sábado, 8 de noviembre de 2014

Víctor Córdova en La Tierra

R.I.P.


Por Víctor Córdova


Nunca supo qué pasó ni cómo pasó; al abrir los ojos estaba ahí, en el oscuro más aterrador, más profundo.

Su vida que habían confundido, erróneamente y para su desgracia, con su muerte. No cortaron su cuerpo, no averiguaron por qué; solo se limitaron a guardarlo.

En las tardes de otoño, el olor a tierra mojada rezuma y gravita como parte invisible del paisaje; la lluvia cae en precipitaciones ligeras, aunque constantes. Una delgada cortina de agua corre verticalmente fragmentada en partículas cristalinas que humedecen el suelo; para quienes la perciben bajo la tierra, es –quizá– un sonido extraño, perturbador. Algo así como un vehemente concierto de dedos que hormiguean, un conjunto de manos que buscan, remueven, escarban, socavan, llegan, encuentran…. ¡Rescatan…!

―Sí, así… ¡Por favo! Continúen, aquí estoy. Aquí…

Desde el interior: jadeos, arañazos que buscan abrir un hueco en la oscuridad, golpes… una respiración vencida que se apaga en su extenuante lucha; frustración, impotencia. Voces que, en una algarabía polifónica y oscura, van y vienen del susurro y el jadeo lastimero, al grito más desenfrenado. Alarido que es también eco de una carcajad. ¿La del destino? ¿La suerte?

―Aquí, aquí… aquí….

De pronto, en la hermética oquedad reina el silencio. Se erigió, imbatible, tras una escaramuza inútil que contra la oscuridad libraba el más desdichado de los solitarios.

Un denso mutismo, apenas salpicado por el crujir de unas cuantas raíces y por el ondulante danzar telúrico de lombrices y gusanos, envuelve, negro como es, la rígida quietud horizontal de un cuerpo yerto con expresión de pánico, ojos tan abiertos como dos faros que quieren desafiar la noche de la eternidad.

Bulto horizontal con rictus doloroso, definido por una boca abierta en la que no podría reconocerse ningún tipo de expresión habitual; máscara petrificada del espanto.

Y afuera, entre montones de tierra, lápidas, cruces de metal y de madera, alguien pisa la tierra pensando en la muerte.



Víctor Manuel Córdova Pereyra es licenciado en artes escénicas por la Facultad de Artes de la UACH, cursó maestría en humanidades, con especialidad en filosofía de la Cultura en la FFyL. Profesor del área de literatura en el CEDART David Alfaro Siqueiros, director del Grupo de Teatro Enrique Macín desde 2006. Ha publicado las obras de teatro Los milagros de los santos olvidados, además de la trilogía Seres de frontera, que incluye las piezas de dramaturgia Los dioses de piedra, Esperanza y los culpables y Tiro de gracia. Además ha publicado artículos y ensayos sobre cine, teatro, poesía y filosofía de la cultura en El Universitario, Synthesis, El Diario de Chihuahua y Metamorfosis. De 2001 a 2005 fue director de teatro de la preparatoria del Tec de Monterrey, Campus Chihuahua. Actualmente se desempeña como profesor en la FFyL y como jefe de unidad de Gestión Cultural y Patrimonio Histórico y Artístico.

3 comentarios:

  1. En este magnífico relato, el autor le da un tratamiento Siglo XXI al tema clásico de la tumba equivocada.

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  2. Esa escurridiza que un día nos ve a la cara. Pero cuando llegue, lo hará sin máscaras.

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