Solo los valientes se
sobreponen al desierto… El eslabón de
Biescas, de Marión Durán Luján
Por Victoria
Montemayor Galicia
“Cuando naces mexicano
y en tierra árida, comprendes que la vida te juega sin sabores para poner a
prueba tu carácter fuerte, solo los valientes se sobreponen al desierto.” En
esta novela, El eslabón de Biescas, de la
escritora Marión Durán Luján, podemos observar cómo los personajes se
sobreponen al desierto o se someten a su destino. El texto se compone de ocho
fascinantes capítulos. La historia se desarrolla entre 1910 y 1926. Al final de
la obra el lector es sorprendido por diversas vueltas de tuerca que no es mi
propósito describir aquí.
El
eslabón de Biescas es una novela romántica; el escenario
es una finca que pareciera encontrarse abandonada a su suerte en un desierto coronado
por dunas blancas. La vida y el carácter de los personajes están forjados por este
desierto; un dejo de amor y fatalidad recorre la historia: “La comunidad de las
dunas está compuesta por gente muy unida, supongo que se debe a la cercanía
sentimental que compartimos […] En el transitar de las generaciones vemos
crecer a los niños y envejecer a los adultos, todos coexistimos con las
inclemencias del tiempo y no solo eso, la imperante necesidad de aprender a
vivir en un lugar donde el agua es un tesoro escurridizo que se cuela entre las
grietas del yermo suelo. // Lo más trascendente de este lugar es una
característica muy particular de la comunidad: su fortaleza.” El desierto de
Biescas, su paisaje e inclemencias parecieran interactuar en el porvenir de los
personajes.
El personaje que narra
la historia y cuenta su vida se llama Abel, nombre bíblico con el que él se
siente: “condenado a vivir entre tanta arena, sentenciado al anonimato, soy tan
insignificante en un mundo olvidado por el tiempo, desde pequeño fue así, mis
padres me ataron a este calvario con el nombre de Abel.” Si recordamos la
historia bíblica, fue Abel quien murió a manos de Caín. Encontraremos una metamorfosis
sutil e interesante del personaje en la obra. Es Abel quien nos presenta a los
protagonistas.
Abel entrará a
trabajar a la finca de don Eugenio: “Don Eugenio, un hombre acaudalado, diría
yo… el más rico de todos, si no me equivoco también es el hombre más solitario,
vive en una hermosa hacienda que se ve desde cualquier ángulo del pueblo. Él se
dedica a vender provisiones, alimentar caballos y muchas otras actividades, la
gente dice que en su hacienda siempre hay de todo lo que uno busque, desde
medicamentos hasta ropa, él los vende a precios accesibles para todo el mundo.
A pesar de que don Eugenio es un hombre frío, no es ambicioso ni trata mal a
nadie, simplemente es un señor como los de antes, de los que ya no existen,
respetuoso pero leal, de esos que se preocupan por el bien del prójimo, pero al
mismo tiempo son muy discretos y reservados, guardan lo mejor para sí mismos.”
El retrato de don Eugenio es de una gran persona que ha aprendido a vivir de su
trabajo, a persistir en el desierto. Ayudar y dar trabajo a su gente, servir a
las personas que transitan por Biescas.
Una historia
romántica, de amor puro, de compañerismo, de lealtad, de ideales, donde la
fuerza y el trabajo tienen que realizarse cada día para subsistir en este
desierto que es Biescas. A lo largo de la obra vamos observando el carácter
fuerte y noble de don Eugenio, quien se encontrará con el amor de su vida
llamando literalmente a su puerta en una fría noche de viento, tres golpes
fuertes en el eslabón: “En un instante, entre la tolvanera y los médanos que se
trasladaban arrastrándose jalados por el viento al interior de la hacienda
hasta llegar al patio principal, entró pavoneándose un carruaje ornamentado de
color obscuro, se escuchaba el sonido de las pezuñas contra el suelo de los
caballos que tiraban del armazón de fina madera. […] Logró cerrar el portón con
la escasa fuerza que le quedaba. Al enderezarse y virar lentamente, sus ojos
pudieron contemplar por primera vez a una mujer que solo había visto en sueños,
bajando del carruaje como una marquesa, dejando ver su hermosura acompañada de
una estampa esbelta, de cabellera larga y negra como seda brillosa”, de labios
bermejos. Es cuando el amor finalmente entra por su gran puerta.
El personaje femenino
que le devuelve la vida a don Eugenio es Evangelina, pero
todos le dicen La Negra. En esta dama cuyo retrato es de belleza, porte y
elegancia, la escritora también nos deja ver su sencillez, amabilidad, y amor a
don Eugenio, la lealtad y la fuerza del trabajo en pareja: “La Negra y don
Eugenio, al pasar los meses, se hicieron mucho más cercanos de lo que nunca
habían sido con otras personas, cocinaban en pareja, se ayudaban con las tareas
del hogar y del negocio, mientras don Eugenio atendía a los forasteros, La
Negra daba agua y paja a los caballos. Las tareas se habían simplificado haciendo
la vida mucho más amena para ambos, había reverdecido en su interior algo sin
precedentes, en los momentos que tenían libres paseaban por la plaza.”
Al personaje de La
Negra se contrapone el de su sirvienta Martha, quien con el paso del tiempo se convierte
en su amiga y confidente. Cuatro mujeres conviven en esta historia, las cuatro
son diversas. El eslabón de Biescas por
momentos pareciera ser un retrato costumbrista, de una época que ahora vive en
la memoria de los abuelos. En esta maravillosa obra también encontramos
metáforas diversas e interesantes, como: “La desventura se ató a nuestro
tobillo como un grillete” o “Mientras tanto sigo aquí, esperando la mágica
seducción que vive dentro de las dunas”.
“¿Cómo se puede estar
de acuerdo al infortunio? me hubieran nombrado Caín, apelativo mucho más
enérgico, tenaz, con menos miseria que la que le tocó vivir al Abel bíblico y
al de Biescas.”Comenta Abel. Quizá el cambio trágico en la historia corresponda
al árido paisaje en el que se desenvuelven los personajes.
Para el año 1956, “La
arena convirtió a la hacienda y a las humildes casas que la rodeaban en un
recuerdo. El acceso a Biescas se hizo cada año más difícil.” La obra envuelve
al lector en este fascinante mundo del desierto de Biescas, para posteriormente
encontrarnos con la escritora Eleonor Márquez, y su querido amigo Amador. Podríamos
incluso preguntarnos sobre estos nombres, que dan un estupendo juego que será
revelado al lector.
En esta novela podemos
apreciar las dotes narrativas de Marión Durán para envolvernos en este
maravilloso desierto de dunas blancas en donde cualquier cosa puede suceder, en
donde el trabajo, la prosperidad, la amistad, el amor y la lealtad son los
valores principales. Pero como en toda historia, no solo convive el amor, sino
también la traición, el desamor y la falta de valores como la deslealtad se
desenvuelven en el árido clima de Biescas.
Durán Luján, Marión: El eslabón de Biescas. Editorial Amazon,
México, 2019.
Victoria María Montemayor Galicia es licenciada
en lengua y literatura modernas letras Italianas por la Facultad de Filosofía y
Letras de la UNAM, a punto de graduarse de la maestría en humanidades por la
Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Chihuahua. Ponente
en congresos de literatura mexicana contemporánea celebrados en UTEP y en el
XVII Congreso de la Asociación Internacional de Teatro Español y Novohispano de
los Siglos de Oro, celebrado en Queens College, NY. Traductora del libro Políticas de la identidad en el otro
occidente, la etnización de la política en la América indígena, (México,
Ecuador y Bolivia) de Piero Gorza. Es autora del libro Besos en el viento: De otoño, invierno y otras estaciones.
Actualmente es profesora de literatura en la Universidad Autónoma de Chihuahua.
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