La
correspondencia
Por
Jesús Chávez Marín
Cuarenta
años después quemé tus cartas, aquellas que me escribías cuando ibas de
vacaciones a Guadalajara, una diaria. Las guardé porque soy sentimental y
porque me gusta conservar cualquier medio que guarde algún resquicio de
información, linfa de historias. Hoy el correo físico ya no existe, como bien
lo sabes; los carteros ya solo traen recibos, publicidad y alguna que otra
revista de los que insistimos en suscribirnos a los escasos medios impresos que
van quedando. Este mismo mensaje te lo estoy enviando a tu Whatsap, y no como
antes, cuando ponía la hoja en el sobre, lo cerraba y lo llevaba al buzón del
centro, para responder al papel perfumado en el que tantas veces me contaste
tus aventuras con tus primos, uno de ellos tu pretendiente constante, y te las
ingeniabas para escribirme muchas palabras de cariño, que yo correspondía mandándote
poemas. Unos míos y otros de Pablo Neruda. Pero hoy las quemé porque he venido
por fin desprendiéndome de tantas cosas de antes que ya no tienen ningún
sentido, cambio de piel y despedida.
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