jueves, 14 de agosto de 2025

A los niños del mañana

 


A los niños del mañana

 

Por Marco Benavides

 

A las 8:15 de la mañana del lunes 6 de agosto de 1945, el cielo sobre Hiroshima estaba despejado, ignorante del dolor que lo atravesaría. En segundos, una ciudad de niños, ancianos, comerciantes y soñadores quedó envuelta en fuego y sombra. Más de 70,000 vidas fueron arrancadas instantáneamente, y miles más comenzaron una lenta agonía entre ruinas, quemaduras y silencio.

El arma que destruyó lo que parecía eterno se llamó Little Boy. Nada tenía de inocente. Su luz cegadora, más brillante que mil soles, congeló el tiempo. Las sombras humanas quedaron grabadas en piedra, como testigos mudos de un dolor que aún hoy nos alcanza.

Hiroshima no era un objetivo militar. Era un hogar. Era alegría. Era vida cotidiana. Lo que desapareció aquel día fue mucho más que una ciudad. Fue una parte de la humanidad. Los hibakusha, los supervivientes, cargaron el peso de la historia. Vieron el cielo volverse púrpura, los ríos llenarse de cuerpos y los corazones romperse en pedazos. Su dolor no solo fue físico, sino emocional y espiritual. Hablan aún, en voz baja, para que no olvidemos, para que aprendamos.

Ochenta años después, Hiroshima sigue recordando. En sus calles resuenan ecos del pasado, pero también promesas de futuro. El Parque Conmemorativo de la Paz se alza como una herida abierta que no se deja cerrar por el olvido. La Cúpula Genbaku, esqueleto de concreto y memoria, desafía el tiempo. Cada año, faroles de papel flotan por el río, llevando susurros de esperanza, de amor, de compromiso.

En Occidente, muchos ven Hiroshima como historia cerrada. En Japón sigue latiendo. Las escuelas enseñan paz, no venganza. Los hibakusha hablan a los niños, no para traspasarles el horror, sino para cultivar compasión. Lo vivido no pide odio, pide humanidad. Su mensaje: Que nadie más sufra así.

La amenaza nuclear no se extinguió con la Segunda Guerra Mundial. Hoy existen miles de armas más poderosas que aquella. Algunas, listas para ser usadas. El riesgo persiste. Por eso también debe persistir el recuerdo. Porque la historia nos advierte, pero también enseña que incluso los paisajes arrasados pueden florecer otra vez.

Hiroshima, verde y vibrante, vive. Es prueba de la resiliencia humana. El dolor sembró raíces de sabiduría, de compromiso y de paz. Las cicatrices no se borran, pero pueden transformarse en jardines si las regamos con esperanza.

Hoy a los que partieron ofrecemos promesas. A los hibakusha, nuestra escucha y gratitud. Y a los niños del mañana, una historia que duele pero que llena de esperanza.

Chihuahua, 6 agosto 2025

 


Marco Vinicio Benavides Sánchez es médico cirujano y partero por la Universidad Autónoma de Chihuahua; título en cirugía general por la Universidad Autónoma de Coahuila; entrenamiento clínico en servicio en trasplante de órganos y tejidos en la Universität Innsbruck, el Hospital Universitario en Austria, y en el Instituto Mexicano del Seguro Social. Ha trabajado en el Instituto Mexicano del Seguro Social como médico general, cirujano general y cirujano de trasplante, y también fue jefe del Departamento de Cirugía General, coordinador clínico y subdirector médico. Actualmente jubilado por años de servicio. Autor y coautor de artículos médicos en trasplante renal e inmunosupresión. Experiencia académica como profesor de cirugía en la Universidad Autónoma de Chihuahua; profesor de anatomía y fisiología en la Universidad de Durango. Actualmente, investiga sobre inteligencia artificial en medicina. Es autor y editor de la revista web Med Multilingua.

miércoles, 13 de agosto de 2025

Pienso en lo azul que debe haber lucido el cielo de Hiroshima en aquella mañana de agosto

 


Pienso en lo azul que debe haber lucido el cielo de Hiroshima en aquella mañana de agosto

 

Por Daniel Salinas Basave

 

Pienso en lo azul que debe haber lucido el cielo de Hiroshima en aquella mañana de agosto. Un horizonte pulcro e inmaculado en donde de repente destelló la silueta del Enola Gay.

Siempre me he preguntado ¿qué carajos había en la mente del piloto Paul Tibbets segundos antes de accionar el mecanismo y dejar caer a Little Boy sobre la ciudad? ¿Hubo alguna voz interior que lo hizo dudar? No, estoy seguro que no. Lo único que hizo fue ponerse unos lentes oscurísimos pues sabía que el cielo ardería y se iluminaría como si diez soles lo alumbraran al mismo tiempo.

Tibbets simplemente actuó y le bastó un movimiento para desatar la mayor y más contundente e inmediata carnicería que ha conocido el planeta desde la caída del meteorito que extinguió a los dinosaurios 65 millones de años atrás. Un solo movimiento y antes de un minuto el azul del cielo se tornó rojo y negro. Aquello que la teología cristiana llama el Infierno irrumpió en un instante.

Más de 100 mil personas despedazadas y unas 200 mil heridas mortalmente. Más de 60 mil casas y edificios reducidos a escombros. Un solo movimiento y una temperatura de 1,800 °C. cubrió un radio de más de dos kilómetros mientras la sonrisa siniestra de un demonio destellaba desde el hongo.

Dos veces hemos estado en Hiroshima y las dos han sido en agosto, bajo un cielo limpio y desnudo de hiriente azul. Nos sorprendió la pulcritud de la ciudad, la omnipresencia del verde, la limpieza de su río, el mismo en donde se arrojaban miles de seres despellejados con la carne ardiendo al rojo vivo.

Uno de los momentos de mayor quietud, paz y plenitud espiritual que experimentado en mi vida entera irrumpió de madrugada en la isla de Miyajima, frente al Tori naranja de mar, contemplando la costa de Hiroshima en el horizonte mientras el agua cubría mi cuerpo. Estaba con Ikercho y le dije: ¿Puedes creer que aquí enfrente se escenificó el peor Apocalipsis que ha conocido la humanidad?

Aquella calma me hizo pensar que hasta el peor de los infiernos puede quedar atrás y que siempre habrá un árbol intentando brotar en medio de un cementerio radioactivo. Hiroshima es el máximo ejemplo mundial de resiliencia. Me sorprende la actitud tan serena con la que el pueblo japonés narra esa tragedia, sin victimismos estridentes ni rencores, aceptando los errores del delirio imperialista de Hirohito.

También me sorprende la total ausencia de remordimientos o sentido de culpa en Estados Unidos.

Sobre todo pienso en Paul Tibbets, quien vivió una larguísima vida de 92 años como para meditar sobre las consecuencias de su acción. Paul Tibbets murió tranquilo y santa paz en noviembre de 2007, cubierto de medallas y con el grado de general de brigada. Un héroe de guerra. El hombre que piloteó el avión y accionó el botón que hizo arder el peor de los infiernos, dijo siempre no sentir ningún remordimiento y aseguró una y otra vez que de ser necesario lo volvería a hacer.

Así se mantuvo y así murió.

Nadie nunca exigió justicia ni fue a manifestarse afuera de su casa. De hecho su nombre no nos dice ni nos trasmite nada al escucharlo. Era tan solo un disciplinado piloto de Illinois que cumplía su deber piloteando a un avión al que bautizó con el nombre de soltera de su santa madre: Enola Gay Hazard.

Pienso en La banalidad del mal, el ensayo que Hannah Arendt escribió después de cubrir el juicio de Eichmann en Jerusalén. A Hannah le abominó la ausencia de remordimientos en Eichmann, quien hablaba de sus crímenes con la parquedad de un burócrata que cumple una tarea ordinaria y que asesina sin despeinarse solo porque obedece órdenes.

La banalidad del mal también pudo aplicarse a plenitud a Paul Tibbets, un soldadito cumplidor que obedeció a sus jefes, aún cuando sabía perfectamente lo que iba a hacer. ¿Qué habría pasado si un minuto antes Paul Tibbets era asaltado por una crisis de conciencia o un repentino ataque de humana piedad? Qué distinta habría sido la historia si en ese instante de decisión hubiera dicho, “no, no lo haré” y acto seguido se arrojara al mar con todo y su avión hundiendo la bomba y salvando a más de 100 mil personas.

Pero no, Paul Tibbets no tuvo piedad y nadie nunca le exigió cuentas. Cumplió con su deber burocrático y a diferencia de Eichmann no fue juzgado como criminal de guerra. ¿Por qué? Porque Paul Tibbets estaba del lado “políticamente correcto” de la historia y por eso pudo morirse en paz siendo un venerable anciano condecorado.

En la tabla de valores de la historia, Hiroshima nunca será equivalente a Auschwitz. Pero tampoco debería extrañarme. Mientras yo escribo estas palabras varios niños están siendo matados de hambre en Gaza y si algo puedo asegurarte, es que Benjamín Netanyahu jamás pisará una cárcel como el criminal de guerra que es y morirá de viejito en su cama, sin ningún remordimiento y con la conciencia tranquila de haber hecho lo correcto al igual que Paul Tibbets.

Los privilegios de estar del lado “correcto” de la historia.

Hace 80 años ardió Hiroshima como después ardería Nagasaki. Hoy arde Gaza, cada cierto tiempo arde Kiev y yo me he resignado a que habrá guerra en el mundo mientras haya humanidad. Aprendimos a afilar rocas y a guerrear mucho antes de aprender a comunicarnos. Cuando aún no éramos capaces de improvisar algo parecido a un lenguaje, ya sapiens y neandertales nos despellejábamos con piedras afiladas y palos puntiagudos. El ansia bélica parece ser eterna como el impulso sexual y la manía de inventarse dioses protectores e iracundos. Sí, la guerra es infinita como el universo, pero hasta en el peor baldío nuclear vuelve siempre brotar un árbol.

 


Daniel Salinas Basave es licenciado en derecho, periodista y escritor. Ha colaborado en EsquireGatopardoMilenio Replicante, entre otras publicaciones. Trabajó como reportero en El Norte de Monterrey y en Frontera, de Tijuana. Actualmente tiene espacios editoriales semanales en Semanario InfoBajaSuplemento Cultural PalabraSíntesis tv y San Diego Red. Es Premio Estatal de Literatura Baja California 2010 por Réquiem por Gutenberg. Premio Bellas Artes de Ensayo Literario Malcolm Lowry 2014 por Cartografías de Nostromo. Relatos de espías, embajadores y embusteros. Premio Gilberto Owen de Literatura 2015, en la categoría de cuento, por Días de whisky malo. Premio Bellas Artes de Ensayo Literario José Revueltas 2015 por El lobo en su horaLa frontera narrativa de Federico Campbell. Ganador del Certamen Internacional de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz 2015, en el género de ensayo, por el trabajo titulado Bajo la luz de una estrella muerta.

lunes, 11 de agosto de 2025

Ese pequeño cristal que suelen tener ciertas cajas de madera

 


La columna de Bety

Ese pequeño cristal que suelen tener ciertas cajas de madera

 

Por Beatriz Aldana

 

No cabe duda de que las relaciones sentimentales deben de tener un sujetador. ¿A qué me refiero con este término? Básicamente al compromiso moral y espiritual, mucho más allá del físico, porque es bien sabido que la pasión, o el estado de enamoramiento, tiene una permanencia máxima de seis meses. Después de ese tiempo, lo ideal es ir fomentando la solidaridad, la comprensión, el acompañamiento, la confianza, todo esto junto lleva a una relación con lazos fuertes, como las amarras de los barcos cuando atracan en algún punto.

De no existir o de no fomentar estos valores, una relación tiende a ser poco placentera, sobre todo con ese sentimiento de intranquilidad interna de saber y sentir que la relación tiene visos invisibles de irse perdiendo poco a poco.

De unos años a la fecha he ido observando las relaciones sentimentales de varias parejas de amistades mías, y otras virtuales, y con tristeza observo que todas, sin excepción, han durado entre los seis meses y el año. Y no más allá. Lo sorprendente es que las damas de esas relaciones son hermosas, talentosas, productivas; muchas veces he pensado que dada la facilidad para establecer otras relaciones que brinda este nuevo método de comunicación digital, permite a cada momento ver nuevas caras y, ¿por qué no decirlo?, el dar el click del like es el preámbulo para establecer comunicación con nuevas caras.

En fin, hablo a título personal, por las diferentes circunstancias en las que me he visto envuelta a últimas fechas, predominando un deterioro en mi salud, que incide totalmente en todos los aspectos afectivos. Permanente agradezco al Universo y al Todopoderoso la bendición de que casi al final de mi existencia tuve la fortuna de haber disfrutado de una relación que ha enriquecido mi caminar por este sendero, pero también seré agradecida cuando se toque el punto final, porque considero que jamás se debe sostener con hilos endebles una relación que no cuenta con esa sujeción mencionada renglones antes. Porque sostenerla a sabiendas de eso, lo único que genera es una inestabilidad física y emocional de proporciones incalculables.

Puedo preciarme de que a lo largo de mi vida, y al haber experimentado al 100 por 100 todo lo expuesto arriba, me queda la dicha y la satisfacción de que, al haber caducado cada relación mantenida, se quedó por fortuna un gratísimo recuerdo y una amistad que perdura y perdurara sin duda alguna hasta el final de mi camino. Segura estoy de que les veré a través de ese pequeño cristal que suelen tener ciertas cajas de madera muy bellamente adornadas.

 


Beatriz Aldana es contadora y siempre ha trabajado en la industria y en corporativos comerciales. Gran lectora, escribe y produce crónicas de video en sus dos blogs de Facebook, además de La columna de Bety en Estilo Mápula.

Ella es noche

 


Ella es noche

 

Por Sergio Torres

 

Ella es poema, luz, agua, magia.

Un torbellino contenido en la piel más suave.

Ella es noche, estrella, amuleto

que cada madrugada me atrapa entre sus pliegues.

Ella es un misterio.

Un milagro.

La bella del cuento.

Es la princesa y el dragón,

la muralla y el trofeo.

Inalcanzable por voluntad propia,

encerrada en un castillo.

Ella es libre y soberana

y su inmarcesible dulzura

es causa de mi amoroso tormento.

Bella, quiéreme de a poco,

no vaya a morir si me quieres todo.

 


Sergio Torres. Licenciado en Artes, músico desde la infancia, dibujante y compositor de canciones. Maestro de música por vocación.

domingo, 10 de agosto de 2025

Su última noche sobre la tierra

Foto: Pedro Chacón


Su última noche sobre la tierra

 

Por Guadalupe Ángeles

 

1

Llegué a la sala donde pasaría su última noche sobre la tierra. Su cuerpo solamente, como lo conocimos todos. Luego solo sería ceniza. Él estaba ahí, pálido por supuesto. Hacía muchos años que nos vimos por primera vez. No sería capaz de acercarme, lo vi de lejos. En mi pecho cierta sensación me llevó a aquella tarde dorada cuando íbamos juntos a bordo de un autobús, era tan hermosa la luz sobre su rostro, o no sé si era yo quien así quería verlo. Pensé: “Esta belleza será así ¿cuánto tiempo?, seguro la muerte borrará este instante”. Él solo reía. Ambos estábamos en esa edad en la que los temas eran lo de menos, acaso solo por escucharnos el uno al otro, hacíamos imágenes con palabras y nos causaba risa ese solo estar ahí, unidos para nada, porque para nada fue siempre y quisimos de ese modo atravesar la vida, pero no fue posible, él amaba los árboles, yo solo las palabras.

   ¿Ahora te arrepientes? ―dijo alguien a mi lado.

No noté cuando su hijo se acercó y tocándome con suavidad el brazo hizo esa pregunta que jamás me había planteado, porque no tenía sentido.

 

2

La veo de pie, no muy cerca de mi padre, pero mirándolo con una especie de curiosidad que me ofende. Por eso quiero que se vaya. Él nunca se quejó cuando se distanciaron, pero fue siempre una especie de niño insensato, de animal hecho para la risa fácil, distinto de nadie que hubiera conocido. Yo, de haberla perdido, seguro hubiese encontrado la manera de no romper el lazo, pero ahora, viéndola aquí, me ofusca su silencio, su ausencia de lágrimas.

 

3

Mi hijo ahora se acerca a ella, veo que ambos se miran. Viene a mí esa tarde de luz dorada. Seguramente ella pensará también en aquellas palabras. Sí, podíamos hablar de la muerte y reírnos. Tuvimos ese privilegio, solo uno más entre todos los de la juventud, como aquel día en que bailábamos en una banqueta sin saber que a pocos pasos de ahí se velaba un muerto.

        Cierto, poco tiempo antes de realmente dejar de usar el lenguaje, como tienen que hacerlo por fuerza los muertos, le di, sin pensar, una palabra que nos alejó. Entiendo que se haya distanciado entonces. No es lo mismo reírnos juntos que sentir cómo se es descrito como un objeto por aquel a quien le dimos incontables instantes llenos de una luz imposible después, con quien fue posible vivir esa complicidad que no encontramos ninguno de los dos en parte alguna.

       Ella no llora. Hace bien. Tampoco le contesta nada a mi hijo. Solo yo conozco la gravedad de la herida. Sin embargo, su rostro serio significa el perdón con el que podré atravesar cualquier río caudaloso que ahora no podré esquivar, aunque quisiera. Fuimos dioses juntos. Generosos y crueles, salvajes como niños y como ellos limpios en la exploración del mundo, de nuestros cuerpos que eran el pretexto para vivirnos como lo hicimos, a espaldas de la sensatez, en la más absoluta imprudencia.

        No sé nada de la muerte, pero tampoco importa. Pues siento ahora el calor del sol de esa tarde bajo su mirada. Limpia. Nuestra como entonces y para siempre nuestra, de nadie más.

 


Guadalupe Ángeles nació en Pachuca, Hidalgo. Fue directora de la revista Soberbia. Entre sus obras se encuentran Souvenirs (1993), Sobre objetos de madera (1994), Suite de la duda (1995), Devastación (2000), La elección de los fantasmas (2002), Las virtudes esenciales (2005) y Raptos (2009). Ha colaborado en ÁgoraEl FinancieroEl InformadorEl OccidentalLa Jornada Semanal; en las revistas electrónicas nacionales Al margen y Argos y en las españolas: Babab y EspéculoPremio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos 1999 por Devastación.

Frecuencia Mercurio, episodio 01, temporada 04: Gloria Almeida

 


Conversación de Gloria Almeida, Martha Cecilia Soto y JChM en Frecuencia Mercurio.


Ep. 01 . T 04. Gloria Almeida; entre tintas sangrientas y letras amables. - Estilo Mápula | Podcast on Spotify

lunes, 4 de agosto de 2025

El Océano

 


La columna de Bety

El Océano

 

Por Beatriz Aldana

 

Bueno, aquí voy. Estaba viendo con inmenso gozo las vacaciones de dos lindas damitas, Juanita y Rocío. La primera en lugares hermosos de nuestro México y la segunda en lugares maravillosos de Francia.

Aparte de disfrutar de lo que ellas comparten en redes sociales, me vienen a la cabeza los gratos recuerdos de mis viajes, ya que fui una perenne viajante hasta hace unos veinte años. Recorrí casi todo mi maravilloso País, estado por estado; solo me faltaron las dos penínsulas, la de Baja California y la de Yucatán.

Haciendo introspección me doy cuenta de que ahora no me nacen los deseos de viajar, como que de pronto sentí la necesidad de permanecer un tanto quietecita, bueno, seré más franca y honesta, me detiene un poquitín el ver tanta noticia que hasta cierto punto me genera un ligero temorcito, amén de mi poca tolerancia ya a diversas comidas, aunado a un poquitín de peso corporal bajo, un ligero cansancio cuando hay jornadas de caminatas o paseos prolongados. Por supuesto todo esto lo achaco a mi avanzadita edad, pues ya no soy una joven de sesenta años, ya los sobrepaso por más de una decena.

Recientemente tuve invitaciones por parte de queridas amigas. Una de ellas me invitaba a Europa a celebrar su cumpleaños, acompañada de cuatro amigas más. También otra querida amiga me invitaba a Alemania y a otros países, y ¡zas! que un poco temerosa de la ola de calor que se extendió recientemente por Europa me hizo meditar en lo poco inadecuada que sería mi compañía, en fin, me he visto precisada a cancelar viajes muy deseados por mí, uno de ellos a Tijuana con la finalidad de celebrar la misa por mi 70 cumpleaños.

Fue en aquel tiempo en que mantenía contacto con un Templo cuyo párroco es de mi gran estima.

Otro de aquellos que no realicé fue a Estambul, donde pretendía conocer en persona al actor a quien le apodan "la bestia turca" por su apariencia y apostura física, cuyo nombre es Ibrahim Celikkol, a quien conocí como Ali Nejat en la maravillosa serie de Netflix Intersection.

Luego hubo otra cancelación: Mi deseado viaje a España, especialmente a Madrid, donde conocería personalmente al actor Pedro Alonso, de la también serie Netflix Berlin, La casa de papel. Me permito comentar que estos actores, a pesar de su galanura y su fama son muy cercanos a sus fans, incluso se toman el tiempo de contestar mensajes (aún y cuando fuere mediante su equipo de comunicación). Eso es lo que hace grandes a estos caballeros.

En fin, ya dudo mucho que, dadas las manecillas de mi reloj biológico, me atreva a programar algún viaje de esas dimensiones; lo más lejos que últimamente he llegado es: A Creel, Parral, Camargo, Delicias, Nuevo Casas Grandes, y aun así, al regresar me tomo dos días de reposo absoluto.

Así que ¿cómo la ven? ¿Verdad que ya no sería posible emprender un viaje atravesando El Océano?

 


Beatriz Aldana es contadora y siempre ha trabajado en la industria y en corporativos comerciales. Gran lectora, escribe y produce crónicas de video en sus dos blogs de Facebook, además de La columna de Bety en Estilo Mápula.