miércoles, 19 de noviembre de 2014

Dolores Gómez Antillón: Árbol


Árbol de nosotros dos



Por Dolores Gómez Antillón



Nuestros destinos se cruzaron; sé que nos gustábamos, pero hubieron de pasar mes tras mes, año tras año para que se diera la primera cita en un café.

Fue tanta mi alegría: había nacido para él. Solo para él. Mi confirmación no se hizo esperar. Llegó la fecha.

Su estampa de hombre alto, aquellos ojos claros, la camisa azul, el taje negro y sus zapatos impecables; su hermoso rostro barbado. Dijo que yo estaba hermosa, me sentí la mujer más feliz de la tierra.

Tomamos el café lentamente, no queríamos que el tiempo se acabara. Surgió otra invitación para el día siguiente, a visitar el pueblo en que él había nacido; accedí gustosa.

Nos veríamos a las diez de la mañana. Un hermoso día de marzo, la aventura que jamás olvidaré.

Caminamos por las calle del pueblo, fuimos a una alameda en las orillas. Me besó apasionado, yo respondí. Me levantó la falda y me frotó delicada pero enérgicamente el granate de mi intimidad. Se bajó el pantalón y sacó su mágica espada de fuego.

Arrodillada empecé a deleitarme con su aroma; nos hicimos uno. Con mis brazos acaricié sus ganas, mi lengua lo recorrió  todo. Su carnosa boca.

Pasé por sus pezones y me atrajo a sí, beso mis areolas, mi cuello, el ombligo. Me mordió la mariposa que temblaba de deseo entre mis muslos. Nuestras fuentes se combinaron, se formó un maravilloso perfume.
                                                                                                                                                                                                                      Acostados bajo un árbol de bellotas, me penetró sutilmente. Perdí la noción del tiempo, el éxtasis nos envolvió en un torbellino.

Mirarnos sudorosos, con la mirada puesta en el cielo infinito cuyas nubes de color escarlata cobijaba nuestro encantamiento, nos excitó mucho más. Un viento fresco, su fragancia de jazmines, nos recorrió acariciante.                                                             

Me dijo que era la mujer que él había soñado. Seguimos motivados, vinieron otros orgasmos, estuvimos a punto de abrir las puertas del cielo.
   
Como dijera Charlie Parker en El Perseguidor, de Julio Cortázar: Yo extasiada volví mis ojos hacia él, su rostro era el de un dios.








Dolores Gómez Antillón es licenciada en letras españolas con maestría en educación por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Chihuahua, de la que después llegó a ser directora. Ha publicado los libros Rocío de historias cuentistas de Filosofía y Letras, Apuntes para la Historia del Hospital Central Universitario y Voces de viajeros.

1 comentario:

  1. El amor como torrente, una cascada desde muy alto de la montaña, sin medida ni límites, una iluminación intensa y femenina.

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