Donde esta víbora pica no hay remedio en la botica
Por
Luis Kimball
Entre los títulos del autor de Claroscuros de un Chihuahua
musical, Te amo Alejandra y Aventuras de coctel, Coralillo
destaca por su sencillez y densidad. Lo que ocurre en el libro, está resuelto o
asumido:
En las páginas de un cuaderno escribí cartas manuscritas para
personas que amo. Nunca mandé estas cartas: ahora publico algunas en este libro
(p. 11: Prefacio).
El invitado a esta lectura de lo íntimo encontrará las cartas de
un escritor que cumple las más de las veces la forma poética. Lo que parece
simplemente narrado lleva un estilo formal, propio del autor: Esta literatura
generada como privada reconoce al hombre de letras que no evocará el cine ni
otra cosa que literatura al describir el objeto de su amor:
En el cristal de la mirada/ la silueta de tu fina y firme forma
femenina/ ‒Neruda dixit‒/ quedó grabada con tinta de amor,
dolor, bienaventuranza.” (p. 13, Memoria es destino).
Este poeta le escribe a la familia aún en sus romanzas. Esperable
cuando desde la dedicatoria aparece el árbol familiar, cosa que no puede
citarse pues pertenecerá solo al propietario del libro.
Durante los pasajes va sorprendiendo con la consolidación de
poemas; se siente vitalidad bien madurada con el hacer de los días: ya no
necesita experimentar mucho con la forma, pues todo en él es revelación de
contenidos:
Las mujeres que nacieron en abril/ encontraron al mundo/ recién
florecido.
Cuando eran niñas/ jugaban con la tierra/ en el jardín de su casa.
La primavera/ circulaba en su sangre/ con la sutileza y la
fragancia/ de la flor de cerezo.
Cuando las mujeres de abril/ Tenían cinco años/ enamoraban a la
gente (p. 15, Abril).
Destaca que no hace por atraer la atención de nadie;
inevitablemente los ligeros cambios en el orden de lo nombrado hacen inclusión
(en este caso de género, al ampliar correctamente el colectivo mujer hacia la
infancia), dan dulzura a lo descrito con sus adjetivos.
Jesús Chávez Marín comparte tan amablemente que resulta imposible
rechazar la invitación a ver el mundo desde su óptica:
Salimos al valle y se vio Aldama./ Allá fuimos. Como por arte de
magia/ y buena suerte apareció por el lado del sol/ una casa. La de un hombre
de muchos/ talentos. Oficios. Viajes. Canciones. Trabajo.
(p. 17, Daniel afortunado).
Desde su óptica, pues en el poemario predominan formas
tradicionales europeas y el hermoso haikú de Oriente, interpreta el mundo en su
propuesta: se toma la libertad de verlo todo, operar en la edición o montaje de
escenas e imágenes, los datos finales que pertenecen al destino. Mire cómo en
el último verso citado la puntuación establece categorías que homologan el
rango de las canciones al del viaje, por ejemplo, viniendo ya de una
descripción holística de lo cotidiano. Dando gusto o no, los poemas resultan
inapelables:
“Al instante supe el porqué de ese tan exacto apellido:/
afortunado./ Así que no era solamente la abundancia de los/ bienes./ Fierro.
Oro. Tierras. Fuentes. Herramienta./ Sino, sobre todo, aquella mujer la suya./
El verdadero milagro de este pueblo (p. 17; Daniel afortunado).
El título Coralillo, publicado por primera vez en 2001, anuncia
que es poesía y lo cumple, por lo cual es normal que lleve el nombre de una
víbora mortal de la región. Tras leerlo, sabrá que la mordedura fue certera.
El libro tiene la cortesía de páginas en blanco imbricadas en las
secciones donde aparecen los haikús, tema obligado al hablar tanto del libro
como del autor: obedece a una tradición antigua de Oriente que entiende la
interacción de la poesía y cede trozos del lienzo o páginas para intervenirlos;
verá que el arte de China y Japón aparece comúnmente intervenido por sus
propietarios posteriores, pues sus conceptos de arte clásicos no implican la
creación, sino la reproducción de la naturaleza o el entorno. Al hombre y la
mujer siempre los ven inevitables, como parte del entorno.
En el extenso Estado de Chihuahua, habrá hoy cien gentes
intentando un haikú y seguro sus esfuerzos serán infructíferos ‒al rato me sumo‒, pero se agradecen. Dijera
Servín:
―¿Y quién va a imaginarse a un
norteño en el solón de la plaza de Catedral que esté leyendo la poesía del
Japón Imperial?
No será el único, aunque quizá el mejor conocedor; y entre los
haikús memorables escritos en Chihuahua están los de Gaspar Gumaro Orozco, el
maestro a quien el autor dedica un poema puntual, descriptivo y afectuoso:
Se llamaba Gaspar Gumaro/ Orozco./ abogado de buena escuela./ Su
oficio fue la escritura de poemas./ Me enseñó a vivir: escribo.
(p. 100, Gaspar Gumaro Orozco).
¿Qué más quisiera un maestro que ser recordado así? Y nosotros,
que los abogados volvieran a escribir poemas.
En Coralillo el poeta, como Dante, busca la guía pagana, un
ideal propio, su Virgilio y su Beatriz, para asentar la visión de su
literatura:
Busqué una orilla para encontrar el hilo,/ supe que como Ariadna
habrías dejado alguno./ Y que en el extremo que entre la fronda se escondía/
habías puesto mi nombre con tu letra escolar/...” (p.
40, Cerezo roja).
Sujeto a cumplir las trabajos del rol de género masculino
tradicional, sin caer en ese machismo discursivo al que en todo caso
pertenecerá más esta reseña, el autor va mostrando por el libro cómo desde la
educación por el gusto, el esfuerzo, las costumbres de convivencia, el trabajo
y el respeto por lo cercano, se construye un hombre servicial y cariñoso como
el padre que mira sin nostalgia protagonista o josealfrediana el momento en que
camina con sus hijos de la mano, instruyéndolos en el cruce de calle por las
esquinas, mientras conduce sus vidas por el paseo en que también se compra la
nieve. Seguirá con el amor simple a la amada y estos amores se continúan,
corresponden y alimentan en ese ciclo perfecto de las horas compartidas a
turnos, aprovechando resquicios y entornando las puertas cuando la hora lo
requiere:
Yo soy tu hora del recreo/el hombre con el que pasas algunas
tardes/ cuando quieres andar contenta y joven,/
(p. 90, Yo soy tu hora del recreo).
Cuando se va acercando a los amores que la vida del no
coleccionista colecciona, los nombra a plenitud, explica la historia como única
cada vez que apenas cabe en el cuerpo, no en el tiempo:
Cuando ella
terminaba su grácil vuelo/ solía volver al templo de su intimidad./ Parecía
furiosa. Fumaba mucho./ quien fuma y canta se desgarra la garganta”
(p. 88, Magdalena).
Este poeta contemporáneo apuesta contra la modernidad, esa cosa
postrada que renuncia a morir y sostiene los actuales patrones de explotación;
bien lo sabía Baudeliere, mejor lo comprendió Rimbaud: el sustrato de lo
absolutamente moderno es una voz de los señores al perder los privilegios.
En poemas como Calle Libertad ocurre la maravilla de una sociedad
de progreso, un crimen sangriento bien descrito y la familia que vuelve al día
siguiente a comprar un helado sobre la escena trapeada del crimen, que también
es la escena del helado. Así se vive en la ciudad.
Cito ejemplo de este no modernismo en un poema memorable ‒disculpe la redundancia‒ que dedica al padre:
Con tus manos trabajas, y tan intensamente./ Con los ojos mediste
con precisión los espacios, Y luego caíste al vacío, al aire; el golpe fue un/
estruendo./ Alguien había dejado por torpeza la trampa.
Te ganabas la vida. El pan de tus hijos,/ padre, y algun
desgraciado con su negligencia,/ dejó la lumbre suelta en un cable de luz./...”
(p. 104; Pablo).
Así, la fórmula del Coralillo no es imponer el colorido de
su piel, sino exponerlo; que el poeta vive así, desnudo, paso atrás del asceta,
que sostiene aún respeto público por su figura, quizá consagrada: este
coralillo, ágil serpiente mortal, aparece solo como marquesina del programa que
discurre entre una normalidad pausada.
.../La curva mítica del reloj me señala./ Hubiera suspendido
muchas horas/ para llegar a la tierra donde ella vive.
Pero Gabriela ya se alejaba en una pick-up color/ café./ Y esa
noche frente al espejo, mientras cepilla su pelo/ y lava su cara/ para dormir”
(p. 86, Una mujer frente a mis ojos).
Recuerda algo este pasaje al de Rilke de Una mujer frente al
espejo pero Rilke recordaría a su vez un poema anterior, cada vez desde que
Eco se mirara en el agua. Aquí la poética se nota objetivista, que entrega los
bloques completos y sólidos de descripción ligera (incluye muros, incluye las
tiendas, incluye banquetas). Apenas precisa libertad en el montaje, magistral
como de quien conoce la visión de Dios y no busca misterios abstrayendo
subjetividades de sentimientos ordinarios del ludo ‒el poeta Chávez es amigable, pero
nunca aparece jugando‒.
Sabe que no hay que buscarle tanto a sensibilidades excéntricas de las abundan
en los poemarios, pues lo más evidente siempre ha estado ahí, ocultándosenos,
revelándose siempre un poco tarde.
Soy hombre de una sola mujer, declara la
voz del poeta invirtiendo el tópico femenino que reza lo contrario (comprenda
que la anfibología posibilitada aplica). Si uno observa lo estable de esta
afirmación en los poemas amorosos dedicados a varios nombres de mujer durante
el poemario, aun puede coincidir con las declaraciones de Diana Bracho en
aquello de “cosa por cosa también en el amor”, con lo cual podría conformarse
cualquiera.
El poemario describe cabalmente a un narrador venido de familia
nuclear hasta ocupar el puesto del padre en la propia, empresa a la que rindió
su éxito literario. En Coralillo los poemas van nombrando a cada uno
hasta llegar a los hermanos, entendiéndose que antes y después de ello se han
cumplido otras ilusiones, naturales o inevitables, quedando bastante lejos de
compendios donjuanescos.
Lea Coralillo, quedará en sus recuerdos.
Chávez Marín, Jesús: Coralillo. Editorial Aldea Global,
México, 2020, segunda edición. (Primera edición: Aster Ed. 2001).
Luis Kimball nació en Chihuahua en 1974. Vivió en Chihuahua, en Veracruz, en la ciudad de México, y ahora reside en Querétaro. Hizo estudios universitarios que no le satisficieron. Se interesa en el conocimiento y escribe desde joven, ha publicado en la revista Solar y en Manual del desierto. Es coautor del poemario Luna de hiel para tres, y autor de Puros de amor. Ha participado en la coordinación de espacios culturales y actualmente coordina el taller literario Escritura al día.
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