miércoles, 14 de mayo de 2025

Mi vida con Jorge, episodio 1

 


Mi vida con Jorge, episodio 1

 

Por Sergio Torres

 

Un día entre los días revisé mi buzón y encontré, además de los consabidos recibos del mes, una carta. Iba dirigida a Jorge. La dirección era correcta, pero venía sin remitente. Como tengo alrededor de 25 años en este domicilio, decidí que tal vez estuviera dirigida a mí, con un nombre equivocado.

Entré a casa, me senté en la silla favorita en la cocina, cerca de la ventana, no demasiado, me gusta la luz, pero no directa, como Cuna de Moisés. Era una carta de amor.

Jorge querido:

Hace mucho tiempo que no sabes de mí, así como tampoco tengo idea de qué ha sido de ti en estos últimos 30 años.

Me casé, tuve hijos, que mi esposo dudó todo el tiempo que fueran suyos, porque, como muchos culpables de infidelidad, llegó a creer que yo tenía las mismas mañas que él. El tiempo y la genética han hecho cumplidamente su trabajo: son la viva imagen de su padre.

La vida me llevó a encontrarme sola con mis hijos que, si bien eran trabajadores y cumplidos, cojeaban del mismo pie que mi exesposo. Como llegaron se fueron. La vida es breve.

Recordé la dirección de la casa de tus papás. Decidí que tal vez te pudiera encontrar ahí, o que me dieran referencias de tu persona. Con mucha reticencia, tu hermano César me pasó este domicilio, cosa que agradezco.

Te escribo para saber qué ha sido de ti y te cuento que mi vida se ha llenado de alegrías y sinsabores: he explorado los deleites y la disciplina de la católica iglesia, de la que terminé alejándome; intenté hacer yoga, Reiki, aromaterapia, Tzolkin, astrología, Ayahuasca y cuanta exploración metafísica me encontraba y me sugerían los conocidos. Tú sabes que nunca fui de muchos amigos. Y aquí estoy, tan iluminada como al principio, con un viaje hermoso recorrido y la promesa de nuevos caminos que se abren.

Sé que no fui la persona más amable y generosa contigo, desaparecí de pronto, corté toda comunicación y no quise regresar. Te dejé solo y lleno de dudas, lo sé, y me disculpo. Tuve miedo.

Para mí era imposible que alguien tan... tú… hubiera puesto sus ojos en mí. Y que quisiera derramar sus pasiones y sueños conmigo. La verdad, no te entendí. Tus noches frente al escritorio, escribiendo no sé qué tantas historias que salían de la máquina de escribir o de tu pluma cuando salíamos por un café. Nunca comprendí cómo hacías para ver poemas en una bolsa de basura que el aire elevaba sobre el suelo sobre las casas, trazando una estela que instantáneamente desaparecía. Cómo es que encontrabas poesía en el riachuelo que alguna fuga formaba en la banqueta y se perdía más allá.

Me hartaba de encontrar mensajes de tus alumnos en el contestador, pidiendo asesorías personales con voces, al menos, coquetas, aunque, a veces, francamente atrevidas.

Nunca entendí tu fascinación por las historias, el cómo una persona, naciera dónde naciera, llegaba a convertirse en parte del paisaje o en un ejemplo de cómo se puede aspirar a soñar más allá de lo evidente, cómo se puede tener esperanza a pesar de todo. No lo entiendo, nunca lo entendí.

¿Sabes qué? Ha sido revelador para mí escribirte estas líneas.

Te dejo para que sigas con tu vida.

 


Sergio Torres. Licenciado en Artes, músico desde la infancia, dibujante y compositor de canciones. Maestro de música por vocación.

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