Labre
Por Raúl Sánchez Trillo
A punto de culminar el 2021 cayó en mi mesa de lectura una novela de 200
páginas que al comenzar a leerla me atrapó, dada la intriga y acción narradas
por Eduardo Libreros, autor de quien no había tenido noticia antes que
apareciera esta, tal vez su primera novela, con el sello de Sangre Ediciones.
Al inicio hay la advertencia que el personaje principal de El Bastión,
así se llama la novela, lanza en las primeras páginas y que transcribo: “Quien
tema los efectos indelebles de la violencia y el sadomasoquismo, ahórrese su
tiempo, proteja su conciencia y no lea esta historia, que está basada en hechos
reales, pero escrita en forma de novela. Quien desee, en cambio, comprender un
poco aquella época que se llamó ´La Guerra Sucia´, aténgase a las consecuencias
e intérnese en mi odisea estrambótica. Que conste.”
Leído esto me interné en los vericuetos de ese thriller, dejando de lado
la avanzada lectura de un largo ensayo sobre cultura y guerra durante la
revolución mexicana, que era mi meta concluir antes de terminar el año.
El doctor Santiago Labre es el narrador de la historia, un investigador
del Ministerio de Seguridad del Estado, comisionado para resolver el homicidio
del obispo Juan Lozada. Se trata de un nuevo tipo de investigador en el mundo
de la novela negra mexicana.
A diferencia de sus congéneres, tiene estudios de posgrado en Ciencias
Políticas e Historia, así que un tanto lejos quedan Filiberto García, un matón
que luchó en la revolución, detective de El complot mogol, de Bernal;
Héctor Belascoarán Shayne, creado por Taibo II, quien, harto de trabajar para
una trasnacional, renuncia y se convierte en detective “independiente” gracias
a un curso por correspondencia; Edgar El Zurdo Mendieta, de Elmer Mendoza,
detective de la Policía Ministerial en Culiacán, Sinaloa, licenciado en
literatura hispánica que ingresó a la policía para hacer dinero fácil; y para
no hacer la lista más larga, Rogelio El Vaquero Rodríguez, investigador en La
Muerte del Pelícano, de los hermanos Sánchez Vargas, apenas pasante de
ciencias políticas.
El doctor Labre, además de sus estudios en Europa, cuenta con un archivo
elaborado por su padre, quien tuviera su mismo cargo y fuera arteramente
asesinado. Dicho archivo secreto es la radiografía más completa de la ultraderecha
católica mexicana, del cual solo se conocen algunas filtraciones a un
periodista especializado en el tema. Así que, armado de todo eso, más el apoyo
de Coyame, un escolta asignado para su protección con una preparación física
superior a la del Profesor Zovek, se lanza a resolver el caso.
Su objetivo: encontrar a El Coralillo, presunto autor del magnicidio, un
escurridizo y omnipresente sicario, nacido en Chuhuichupa, Chihuahua, mitad
mormón y mitad mexicano.
Como todo thriller, la novela no da respiro al lector, pues las
persecuciones se suceden vertiginosamente, teniendo como escenario la red
clandestina de la ultraderecha y como personajes curas y antiguos paramilitares
de los grupos anticomunistas, con sutiles referencias al MURO, el FUA y el Yunque.
Labre es testigo de los ritos y entrenamientos de esos grupos en algún
monasterio o hacienda del Bajío, otras veces es auxiliado por viejos cristeros
montados a caballo para facilitarle la huida. En su periplo emergen a veces
evocaciones de acontecimientos de la vida real, como el bombazo al periódico El
Día y el enfrentamiento en el Cerro del Cubilete.
El texto está escrito con gran corrección y elegancia, sin duda el autor
conoce el oficio. Su lectura es amena y nos deja deseando que pronto el doctor Santiago
Labre vuelva en pos de resolver nuevos entuertos.
Libreros, Eduardo: El Bastión. Sangre Editores, México, 2020.
Raúl Sánchez Trillo estudió maestría en artes visuales en la ENAP/UNAM. Escribe crónicas y es profesional de la fotografía de arte. Fue director de la Facultad de Artes. También director de Extensión y Difusión Cultural y secretario general de la Universidad Autónoma de Chihuahua.
Excelente reseña, que despierta el antojo por leer el texto reseñado. Aún quisiera que fuera un poco más extenso, pero como dicen, "lo bueno, si breve, dos veces bueno".
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