis compañeras son lesbianas.
Cuando estaba a punto de responderle con un fino y elegante “no mames” recordé que hace unos días un conocido escribió en su Facebook lo sorprendido que estaba porque estaba tomando café en un lugar “bien” y en la mesa de enseguida había unas jóvenes mujeres que “hablaban peor que los hombres.”
Frente a mi silencio, el joven académico me empezó decir:
―Vi la página de las lesbianitas que me dijiste; está bien, poco de teoría… al final son unas lesbianas radicales.
Para serenarme pedí otra cerveza acompañada por un tequila y pregunté:
―¿Por qué te parecen radicales?
Tan solemne como en sus conferencias dijo:
―Esas chavas son un cáncer para las feministas como tú que sí trabajan. Ellas desconocen la teoría, sus referencias están en blogs o citan diarios… y ni siquiera son notas y reportajes, citan textos de la sección de opinión, esa que paga 50 pesos a los columnistas, mucho ruido y pocas nueces, además, es evidente que no inciden en la política pública.
Cuando acabó de hablar, mi tequila y mi paciencia también había terminado y respondí:
―Son radicales por hombres como tú que minimizan su trabajo. Por hombres y mujeres que las ningunean bajo el argumento de que ellos hablaron primero de derechos humanos, y con sus actos les dicen que sus causas no son importantes y no hay más activismo y logros si no salen de su ONG, y obvio, ellos empezaron antes porque nacieron 20 o 30 años antes.
Son radicales por los hombres que dicen “es que las mujeres borrachas o maldiciendo se ven mal.” Son radicales por las conductas de mujeres ignorantes que hablan de ellas por complacer a los hombres y siguen atoradas en ese término que te molesta tanto: el hetero patriacado.
Y somos radicales porque con frecuencia nos topamos con hombres como tú a los que les parecen agradables las feministas que les calentamos la cama y a veces hasta escuchamos todas las pendejadas misóginas que pueden decir, pero cuando dejamos de perder el tiempo escuchándolos y nos vamos, según tú nos convertimos en radicales, locas y lesbianas.
Cuando por fin había dicho lo que pensaba, él, sorprendido, y mirándome fijamente con esos enormes y hermosos ojos de vaca mensa, dijo:
―¿Te pido otra?... ¡Perdón!
Pero como buena radical, ya no quise otra. Me fui a tomar un vodka a mi casa.
Linda Flores poeta: política y promotora social. Desde 2009 escribe en Facebook un muro que desde su inicio se volvió popular, por su fuerza su gracia su ingenio Linda Flor Es: https://www.facebook.com/pinolita.es?ref=ts&fref=ts
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