Solo rigor
Por Guadalupe Ángeles
Veamos. Era más fácil ser nosotros en ese molde, de acuerdo
entonces, y sin saberlo, hicimos posible un paseo por lo imposible. Sí, para
bien y para mal, ambos sabíamos lo que ocurriría y decidimos andar el camino
hacia el desastre. Nadie se llamó a engaño (¿acaso seguir rigurosamente las
líneas del guion escrito ya tantas veces y representado a lo largo de
demasiados años por demasiados cuerpos puede ser denominado mala voluntad?, no
lo creo).
Devotamente porté los disfraces a la mano, me olvidé del más obvio
sentido común e hice el mayor esfuerzo de que era capaz por llenarme de las
ciudades que soñaba cuando contigo inventé una fantasía nada original. Tú eras
las construcciones de cobre antiguo, las poderosas edificaciones de
indestructible hierro, y jugué ahí a ser una flor perdida, una lágrima
sonriente.
Válgame que la edad era un límite, estaba la razón y ese tiempo a
contratiempo encontrado, trenzados como fuego y sol, como ensoñación y verano,
tanto por desear y tanto por hacer, no era posible desoír esa música, dueña
desde la primera mirada, de nuestros cuerpos.
Sería capaz, como siempre lo fui, de caer como cascada, elevarme como solo
un himno puede hacerlo, en medio del silencio de tardes que para siempre serán
nuestras, aunque fueran calcas de una cierta idea de nosotros mismos (¿era la
posición del sol, era esa iluminación hipnótica, era encarnar desde el fondo
algo que ya se me deshace como un dulce en la boca?) Sí y no. Nunca y siempre.
Arrebaté explicaciones al mundo que quería arrastrarnos a lo simple, y
con sencillez nombré lo que me hacía adherirme a esa teoría inexplicable que
ardía entre nuestros dedos y fue telón de fondo, siempre, del suntuoso
escenario que también fuimos. Casa y fuego. Agua y luz. Un nosotros, un Aquí y
Ahora. Un silencio habitado de imágenes que solo en sueños volveremos a
contemplar (espero).
Eso y un manojo de palabras que, ahora lo sabemos, hicieron realidades
más tangibles que esas ciudades que ahora sentimos deshacerse en medio del
pecho.
Líbrame sueño de no volver a verte.
Líbrame realidad de tomar otra vez entre mis manos tu rostro.
Hay una especie de flor muy vieja naciendo en medio de mi torax, tiene
un perfume muy cierto, su aroma rinde homenaje a ese fabuloso Nosotros que ha
muerto. Sea.
Guadalupe Ángeles nació en Pachuca, Hidalgo. Fue directora de la
revista Soberbia. Entre sus obras se encuentran Souvenirs (1993), Sobre objetos de madera (1994), Suite de la duda (1995), Devastación (2000), La elección de los fantasmas (2002), Las virtudes esenciales (2005), Raptos (2009) y No es luz, mas
enceguece (2023). Ha colaborado en Ágora, El Financiero, El
Informador, El Occidental, La Jornada Semanal; en las revistas electrónicas nacionales Al margen y Argos y
en las españolas: Babab y Espéculo. Premio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos 1999 por Devastación.
Actualmente radica en Guadalajara.