sábado, 12 de octubre de 2019

Alberto Carlos. Los super héroes o el poder de los impotentes

Arte de Alberto Carlos
Los super héroes o el poder de los impotentes

Por Alberto Carlos 

El título de este articulillo es la punta de la madeja. Por ahí sabrás, querido lector, por dónde va la cosa. Sí, por ahí mero. No es ningún secreto ni estamos descubriendo el remedio para las arrugas. Se trata, claro, de los poderosos o súper poderosos héroes de las tiras cómicas gabachas. Esos luchadores por el bien y la justicia a su muy particular manera y a su más que particular criterio, fulanos carentes de sexualidad y sobrados de musculatura.

Con los años invertidos en el noviazgo entre Mandrake y Narda, ya era tiempo de ver por ahí un Mandrakito, pero, ni por arte de magia. Superman tiene como eterna pretendienta a Luisa Lane, pues la pobre no ha llegado ni a novia de su célibe fortachón, por más que le suelta los perros.

Mientras no se haga de un medio kilo de criptonita, debilite a Superman y lo agarre por su cuenta, se va a quedar con las ganas para siempre.

Batman está peor. Se trae un sospechoso amiguito (Robin) con el que forma el llamado dúo dinámico, defensor de vaqueros millonarios que ya quisieran para ellos nuestros banqueros recientemente dados de baja por don José López Portillo. El llanero solitario con su cuate, un tercermundista llamado Toro, no se sabe de qué número calza, si va o viene o nomás platica. Al Hombre Araña le hace falta de perdida una viuda negra para que calme sus ansias de saltimbanqui. Ya apareció la Mujer Araña, a ver si un día se encuentran e intercambian telarañas, por lo menos.

Toda esta literatura monista propone, al parecer, la posibilidad de dar una arregladita a este revuelto mundo, con la ayuda de eunucos fortachones. No sería muy descabellada la idea de poner en el candelero a individuos carentes de problemas de alcoba y de familiares. Se dedicarían de tiempo completo a componer este maltrecho planeta sin lastres de casa chica y casa grande, sin juniors y sin primera dama, sin compadres ni primos. Imaginemos a un presidente de la República como para concursar de mister universo, con antifaz y capa, volando por los aires, sin comitivas ni guaruras... Ah, ¿verdad? El ahorro de nóminas, de gastos de viaje y de fayuqueada, sería impresionante.
Si todo aspirante al poder fuera un abstemio de pe a pa, sobre todo de pa, tendríamos una importante baja en el índice de natalidad. Si llega uno cada seis años, los aspirantes forman legiones que deberían aguantarse las ganas, so pena de perder la oportunidad. Los partidos políticos, el PRI por delante, tendrían en sus filas un montonal de solterones metidos en gimnasios levantando pesas, cultivando el músculo, y tomando cursos intensivos de puritanismo, incluida la defensa personal contra ataques lascivos de las féminas.
Total, soñar no cuesta nada. Bueno, sí cuesta lo que nuestra prole se gasta en comics, lo cual no es baba de perico. Eso se llama vivir del cuento: los autores o editores del cuento agarran la billetiza grande desembolsada por los incautos consumidores que los adquieren para su catarsis. Catarsis balina, pero catarsis al fin.
Ya lo dijo Calderón: La vida es sueño y los sueños, sueños son.

Marzo 1983


 






Alberto Carlos. Artista nacido en Fresnillo, Zacatecas, avecindado en Chihuahua desde la infancia. Con medio siglo de trayectoria, su vasta obra mural, escultórica y de caballete abarcó una diversidad de técnicas y temáticas. Su natural inquietud y amplia cultura lo llevó a incursionar en la literatura y el periodismo, en géneros como la poesía, el cuento, el ensayo, la calavera, el epigrama y la columna, los cuales publicaba en periódicos como el suplemento Tragaluz de Novedades de Chihuahua, El Heraldo de Chihuahua, y en las revistas Tarahumara y Solar.

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