sábado, 30 de noviembre de 2024

Edad

 

Edad

 

Por Guadalupe Ángeles

 

El lunes pasado fui a cenar con V. Me deslumbró descubrir que ya no tengo líbido. La forma en que vestí la vez pasada que cenamos en ese restaurante y la de este día fueron diametralmente opuestas. En aquella, quizá con dos años de diferencia entre una y otra; fui con un pantalón de mezclilla y una blusa rosa escotada; ahora llevé un vestido negro abotonado casi hasta el cuello, mallas y botas del mismo color.

Nuestra conversación (casi toda dedicada a ponernos al día) versó sobre sus estudios recientes y sus obsesiones que ya cuentan con residencia estable en su vida desde hace varios años.

Mi sensación de ser observada en ese lugar fue idéntica a la percibida en la ocasión anterior, debida seguramente a que él es habitual en ese sitio elegante y oscuro compra ahí todos los años las cenas de navidad y año nuevo, pero no solo por eso, tanto el dueño como uno de los meseros preguntó si yo compartía la misma profesión que él (dato innecesario, pienso, para una mejor atención a los comensales).

Cierto es que volvió a agradarme la forma en que movió su silla y se acomodó para escucharme con toda su atención cuando decidí relatarle una confidencia algo anodina. No era que él hubiera cambiado un ápice. No. Era la conciencia de mi edad y la suya (recibió el abrazo del mesero de buen grado cuando le dijimos que días antes cumplió años dato inverificable por mi parte).

Saber que cuando él nació yo ya tenía nueve años me hacía parecer ridícula. También esa conducta absurda de permitirle decidir el menú.

Hizo un movimiento con sus manos, en contacto con su propio cuerpo que yo hago siempre, ver eso, que quizá debiera habernos hermanado, me llenó de una especie de nostalgia totalmente fuera de lugar.

Por supuesto que me alegré de los logros que me compartió y lo escuché con agrado, como siempre, aunque ahora se me escaparan algunas palabras de su plática por mi incipiente sordera que, por una especie de coquetería tonta, no habría de revelarle.

Fue una buena velada, la conversación fluyó como siempre entre nosotros, cálida y amena. La apenas perceptible sombra que marcó la diferencia esa noche fue comprender que ya no lo deseaba, pero lo verdaderamente deslumbrante de ese hallazgo fue la certeza de que sentiría eso con cualquier otro hombre, como si fuera capaz de predecir el futuro, enquistado como estaba en mí el recuerdo de un amorío tan ridículo como imposible y debido a ello cancelado para siempre, ¿mi sentir? Acaso fuera solo un umbral que naturalmente debía cruzar y del que fui consciente mientras un taxi me llevaba al silencio de una noche insomne, en la que metafóricamente con los ojos muy abiertos, descubrí que quizá tras el sueño amanecería para vivir el primer día de mi (hasta entonces imposible) vejez.

 



Guadalupe Ángeles nació en Pachuca, Hidalgo. Fue directora de la revista Soberbia. Entre sus obras se encuentran Souvenirs (1993), Sobre objetos de madera (1994), Suite de la duda (1995), Devastación (2000), La elección de los fantasmas (2002), Las virtudes esenciales (2005) y Raptos (2009). Ha colaborado en ÁgoraEl FinancieroEl InformadorEl OccidentalLa Jornada Semanal; en las revistas electrónicas nacionales Al margen y Argos y en las españolas: Babab y EspéculoPremio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos 1999 por Devastación.


jueves, 28 de noviembre de 2024

A libros abiertos episodio 10. Susana Perea



Una conversación con Susana Perea en A libros abiertos, episodio 10. Producción: Editores UACH Dirección de Extensión y Difusión Cultural de la Universidad Autónoma de Chihuahua.


https://open.spotify.com/episode/42YlkDlW68UgZqRdXZxriC?si=K4c06XE1QMap6ggte94krw

Un gran director y una gran película

 

Rollos cortos

Un gran director  y  una gran película

 

Por Luis Raúl Herrera Piñón

 

La película El gran hotel Budapest cuenta las aventuras de Gustave H, el conserje de un famoso hotel europeo en la época entre la Primera y Segunda Guerra Mundial, y el botones, quien le acompaña y es su mejor amigo. La trama incluye el robo y recuperación de una invaluable pintura del Renacimiento y la batalla por una enorme fortuna familiar.

Lo que más llama la atención de este filme dirigido por el texano Wes Anderson director también de la muy buena Viaje a Darjeeling (2007) es la maravillosa fotografía de Robert D. Yeoman un veterano con más de 45 películas en su haber. Resaltan el buen uso de los movimientos de cámara, necesarios para acompañar a los personajes en sus escenas más movidas escapes, huídas, persecuciones, pero también los desplazamientos lentos, con los cuales se nos muestran en todo su esplendor exteriores e interiores del hotel en cuestión. Paisajes formidables, edificios hermosamente antiguos, colores vivos vivísimos, es mucho de lo que podemos encontrar en esta coproducción germano-estadunidense. Además, la ambientación es formidable, de la mano del director de arte Stephan O. Gessler y la decoradora de sets Anna Pinnock.

Otro aspecto sobresaliente es el gran elenco reunido, las actuaciones muy buenas a pesar de la extravagancia de los personajes, especialmente la de Ralph Fiennes, como Gustave H y recordado como el “malo” de La lista de Schindler, solo que aquí logra una deliciosa interpretación, bastante cómica. Las otras estrellas del filme lo hacen muy bien. A lo largo del metraje vemos pasar a F. Murray Abraham, Adrien Brody, Willem Dafoe, Jeff Goldblum, Harvey Keitel, Jude Law, Bill Murray, Edward Norton, y Tom Wilkinson. Saoirse Ronan en el papel de Agatha está muy bien, sobre todo por la candidez que da a la historia, además de ser protagonista de una tierna historia de amor. Como curiosidad, Agatha tiene una marca de nacimiento en su rostro que es idéntica a la silueta de la República Mexicana.

El guión de El gran hotel Budapest, coescrito por el ilustrador británico Hugo Guinness y Wes Anderson graduado en filosofía en la Universidad de Texas está inspirado en varios textos de Stefan Zweig; la historia se desarrolla en un país ficticio llamado República de Zubrowka y cuenta con un humor muy especial, muy Wes-Andersoniano.

En fin. La visión de esta fantástica película no solo está reservada a quienes entienden y disfrutan de un cine, ese que se encuentra lo más alejado posible del cine llamado comercial, también para quienes gustan de pasar muy buenos momentos de diversión.

 

Título original: The Grand Budapest Hotel. Dirección: Wes Anderson. País: Estados Unidos. Año: 2014. Reparto: Ralph Fiennes, Adrien Brody, Harvey Keitel, Edward Norton, Tilda Swinton, Saoirse Ronan, Bill Murray. Duración: 99 min. Dónde ver: Amazon Prime Video.

 



Luis Raúl Herrera Piñón es el jefe de la Unidad de Cine de la Quinta Gameros desde hace 19 años, tiempo en el que ha privilegiado la difusión de la cultura, a través de cine de calidad. Durante años publicó en El Heraldo de Chihuahua su columna Rollos cortos, en donde hacía crónicas y crítica de cine.

miércoles, 27 de noviembre de 2024

La sensación del infinito que habita en sus ojos

 

La sensación del infinito que habita en sus ojos

 

Por Sergio Torres

 

Cuando la ves de lejos, cuando la ves en fotos, cada vez que te platica algo emocionada de su vida, de sus hijos, de sus papás, de sus logros, la sensación del infinito que habita en sus ojos no deja de maravillarte y parece sencillo mirarla de frente, hasta que toda esa dulzura, claridad, fiereza, se posa en ti y te invita ser parte de su risa o te cuestiona algo intrascendente, la sensación de que el universo te escucha (igual que una inteligencia artificial intentando seguir tus tendencias de compras) es innegable: la perfección existe y tiene cuerpo y nombre de mujer. Tiene una edad precisa y una historia donde las ilusiones y las decepciones bailan juntas pasito de Satevó con la Leyenda del Bravo. Tiene perfume de canela, miel y almizcle, se viste de algodón y seda, de lycra y elastano, calza del 5 y es alta y firme, como diosa olímpica. Egoístamente, no les comparto el nombre ni la ubicación, no solo porque no quiero que la busquen, porque su quehacer es de servicio, sino porque la casualidad fue quien me reunió con ella y creo firmemente en que la aleatoreidad de la vida los llevará a su encuentro si esto es de crecimiento para su existencia. Yo disfruto tanto de su sonrisa que evito todo lo posible ir a verla. Me gusta tanto, que quiero llevarla al cine, tomar café y comer pastel. Me agrada su sonrisa de tal manera que quisiera llevarla de viaje a visitar la playa y hartarnos de ostiones y pescado zarandeado, atardeceres y baile hasta que salga el sol, solo porque sí, solo por ver la luz de sus ojos y esa sonrisa enorme. No soy hombre de fe, pero si ella me dijera que existe un dios, pienso que le daría un porcentaje mayor a mis dudas y me abandonaría en el hueco que hacen las clavículas bajo el hombro, a embriagarme de su vida, con los ojos cerrados.




Sergio Torres. Licenciado en Artes, músico desde la infancia, dibujante y compositor de canciones. Maestro de música por vocación.

Espejos


 

Espejos

 

Por Guadalupe Ángeles

 

 Respondería a su pregunta si se atreviera a formularla: veamos. Si usted tuviera que inventarme, ¿cuál sería mi respuesta? Se da cuenta, lo sé, que le doy una brocha tosca, un bote de pintura, así como el pretexto y la pared donde podría plasmar sus consignas. Pero, ambos lo sabemos, ya las consignas son imposibles en el tiempo que vivimos (o desvivimos) nuestro discurrir por la Tierra. Aquí puede usted darme el cuerpo que prefiera, no me disgustaría ser un hombre anciano de cabello escaso que presume de su invisibilidad al permear historias sobre papeles o en pantallas (vaya que sería un viejo con alma de jovencito). Y si decidiera hacerme un Dios a la manera antigua, yo encantada, por supuesto. No me interesaría perder mi cuerpo humano y quizá ser una especie de emanación venida del centro de la tierra, ¿cómo hablaría yo si fuera lava? Me haría muy feliz que pudiera dar usted con el tono adecuado a ese cuerpo verdaderamente fluido que además es capaz de quemar, destruir. Las preguntas, ya sé, a estas alturas de nuestra conversación (yo espero que usted de algún modo haga pausas en la lectura para darme respuestas a mí, o al menos para reír por lo bajo, o carcajearse de lo que mis palabras le evoquen), como le digo, las preguntas dejan de tener sentido, porque, no lo niego, tengo la ilusión de que al leerme sienta usted como si percibiera un perfume, o, corro el riesgo, de ser solo una especie de música en la que usted se distrae pensando en su infancia, en los millones de cosas que ha dejado de hacer mientras mira mis palabras. Alguna vez alguien me sugirió escribir un libro con todo lo que me pasaba por la mente cuando no entendía lo leído. Cómo he soñado en tocar sus brazos mientras me lee, acaso eso me llevaría, si fuera coherente, a escribir novelas de terror, para ser al menos la pesadilla que hace su frente perlarse de sudor al salir de ella de madrugada. Vamos, ya va usted entendiendo que busco una vitalidad en nuestro intercambio imposible. Somos un lago ambos, o un río, y si creemos en el más allá, ya seremos gotas del mismo mar. Por ahora, le agradezco su mirada sobre estas letras que, lo afirmo, desean dar respuesta a sus preguntas no formuladas o simplemente he puesto en palabras lo que una mirada dice al verse en el espejo.

 



Guadalupe Ángeles nació en Pachuca, Hidalgo. Fue directora de la revista Soberbia. Entre sus obras se encuentran Souvenirs (1993), Sobre objetos de madera (1994), Suite de la duda (1995), Devastación (2000), La elección de los fantasmas (2002), Las virtudes esenciales (2005) y Raptos (2009). Ha colaborado en ÁgoraEl FinancieroEl InformadorEl OccidentalLa Jornada Semanal; en las revistas electrónicas nacionales Al margen y Argos y en las españolas: Babab y EspéculoPremio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos 1999 por Devastación.

Amanecer

Foto Marco Benavides
 

Amanecer

 

Por Marco Benavides

 

En el umbral del día, el amanecer se despliega como una sinfonía compuesta por el universo para los ojos que saben mirar más allá de lo cotidiano. Es una pausa entre el susurro de la noche y el clamor del día, un lienzo en blanco donde los colores del alba pintan promesas. A medida que la oscuridad se diluye, el cielo se tiñe de tonalidades que van del suave rosa al ardiente naranja, preludiando el dorado esplendor del sol.

Esta transición diaria, más que un fenómeno astronómico, es un espectáculo de luz y color que invita a la introspección y la renovación. Cada rayo de sol que se asoma por el horizonte no solo ilumina el mundo, sino que también alumbra las sombras internas, ofreciendo una oportunidad para dejar atrás lo que fue y abrazar lo que será.

Los primeros sonidos del amanecer son regalos para el espíritu. El canto de los pájaros, melodioso y vibrante, rompe el silencio de la madrugada como un himno. Estas aves, orquestas aladas, celebran la llegada de la luz con una alegría que parece innata, una lección de cómo recibir cada día.

El aire fresco de la mañana, cargado de la esencia de la tierra húmeda y el dulce perfume de las flores que se abren al nuevo día, es un bálsamo para el alma. La brisa parece llevar consigo secretos, historias antiguas de crecimiento y renacer, ciclos que continúan inalterables ante los ojos humanos.

El amanecer también es un espectáculo para aquellos que encuentran belleza en la sencillez. Los primeros destellos de luz que se filtran a través de las hojas de los árboles crean patrones de luz y sombra en el suelo, un tapiz efímero que se transforma con el movimiento del sol. Cada hoja, cada rama, se convierte en parte de una obra de arte en constante cambio, un recordatorio de que aún en lo estático hay movimiento y vida.

Así, el amanecer no es solo el inicio de un nuevo día, sino también un símbolo de esperanza. Es la naturaleza mostrándonos que, sin importar la oscuridad de la noche, el sol siempre regresará para iluminar nuestro camino. Esta certeza es un consuelo, una promesa de que las dificultades son temporales y que siempre hay un nuevo comienzo esperando al final de cada ciclo.

En este escenario diario, cada persona puede encontrar un momento de conexión con algo más grande que sí misma. El amanecer invita a la meditación y al agradecimiento, a reconocer y valorar la extraordinaria oportunidad de estar vivo y ser parte de este vasto y misterioso universo.

Para los amantes de la vida, cada amanecer es una obra maestra, diferente del anterior y único en su expresión. Es una invitación a vivir con plenitud, a no dejar que los días se conviertan en meras repeticiones sin sentido. Cada nueva luz trae consigo la posibilidad de cambiar, de crecer, de amar y de vivir verdaderamente.

Y así, entre la poesía de la luz y la música del viento, el amanecer se convierte en un puente entre el ser y el mundo, entre el alma y el cosmos. Es un momento de alineación, cuando el corazón late al unísono con el ritmo de la tierra y todo parece posible. En la belleza efímera de estos primeros rayos de sol, se encuentra una profunda verdad sobre la existencia: que cada día es un milagro, una nueva oportunidad de ser mejor, de hacer mejor y de amar.

Por eso, cuando el sol finalmente se eleva, no es solo el mundo el que se ilumina, sino también las profundidades de cada ser que ha sabido estar presente, que ha sentido el abrazo de la luz y ha decidido enfrentar el día no como una carga, sino como una bendición. El amanecer, entonces, es mucho más que el inicio del día; es la eterna promesa de renovación, el perpetuo recordatorio de que la vida, con todas sus sombras y luces, es un regalo que merece ser celebrado.

 

Lunes 25 noviembre 2024

 

https://tecnomednews.com/

drbenavides@medmultilingua.com

 



Marco Vinicio Benavides Sánchez es médico cirujano y partero por la Universidad Autónoma de Chihuahua; título en cirugía general por la Universidad Autónoma de Coahuila; entrenamiento clínico en servicio en trasplante de órganos y tejidos en la Universität Innsbruck, el Hospital Universitario en Austria, y en el Instituto Mexicano del Seguro Social. Ha trabajado en el Instituto Mexicano del Seguro Social como médico general, cirujano general y cirujano de trasplante, y también fue jefe del Departamento de Cirugía General, coordinador clínico y subdirector médico. Actualmente jubilado por años de servicio. Autor y coautor de artículos médicos en trasplante renal e inmunosupresión. Experiencia académica como profesor de cirugía en la Universidad Autónoma de Chihuahua; profesor de anatomía y fisiología en la Universidad de Durango. Actualmente, investiga sobre inteligencia artificial en medicina. Es autor y editor de la revista web Med Multilingua.

lunes, 25 de noviembre de 2024

Conversación en el Día del Músico

 

La columna de Bety

Conversación en el Día del Músico

 

Por Beatriz Aldana

 

Bueno... aquí voy... ayer en una bonita fiesta celebrando el Día del Músico, ya pasado cierto tiempo me anima a bailar la anfitriona de la casa la señora Lupita de López, y se me une una señora a la cual estuve observando a lo largo de la fiesta y me encantaba mirar porque era notoria su buena presencia, todo su atuendo era hermoso, digno de una damita totalmente femenina, botas, diadema, bolso, peinado, vestido, uñas.

Por fortuna al fin nos sentamos juntas al término de la pieza musical. Entonces le comento: Señora, qué bonita arreglada viene usted, cuidó hasta el último detalle de su arreglo personal.

Ella me contesta: ¡hasta novio tengo!

¡Pssss, qué maravilla!, le digo.

Bueno, ya entradas en la conversación, ella me comenta: Yo también la he estado observando, güerita, y es usted muy bonita, sin tanto artilugio como yo. Es bonita por dentro y lo transmite. Lo único que le recomendaría es esto: Aún está a tiempo de cuidar y atender más su cara. Y me hizo recomendaciones de ejercicios faciales y de poner colágeno sin falta ya, en mi cara.

Y sí, ciertamente, cuando veo detenidamente mis fotos que publico en Facebook me percato de que efectivamente está totalmente marcada de surcos de la edad...

Okey, pensé, seguiré los consejos de tan linda damita, pues observando mis líneas de expresión tan marcadas, sin duda no desechare la idea de acudir con la dermatóloga especialista en aplicación de bótox e hilos, para que antes de que pase más tiempo mejore mi carita, pues yo siempre alababa mis arrugas, por las huellas de cada una de ellas, pero vale la pena lucir mejor ¿o no ?

 



Beatriz Aldana es contadora y siempre ha trabajado en la industria y en corporativos comerciales. Gran lectora, escribe y produce crónicas de video en sus dos blogs de Facebook, además de La columna de Bety en Estilo Mápula.

Quetzalcoatl. Nueva versión de la leyenda de Ce Ácatl Topiltzin. Episodio 5: Los Danzantes

Foto Pedro Chacón

Quetzalcoatl. Nueva versión de la leyenda de Ce Ácatl Topiltzin. Episodio 5: Los Danzantes

 

Por Fructuoso Irigoyen Rascón

 

Una vez que el coro se hubo marchado, otro grupo de personas subió la escalinata, traspasó la hilera de columnas y se formó frente al trono. Se trataba esta vez de un grupo de danzantes.

Vio Ce Ácatl cómo disponían el gran teponaxtle que traían consigo y cómo el chapeyón mayor sacaba de una bolsa de piel de ciervo las chirimías y las distribuía a los danzantes.

Algunos alcanzarían dos, otros solo una.  Mientras tanto los danzantes se prendían los carricillos y cascabeles las campanillas llamadas ayohualli por medio de unas cintas que bajaban desde sus cinturas hasta los tobillos y ajustaban sus máscaras de manera que pudieran ver por los orificios dejados para sus ojos. Sin más preámbulo comenzaron a danzar.

El príncipe se dispuso de muy buena gana a observar a los muchachos comenzar sus danzas.

Aun para lo que se acostumbraba en aquel tiempo, exhibía este grupo una impresionante habilidad acrobática, particularmente cuando efectuaban aquellos pasos que requerían quedarse un largo tiempo en un pie mientras que el otro lo tenían alzado a nivel de sus mentones.

El príncipe sacerdote se encontraba muy entretenido siguiendo arrobado las evoluciones de los danzantes, cuando de pronto cayó en la cuenta de que uno de ellos traía un espejo atado firmemente a su tobillo izquierdo.

—¡Otra vez! El símbolo distintivo de Tezcatlipoca —Ce Ácatl hizo una señal a uno de los fieros guerreros, guardias personales del rey sacerdote, y le indicó que removiera a aquel danzante, que por cierto era el más musculoso y atlético de ellos.

Los guardias lo tomaron de los codos y, llevándolo en vilo, lo sacaron del salón. El príncipe no pudo ver si solo lo dejaron en la escalera o lo habían llevado hasta la plaza, pero los guardias volvieron pronto. Los demás danzantes continuaron su danza con rostros impasibles.

            Ahora el príncipe los miraba con disgusto, con un desdén notable en su rostro. Al concluir la danza, los muchachos se retiraron caminando hacia atrás e inclinando las cabezas ante el príncipe y su trono. Ce Ácatl ni siquiera los miraba.

            Topiltzin se quedó en el salon del trono. En su mente repercutía la advertencia que su abuelo le había hecho cuando pasó de ser un simple guerrero a teopixca tlatoani un gobernante sacerdote. "Mientras más alto el trono, más solo estarás. Y si haz de caer, el golpe será más duro. Mientras mayor sea tu poder y autoridad también aumentará el número de tus enemigos, la dificultad de continuar en donde estés en ese momento y, si hay algo más, la de seguir subiendo."

            ¿Estaría listo, preparado para conocer esa completa soledad que implica o conlleva el convertirse en un dios? Pero el proceso continúa en movimiento, está pasando, ya casi no recuerdan las gentes y parecería que él tampoco que había crecido como cualquier niño en el barrio justo atrás de donde está ahora su palacio y el templo de los Atlantes que corría y tiraba piedras, cazaba ranas y lagartijas, que tenía media docena de hermanos. No, ahora se dice que llegaste del ignoto norte conduciendo a tu pueblo, los toltecas, identificándote cada día más con tu dios tutelar, con la estrella de la mañana, con el portentoso dios del viento, Quetzalcóatl, la Serpiente Emplumada, el cintilante ofidio, el nuevo sol...

            Algunos cronistas respaldarán esta fantasía diciendo que llegaste ya maduro del norte guiando a tu pueblo y que fundaste entonces la magnífica ciudad de los toltecas, Tollan o Tula, después de todo es digno de los dioses fundar ciudades, especialmente ciudades magnas como esta en la que vives y en la que comienzas a ser, más que un gobernante, un dios con toda la barba.

            Y habrás de saber que tus barbitas y el tono blanquecino de tu piel también serán mitificados y contribuirán en el futuro a definir la historia. Dijiste entonces a tu vocero que permanecía como una columna más al lado del trono, inmóvil y en silencio:

—Lo ves, anciano. Tezcatlipoca ya no aguanta más. Quiere sangre. Ha enviado su primer mensaje.

¿No será que tienes miedo, Topiltzin? Dice la leyenda que allá en la ciudad donde se hacen los dioses tú y tu hermano, el can Xólotl, derrotaron a los tepocas, que el sol nuevo es tu sol y que el señor del espejo humeante fue permanentemente desterrado.

¡Ay Topiltzin! Tú lo hacías allá abajo en el Mictlán, fungiendo de dios del averno y de los muertos, pero de hecho definitivamente desterrado. O sea, sin ningún poder o influencia, excepto sobre aquellos que ya dejan este mundo, esta vida... Y dabas por sentado que, ¡oh Ce Ácatl! tal era la disposición final tanto para él, Tezcatlipoca, como para ti Quetzalcóatl: tú como supremo magnate en la tierra, como el sol y como su encarnación progresiva en la tierra; él en su destierro en el inframundo. Alguna vez lo oíste decir tal vez lo soñaste que eso era todo lo que él deseaba, no quería más.

Pero, volviendo al momento que nos ocupa, parecería que Tezcatlipoca comienzaba a manifestarse otra vez en este mundo. Estos muchachos están trayéndolo de nuevo, al punto de hacerte dudar de haber tenido la razón cuando pensaste que el pueblo no quería ya más sangre. Estos jóvenes, muchachos bien dotados física y espiritualmente te han manifestado que quieren que los sacrificios humanos vuelvan y que se derrame sangre por los taludes del teocalli, y que los sacerdotes eleven los corazones todavía palpitantes para alimentar al sol, a los astros, a Tezcatlipoca y, ¡qué paradoja! aun a ti Quetzalcóatl.

Este coro que acaba de salir está compuesto de muchachos y muchachas hijas de guerreros muertos en combate o sacrificados en honor a los dioses. Has visto como los tepocas los pueden convencer fácilmente. Es decir, ahora tendrás que mantener tu posición, tu autoridad. Y recuerdas lo que algunos de tus consejeros te recomendaban:”no te metas con los sacrificios humanos, el pueblo no está listo para prescindir de ellos, se rebelarán."

            Pero, ¡ya era hora de acabar con esa barbarie!

Sin embargo habría de considerarse que el grupo que había hablado ese día en palacio era tan solo el primero, más y probablemente más violentas intervenciones habrían de venir de los tepocas. Todo aquello en cierta manera representando que la lucha cósmica que había durado tanto tiempo no había terminado. No era lógico que así hubiera sido. Y más que nada, no era de pensarse que una teocracia militar que había sido constuída sacrificando los enemigos capturados a los dioses, iba, así como así, a renunciar a un sistema que visto desde sus resultados era exitoso y coherente: no cabía duda de que los dioses protegían al pueblo tolteca y los sacrificios humanos eran al menos así lo veían tanto los sacerdotes como los militares la razón del favor de los númenes.

Algunos incluso veían más allá, en el futuro, pues ya se fraguaban los usos y costumbres que llegarían a su apogeo con los aztecas y sus multitudinarios sacrificios a Huitzilopochtli. Para estos, la contundencia de un sol que sale todos los días en un mar de sangre, el color del amanecer, y que decir del atardecer, el querer que el sol siguiera saliendo estaba atado a la idea de que había que alimentarlo con los corazones palpitantes de las víctimas sacrificiales. Debemos decir empero que el caso de Tezcatlipoca era un tanto diferente, según alguna tradición este dios requería de un sacrificio cada año para seguir vivo. Así que podía esperar, tenía tiempo.

Ce Ácatl estaba temblando. Sería de miedo o de coraje. Sabía que los miembros del consejo, la mayoría de ellos guerreros, veteranos de mil combates, aguerridos militares y los demás sacerdotes, tenían sus puntos de vista muy arraigados y por supuesto opuestos a la prohibición de los sacrificios humanos. Había comentado cínicamente uno de ellos "que los sacrificios estén prohibidos ahora no significa nada, los sacrificios estaban antes que Ce Ácatl y ya estarán después de él. Los dioses pueden esperar." Otro había dicho: "Ya veremos si podemos resistir la presión popular: el pueblo ama el espectáculo de los sacrificios." De hecho estas declaraciones soslayaban dos verdades importantes, la primera, el pueblo amaba ya más a su príncipe Quetzalcóatl que a los sacrificios y que, si bien muchos acudían con morbo y placer a presenciarlos, muy pocos hubieran querido ser ellos mismos la víctima sacrificial que en ese momento se ofrecía.

Tal vez esta última opinión era la que preocupaba más a Ce Ácatl, ya lo había visto esta mañana: un coro y un grupo de danzantes, los dos abogando por Tezcatlipoca. Y se preguntaba, ¿seguirá el dios enviando niños, sirviéndose de ellos para manifestar su sed de sangre? O tal vez ¿vendrá después él mismo en persona a pedir esa sangre, los corazones palpitantes para saciarla?

Reflexionando Ce Ácatl pensaba: cuán difícil es resistir el homenaje y el olor del incienso, del copal sagrado. ¿Cómo es que había resistido el de la sangre y el de los corazones palpitantes? Entre los generales la decisión de prohibir los sacrificios había generado dos interpretaciones distintas: una la de la arrogancia, es decir Ce Ácatl por alguna razón se sentía único, el llamado, y por eso lo había hecho. La otra era el de la genialidad: Qué mayor muestra de poder que arrancarles a los sacerdotes su más poderoso instrumento de control de las masas, y de liberar al pueblo de una opresión aberrante que aunque no abiertamente expresada sabían que existía en el fondo de los corazones corazones que se resistían a ser sacrificados... desperdiciados para alimentar a dioses improbables y absurdos. 

¡Qué mayor muestra de poder que llegar y arrancar del seno familiar a alguien para llevarle a sacrificar!

Cuando terminó el grupo de danzantes y se quedó solo con sus guardias y un par de consejeros, cayó en la cuenta de las expresiones en sus rostros adustos;  tal vez era solo la inseguridad de ver a su príncipe siendo retado en su propio terreno, en su propia casa.

Y tal vez pensaran que si alguien había tenido la osadía de llegar hasta allí con esas cuitas, era porque tenía un fuerte respaldo. Tal vez esos tepocas eran más fuertes de lo que habían pensado y que el trono del príncipe pudiera eventualmente bambolearse.

Algunos incluso llegarían a pensar que Ce Ácatl debiera ceder, unos pocos sacrificios satisfarían a esos pocos inconformes.

De cualquier manera los consejeros más prácticos cayeron en la cuenta de que deberían vigilar más atentamente los movimientos del enemigo: deberían precisar cuantos eran, que fuerza tenían, quién estaba al frente de ellos.

 



Fructuoso Irigoyen Rascón, autor del Cerocahui, una verdadera épica de la región, es médico con especialidad en psiquiatría, con una vasta y brillante práctica profesional. Es autor además de los libros Tarahumara Medicine: Ethnobotany and Healing among the Rarámuri of Mexico y Nace Chihuahua, Gabriel Tepórame y Diego Guajardo Fajardo, los forjadores.

Las palabras como herramienta para construir la cotidianidad

 


Cocodrilo Bit

Las palabras como herramienta para construir la cotidianidad

 

Por Benito Rosales

 

Hay diferentes teorías acerca del determinismo del lenguaje en la construcción de la idea del mundo que nos rodea. Discernir entre qué es primero, el pensamiento o la palabra, no deja de ser complicado, aun cuando sabemos que hay seres vivos que no cuentan con un lenguaje tan complejo y abstracto como el del ser humano. Podemos discutir sobre qué es el pensamiento y qué es el lenguaje, y cómo este va más allá de las palabras, además de cómo otros organismos logran comunicarse de manera efectiva y eficiente a través de medios muy distintos a los humanos. Sin embargo, esa no es mi intención aquí.

Deseo, sí, escribir sobre el poder de las palabras y el potencial que nos dan para apropiarnos del mundo. Cómo el hilvanar ciertas frases de cierta manera refleja nuestra percepción de la realidad. Sé que pudiera parecer algo obvio, pero para mí no deja de ser sorprendente cómo el ordenar las palabras de determinada forma puede motivarnos o, al mismo tiempo, omitir otras tantas ideas.

Durante mi paso por la preparatoria comencé a llevar un diario: una libreta de rayas tamaño profesional que me acompañaba a la escuela junto con mis libros y cuadernos escolares. Escribir fue un recurso que encontré casi instintivamente para ordenar mis pensamientos sobre lo que me sucedía en el día a día. Mi padre había fallecido dos años antes, y la preparatoria, para mí, era algo ajeno, un mundo totalmente distante de lo que hasta ese momento había vivido. Me sentía perdido, en otra realidad. Escribir me ayudó a desmenuzar mis sentimientos y emociones, a aclarar aquello que, en un primer momento, parecía absurdo.

Durante cinco años, aproximadamente, llevé este diario casi religiosamente, hasta que un día sentí que debía dejarlo. Junté mis libretas y las quemé, recordando aquel pasaje histórico sobre Hernán Cortés y su orden de hundir las naves para evitar que él y sus hombres desearan regresar. Creía que ya no tendría necesidad de escribir, que la situación crítica había pasado. Sin embargo, estaba muy lejos de eso. Todo lo contrario: conforme me fui haciendo adulto, la vida se volvió cada vez más compleja, y la necesidad de escribir permaneció.

No recuerdo cuántos días, semanas o meses pasaron, pero al final volví a escribir. Con el tiempo, comencé a hacerlo de manera digital y ahora tengo un archivo muy amplio desde entonces. No son reflexiones filosóficas ni historias extraordinarias; es el sentir de una persona que encontró en la escritura un bastón para transitar en la incertidumbre de su existencia.

Aún hoy, cuando me siento abrumado o cansado del devenir diario, busco un momento para serenarme y escribir. A veces solo describo lo que me pasa; otras, intento ir más allá de lo inmediato y escribo una ficción. A veces, simplemente expreso una emoción o un sentimiento.

Más allá de la cosmovisión que conlleva ser hispanohablante, tengo la mía propia, como todo ser humano, con sus limitaciones y alcances. El lenguaje se ha moldeado a mi realidad, como yo a ella, en una especie de simbiosis para mantenerme a salvo.

¿Ustedes escriben? ¿Qué escriben? Más allá de comunicarse con otros, ¿el lenguaje les representa algo en su vida cotidiana? Los leo.



Monterrey, domingo 24 de noviembre de 2024

 



Benito Rosales Barrientos nació en Monterrey, ha participado en talleres literarios de su ciudad natal. Es autor de los libros: Sobre la cornisa del laberinto, poemas; Cuando estos cielos caigan como ojos de gato, poemas; Las flores del jardín, cuento, 2017; La niña y la serpiente, cuento, Metimos la pata, entre otros.


jueves, 21 de noviembre de 2024

Una peli sin luz ni luna ni magia

 

Rollos cortos

Una peli sin luz ni luna ni magia

 

Por Luis Raúl Herrera Piñón

 

Luego de ver a Emma Stone en Pobre criaturas, ahora les comento otra película donde actúa. Se trata de la infumable Magia a la luz de la luna (2014).

¿De qué va el filme? Stanley es un mago que ha dedicado su vida a revelar espiritistas fraudulentos. Él planea descubrir rápidamente la verdad detrás de la célebre médium Sophie. Sin embargo, cuanto más tiempo pasa con ella, comienza a pensar que en realidad podría ser capaz de comunicarse con el otro mundo, pero lo que es peor, podría estar enamorándose de ella. Esta es la línea argumental que nos presenta el veteranísimo cineasta Woody Allen en esta producción muy a su estilo.

Lamentablemente, luego de la emotiva e intensa Blue Jasmine (2013), Allen pareció desinflarse en esta comedia que no solamente nos transporta a la época de los años veinte del siglo pasado, sino que además nos deja ver un modo de hacer películas “muy a la antigua”, es decir, con demasiado tiempo de cámara fija en diálogos largos, y un ritmo lento, muy lento, como si el tiempo no importara. Quizás por esa razón los 97 minutos que dura Magia a la luz de la luna parecen demasiados, tiempo en el cual la única magia que encontramos es la de ver a un Woody Allen repetirse a sí mismo hasta el cansancio.

Desafortunadamente, la selección del reparto no ayuda a aligerar las cosas. Colin Firth está más que fuera de lugar y Emma Stone, aunque hace lo que puede, no llega a hacernos creer que es una médium.

Con la premisa del mago que intenta descubrir a los médiums fraudulentos, uno esperaría más de la historia, pero lo que menos le interesa a Allen es la magia, ni los médiums, ni los medios utilizados para descubrir sus falsedades, en lo que centra su película es en la historia de amor entre el mago y la médium, la cual está llena de banalidades y carece de interés alguno.  

En el letargo de una trama dormilona, entre música de ensueño y paisajes primorosos, Allen se ha quedado sin nada que contar, aunque esa nada la cuenta de una manera deliciosa, muy a su estilo tan profesional.

Afortunadamente la cinta tiene algunas cosas muy buenas, como la bella música de la época algo habitual en el cine de Allen, una detallista y hermosa fotografía y una iluminación impecable, lo cual no es suficiente para mantener el interés en una película cuya historia va a ninguna parte.

Sin duda, Magia a la luz de la luna no es una de las peores películas de este polémico cineasta, aunque quizá se trate de una de sus más olvidables, tanto que me costó mucho escribir estos comentarios, pues tan pronto terminé de verla ya me había olvidado de su existencia. Por eso les recomiendo que si tienen la oportunidad de no verla, lo hagan en beneficio del empleo eficiente de su tiempo.

 

Título original: Magic in the Moonlight. Dirección: Woody Allen. País: Estados Unidos. Año: 2014. Reparto: Emma Stone, Colin Firth, Marcia Gay Harden, Jacki Weaver. Duración: 97 min. Dónde ver (O mejor no): Amazon Prime Video y Pluto Tv.

 



Luis Raúl Herrera Piñón es el jefe de la Unidad de Cine de la Quinta Gameros desde hace 19 años, tiempo en el que ha privilegiado la difusión de la cultura, a través de cine de calidad. Durante años publicó en El Heraldo de Chihuahua su columna Rollos cortos, en donde hacía crónicas y crítica de cine.

miércoles, 20 de noviembre de 2024

Noviembre

 

Noviembre

 

Por Marco Benavides

 

Desde la ventana veo que las nubes se amontonan pesadas en el cielo de noviembre, una masa de grises que promete más que un susurro de invierno. Afuera, el aire tiene ese filo de frío que se siente fresco y vivo, un contraste con el calor acogedor de dentro, un refugio de madera y recuerdos. Cada aliento al salir es una punzada helada, un recordatorio vivo de que el verano ha huido sin promesa de retorno.

Hoy el mundo parece retraerse, encogiéndose bajo el peso de una atmósfera expectante, mientras las primeras gotas de una lluvia tenaz comienzan a dibujar ríos temporales en los cristales. El suelo, saturado de una humedad que se siente hasta los huesos, recibe a cada gota como a una vieja conocida.

Es un día para mirar hacia adentro, no solo a las habitaciones de una casa llena de silencios, sino al interior de uno mismo. Las horas parecen extenderse densas y lentas mientras el ruido del agua golpea el tejado con ritmo constante. Es un sonido que invita a la introspección, a considerar los cambios, a meditar sobre las pérdidas y los hallazgos que traen consigo las estaciones.

En la calle, las hojas caídas forman un tapiz húmedo, brillante bajo la escasa luz, pintadas de nostalgia por el otoño que ya nos dice adiós. El frío que entra en los pulmones con cada inhalación es casi doloroso, pero purificador, arrastrando consigo los últimos vestigios de cualquier calor residual. Es una purga, un prepararse para el invierno que ya se asoma en el borde de nuestras mantas y en el encenderse más frecuente de la chimenea.

Mañana de noviembre. Eres un susurro gélido en el cuello, un remolino de pensamientos y recuerdos que se agitan como las ramas desnudas contra el cielo plomizo. En ti la melancolía encuentra un hogar, un espacio entre la caída de las hojas y el primer copo de nieve, un momento suspendido donde todo parece posible y nada es seguro. Eres un umbral, una pausa, y en tu frescura llevas la promesa de renacimiento, oculta en el corazón del frío.

Así paso las horas, observando cómo se transforma el paisaje desde mi ventana. La lluvia arrecia y con ella las gotas dibujan historias efímeras en los vidrios, que luego se desvanecen como los sueños que uno apenas recuerda. Me sumerjo en el calor de un té humeante, sintiendo cómo su calor se esparce por mis manos y luego por todo el cuerpo, ofreciéndome un alivio momentáneo contra la frialdad que se cierne afuera.

La casa parece susurrar en respuesta al viento que azota los marcos, cada corriente de aire una caricia más fría que la anterior. Estos muros, impregnados de tantos inviernos pasados, ahora se enfrentan a uno más, cada uno dejando su marca, su recuerdo en las líneas del tiempo que se dibujan sobre la madera y los retratos colgados.

Hay un ritmo en la soledad de este día, una música que solo se escucha cuando se silencian las voces del bullicio cotidiano. Es el ritmo de la reflexión, del conocimiento de uno mismo que solo llega en los momentos de quietud. Los pensamientos se vuelven profundos, oscuros como el cielo que promete no aclarar. Reflexiono sobre el amor, la pérdida, las esperanzas que hemos cultivado y las que se han desvanecido como las hojas que ahora yacen en el suelo.

Recuerdo los rostros de quienes ya no están, sus voces que el tiempo ha ido desdibujando de mi memoria. Pienso en las promesas que hicimos, en las palabras que se llevó el viento, y en aquellas que permanecen, inquebrantables, a pesar de las estaciones. El invierno se acerca, no solo en el calendario sino también en el ciclo de la vida, recordándonos que todo lo que comienza tiene su fin.

La naturaleza no se aferra a lo que fue. Cada año se desnuda, se rinde y se prepara para dormir bajo el peso del frío. Y así deberíamos hacer nosotros, aprender a soltar, a dejar ir, a prepararnos para el renacer que promete cada nueva primavera. Quizás ese es el mensaje oculto en estos días grises, en esta lluvia que parece no querer cesar.

Miro hacia fuera una vez más, los charcos ya formados en las calles, espejos de un cielo que parece estar más cerca de la tierra que de costumbre. Cada reflejo, una paleta de grises y azules, cada detalle del mundo exterior destacando más nítidamente en este espejo improvisado. A pesar de la melancolía, o quizás debido a ella, hay belleza en este encierro, en esta introspección forzada por el clima.

Así, con el corazón lleno de pensamientos y los ojos cargados de cielo, espero el pasar de esta mañana de noviembre. En su frío encuentro una extraña calidez, la de saber que después de la tempestad, y más allá del invierno, siempre llega la calma, siempre renace la vida, en un ciclo eterno que nos ofrece, en cada vuelta, una oportunidad para comenzar de nuevo.

 

19 noviembre 2024

 

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drbenavides@medmultilingua.com

 



Marco Vinicio Benavides Sánchez es médico cirujano y partero por la Universidad Autónoma de Chihuahua; título en cirugía general por la Universidad Autónoma de Coahuila; entrenamiento clínico en servicio en trasplante de órganos y tejidos en la Universität Innsbruck, el Hospital Universitario en Austria, y en el Instituto Mexicano del Seguro Social. Ha trabajado en el Instituto Mexicano del Seguro Social como médico general, cirujano general y cirujano de trasplante, y también fue jefe del Departamento de Cirugía General, coordinador clínico y subdirector médico. Actualmente jubilado por años de servicio. Autor y coautor de artículos médicos en trasplante renal e inmunosupresión. Experiencia académica como profesor de cirugía en la Universidad Autónoma de Chihuahua; profesor de anatomía y fisiología en la Universidad de Durango. Actualmente, investiga sobre inteligencia artificial en medicina. Es autor y editor de la revista web Med Multilingua.