Peluquería
Por Sergio
Torres
Éramos muchos. Nacho, mi papá, nos llevaba a
todos los hombres de la familia a cortar el pelo con Nacho, un peluquero atrás
de la casa de Ma'Nati (Mamá Natividad, madre de don Nacho y mi respectiva
abuela, a quien nunca le dije abuela sino Ma'Nati).
El caso es que ahí iba el hombre con sus
varones: Nacho, Julio, Yo, Francisco y Javier. Daniel aún era bebé, muy pequeño
para estas andanzas de cuando aún visitábamos a Ma'Nati. Llegábamos, le hacían
el pelo a mi jefe, dejaba pagado y bajaba por el callejón a casa de su mamá
mientras nosotros esperábamos nuestro turno. Al terminar, salíamos a la calle con
dos kilos menos de cabello y la sensación trémula de la máquina de corte.
A veces, pasábamos frente a la casa del tío
Tom, quien tenía un estanquillo que no era más que una ventana acondicionada
para abrirse hacia adentro y dar acceso a un mostrador lleno de dulces de los
de antes, caramelos macizos, chiclosos, gomitas, cocadas, muelas, chicotes,
ponteduros.
Sergio Torres. Licenciado en Artes, músico desde la infancia, dibujante y compositor de canciones. Maestro de música por vocación.
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