viernes, 13 de agosto de 2021

Luis Fernando Rangel. La otra revolución

v/ lfr

La otra revolución

 

 

Por Luis Fernando Rangel

 

 

La noche llegó pronto. Sobre la calle, los faroles estaban apagados. Un grupo de soldados estaban en el cuartel esperando. Sigilosos. No querían ni una vela encendida. Estaban esperando el golpe que los revolucionarios planeaban dar. Se enteraron esa tarde; Ignacio, un hombre del pueblo más cercano, fue y les soltó todita la verdad; es cantó con santo y seña lo que iban a realizar.

—Mire —le dijo al coronel—, van a esperar que pase el tren y cuando comience a pitar van a lanzarse sobre el cuartel a tirar plomazos hasta que tumben a los de la puerta para poder meterse.

El coronel le veía fijamente: con los ojos grandes. Lo repasaba detenidamente desviando la mirada de vez en vez a la ventana.

—Y una vez adentro, pues ya saben lo que van a hacer. Yo nomás le digo, allá en el pueblo ya hicieron sus desastres, a mí me robaron todo lo de la tienda, pero a mi hermana, nombre, hasta le robaron a su hija.

—Ajá —asentía el coronel, a ratos regresaba la mirada a sus subalternos. Y de nuevo fijaba los ojos en el pueblerino—, ¿es todo?

—Sí —dijo Ignacio. Apretaba la boca y entre las manos sostenía un pañuelo. Los pies, juntos, temblaba—, es todo.

—Bueno —finalizó el capitán—, gracias.

Apenas dijo esto, sacó la pistola y le tiró un plomazo en la frente ante el asombro de los presentes. El cuerpo se desplomó: bajo su sombra, un charco de sangre. Los soldados se veían entre sí. Ignacio alcanzó a decir, con un hilo de sangre, que los revolucionarios ya venían.

—Ahora sí, cabrones —les gritó a los soldados—, ya saben qué hacer. Afuera se me ponen los más pendejos y adentro se me ponen vivos para cuando escuchen los plomazos. Por lo pronto me iré a dormir, tengo que estar descansado para cuando lleguen aquellos revoltosos y poder chingármelos con calma —finalizó.

Dirigió sus pasos a uno de los cuartos y, sin quitarse el uniforme, se acostó a dormir. Su cuerpo cayó sobre la cama como había caído el cuerpo de Ignacio.

Cuando el coronel despertó, el sol ya estaba despuntando. Entonces se dio cuenta de que el campamento estaba vacío. Los soldados habían escapado y ya casi era hora de que los revolucionarios llegaran.

En el piso, con el plomazo en la frente, el soplón seguía con la boca bien abierta.

 




Luis Fernando Rangel es licenciado en letras españolas por la Universidad Autónoma de Chihuahua. Actualmente es Jefe de Unidad Editorial en la Facultad de Filosofía y Letras de la UACH, donde es editor responsable de la revista Metamorfosis y conductor del programa radiofónico El Pensador en Radio Universidad. Es autor de los libros Hotel Sputnik, Conversación de dos gatos, Poemas para un Lugar Común, Dibujar el fin del mundo y Los líricamente desmadrados. En 2019 coordinó el taller de poesía y la antología No haremos obra perdurable. Recientemente obtuvo el IV Premio Nacional de Poesía Germán List Arzubide con la obra Corridos de caballos.

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